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Macroeconomía

Los mil y un retos de México

El presidente López Obrador fue elegido el año pasado
El presidente López Obrador fue elegido el año pasadolarazon

Es una de las naciones de la OCDE con menos ingresos fiscales, tiene una tasa del 56,9% de empleo «informal», la economía sumergida representa el 22,7% del PIB, la productividad es baja y las empresas encuentran dificultades para invertir. El presidente López Obrador fue elegido el año pasado para buscar soluciones, pero tras seis meses en el Gobierno no parece encontrarlas

Los mexicanos, en 2018, eligieron a Andrés Manuel López Obrador como nuevo presidente. Era la primera vez que le otorgaban el poder a un partido de reciente creación (2013), el Movimiento de Regeneración Nacional, después de 70 años seguidos de gobierno del PRI en el siglo XX, el giro en el año 2000 hacia otra formación tradicional, el Partido de Acción Nacional, y el regreso de un regenerado PRI con Peña Nieto a la cabeza. A AMLO (como se hace llamar) le dieron el mayor apoyo en las urnas de toda la democracia, demostrando que desean dejar atrás el pasado político del país y que han creido en sus palabras de modernización. Sin embargo, seis meses después de su toma de posesión, las cosas no han variado demasiado. Y es que por mucho que los distintos presidentes lo intenten, siempre se enfrentan a los mismos problemas estructurales que impiden el desarrollo: una importante economía sumergida, la poca seguridad jurídica en un territorio dominado por narcotraficantes, la consecuente falta de inversión o la poca recaudación fiscal que obstaculiza el gasto social necesario.

Economía informal: La economía de México se debate entre la oficial y la que denominan «informal» (en nuestro caso, sumergida). La primera es la que maneja el Gobierno, la segunda, la de los que se buscan la vida como pueden. Seguro que a todos les sorprende que según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México, la tasa de desempleo del estado sea 3,5%. Ese es el dato oficial. Pero bien, la misma fuente admite que el 56,9% de todos los puestos de trabajo son informales. Se trata de empleadas del hogar, gente que cultiva el campo, vendedores callejeros...

Lo hacen sin contrato, y por un sueldo escaso, muchas veces sólo propinas. Que tantas personas tengan que tomar esta vía más precaria es consecuencia, explica el profesor de Economía de la Universidad de Comillas-ICADE, Alfredo Arahuetes, «de un proceso histórico en el que los mercados se han ido desarrollando y al formal le ha costado incluir al informales».

Los analistas de BBVA Research Saidé Salazar, David Cervantes y Arnulfo Rodríguez sostienen que «la informalidad no tiene una explicación causal única y en el diagnóstico se pueden señalar diversos elementos, pero podemos destacar como clave los bajos niveles de crecimiento económico de los últimas años, y a la heterogeneidad de la estructura económica, con empresas formales muy dinámicas e insertas en las cadenas globales de producción, y por otro lado, estructuras económicas empresariales de subsistencia informales, con niveles bajos de productividad, valor agregado y prácticamente con un nulo potencial de crecimiento. Estas empresas u ocupaciones de subsistencia no tienen incentivos a formalizarse, ya que no logran percibir los beneficios o ventajas de estar dentro de la formalidad».

Productividad: Tanto empleo informal afecta de forma directa al crecimiento económico, pues estos trabajadores «cuentan con una productividad muy baja y sería deseable que su efecto fuese mayor, el normal», sostiene Arahuetes. Pero no es el único motivo de la escasa productividad de México. Otro lo encontramos en el estudio Perspectivas en Ciencia, Tecnología e Innovación en América Latina 2016 publicado por la OCDE. En dicho informe se indica que el país se encuentra en los niveles más reducidos de inversión (tanto por parte del sector público como del privado) en I+D, clave para generar valor añadido.

Además, una industria tan productiva como la de la construcción está cayendo en picado, pues su valor se ha reducido un 17% desde 2012. Y en el comercio, el que realizan las grandes empresas, al por mayor, está por debajo (y cada vez más) que el de al por menor, con peor capacidad de crear empleo formal y productividad. La industria que sí ha experimentado una mejora en los últimos años ha sido la manufactura, pero aún es demasiado débil como para participar en las cadenas globales de valor que aporten al crecimiento.

Ahora es cuando el país más necesita mejorar su productividad para no quedarse atrás dentro del grupo de las economías emergentes. El avance del PIB se ha estancado en los últimos cuatro trimestres. En el segundo de 2018 se contrajo un 0,4%, en el tercero creció un 0,7%, en el cuatro fue nulo y en el primero de este año se redujo un 0,2%.

FISCALIDAD: Una de las principales características de la economía mexicana es su baja recaudación fiscal. Según la OCDE, la media de todos sus miembros alcanzaz el 34,2% del PIB, en Latinoamérica y Caribe el 22,8%, en África un 18,2% y en México sólo el 16,2%.

Los analistas de BBVA Research explican que «la relativa baja recaudación tributaria en México se podría explicar tanto por la reducida base de contribuyentes, así como por la limitada base gravable de bienes y servicios. También es importante reconocer ciertos factores que restringen la capacidad de recaudación tributaria como el relativo gran tamaño de la economía informal (la sumergida, que representa al 22,7% del PIB), la evasión fiscal (sobre todo a nivel de empresas) y los regímenes de exenciones fiscales».

PEMEX: Una de las fuentes más grandes de los ingresos fiscales mexicanos es la compañía más importante del país, la estatal de petróleo Pemex. Arahuetes explica que parte de los recursos que capta esta compañía son «recaudación parafiscal, por lo tanto, revierten en la hacienda pública». Así que cuando Pemex va mal, como hace ya tiempo, los ingresos de México se ven perjudicados. Además, añade Arahuetes que esa parafiscalidad «hace que a la empresa no le queden recursos de lo que genera para poder invertir, así que cuando quiere hacerlo necesita el apoyo del gobierno, y éste la avala para financiar su deuda».

Justo, ahora México se enfrenta a ese reto, el de la refinanciar la deuda de Pemex justo cuando al empresa atraviesa la peor etapa productora de su historia. Aparte, la compañía se encuentra inmersa de acusaciones de fraude, que ha lastrado definitivamente su situación. AMLO ha anunciado una estrategia para resucitar a la corporación más relevante en la economía nacional.

Para ello, realizará una inversión que la agencia de rating Fitch ha calificado como «insuficiente» y, viendo que el Gobierno no da con una solución a los problemas de la empresa, ha rebajado su estatus a «bono basura». México, en este caso y en tantos otros, tiene un mismo obstáculo, lo vacías que están sus arcas, lo que dificulta afrontar con solvencia sus fallos estructurales, como la gran cantidad de empleo informal o la falta de productividad, que a su vez son las causas de la pobreza. En definitiva, el país está metido en un bucle del que, parece, no hay escapatoria sea quien sea quien lo lidere.