
Opinión
La tecnología no pide permiso, y el futuro no espera
La Comunidad Valenciana ante el reto de la reindustrialización

Nos encontramos ante un momento de complejidad excepcional: la confluencia de transformaciones globales -reordenación comercial, tensiones geopolíticas, presión climática y disrupción tecnológica- configura un paradigma incierto pero lleno de posibilidades. En este contexto, la necesidad de articular una estrategia de reindustrialización para España, y singularmente para regiones como la Comunidad Valenciana, afectadas por fenómenos extremos como la DANA, se convierte en un imperativo urgente. Un escenario que exige estrategias sistémicas con las que plantear soluciones efectivas donde la transformación digital y el uso de la inteligencia artificial deben vertebrar el tejido industrial valenciano del futuro ganando competitividad, talento y posicionamiento global.
El primer pilar de esta necesaria reindustrialización reside en la transformación digital que ha pasado de ser una ventaja opcional para convertirse en condición sine qua non de supervivencia industrial. En un entorno volátil, no basta con la mera incorporación tecnológica; es necesario diseñar estrategias cohesionadas que funcionen como auténticos mecanismos de antifragilidad. Se impone un nuevo paradigma digital, entendido no solo como infraestructura, sino como una lógica operativa renovada que impulse la optimización de procesos, la toma de decisiones basada en datos y una gestión adaptativa. Al fin y al cabo la transformación digital tiene mucho de transformación y solo un poco de digital. Esta nueva filosofía requiere una metodología coordinada entre la administración pública y el sector privado, orientada a la eficiencia, trazabilidad, sostenibilidad y apertura, transformando cadenas productivas en redes distribuidas y flexibles. Los fondos Next Generation EU constituyen una oportunidad histórica para la coordinación de este esfuerzo público-privado.
El segundo pilar fundamental es la Inteligencia artificial (IA), llamada a redefinir radicalmente la competitividad industrial. La tecnología no pide permiso y en el caso de la IA mucho menos. La IA está llamada a transformar por completo todos los sectores industriales. Las empresas que no despierten y la adopten irán perdiendo competitividad hasta quedarse fuera del mercado. La IA no representa una mejora incremental, sino un cambio de paradigma, una innovación insustituible. Su capacidad para optimizar operaciones, anticipar fallos, reducir costes y adaptar la producción a disrupciones la convierte en indispensable. Más aún, la IA aporta antifragilidad intrínseca, permitiendo a las organizaciones anticiparse y responder con eficacia a crisis globales o eventos extremos. El desafío crucial reside en democratizar su acceso, particularmente para las pequeñas y medianas empresas. Para ello, resultan esenciales las iniciativas conjuntas público-privadas, destinadas tanto a facilitar la adopción tecnológica como a capacitar mediante formación especializada. Fomentar un ecosistema local robusto en IA es clave para una reindustrialización sólida.
Sin embargo, ningún avance será sostenible sin el tercer pilar, el más crítico: el talento capacitado y actualizado. La disponibilidad de capital humano con las competencias adecuadas es el factor decisivo que determinará el éxito o fracaso de la reindustrialización. Es imperativo formar, reciclar y actualizar continuamente al capital humano en habilidades digitales avanzadas y, específicamente, en IA. La formación debe evolucionar al ritmo tecnológico, adoptando formatos ágiles y flexibles (capacitaciones, microcredenciales, formación dual) y entendiéndose como un proceso continuo. Esta apuesta exige una colaboración estrecha y sostenida entre administración, academia y sector privado para mantener el talento permanentemente actualizado.
Al entrelazar estos ejes, emerge una visión de reindustrialización sistémica y solida: no una vuelta al pasado, sino un salto decidido hacia el futuro, impulsado por la digitalización y la IA. La crisis post-dana debe ser el catalizador para construir un modelo industrial innovador y resiliente. La clave reside en diseño sistemático de una estratégica coordinada, financiada y desplegada hasta sus ultimas consecuencias y, sobre todo, en cultivar la combinación entre la transformación tecnológica y el talento capaz de liderar esta revolución continua. El momento de actuar es ahora, pues las decisiones actuales configurarán la prosperidad y competitividad industrial de las próximas décadas.
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