Editoriales
El izquierdismo no da resultados
Se cumple una año de las elecciones del 10-N, aquellas que, desde la República, es la primera coalición de izquierdas, decían sus precursores; ahora entendemos por qué poniendo más el acento en lo de republicana que ni siquiera en lo de izquierdas. De aquello hace ya una eternidad, como tantas cosas ha arrastrado la pandemia del coronavirus. De aquellas negociaciones entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, dos enemigos declarados, dos políticos que no se fiaban el uno del otro, ha quedado un Gobierno masificado para dar cabida a las peticiones familiares –políticas y afectivas– del socio principal, inoperante, incapaz de marcar una dirección precisa de su acción política y trapicheando con partidos que se jactan de querer acabar con el orden constitucional a patadas (ERC), incluso a balazos (EH Bildu). Llegó la pandemia y en vez de organizar un mínimo gabinete de crisis, se dedicaron a preparar una estrategia de comunicación para no verse salpicados por un inevitable descontento social. Sánchez ha desaparecido en tareas de control de los poderes del Estado e Iglesias ha elegido a la Monarquía parlamentaria como objetivo a batir, precisamente cuando el país estaba sufriendo por la crisis sanitaria y económica. Todo pasa factura. Para confirmar que este corto periplo de un año no tiene los efectos esperados para los que manejan todos los hilos del poder, los sondeos empiezan a indicar que no puede capitalizar su paso por La Moncloa. En una encuesta de NC Report que publicamos hoy, el PSOE se queda estancado en el 26,8% y Unidas Podemos apenas crece 0,8 puntos. Incompresible que esta última formación, que ha acumulado un poder que no había soñado hace unos años, no consiga la confianza de nadie más que la de sus propios votantes, ni con vicepresidencia segunda y ministerio de corte ideológico como el de Igualdad, dirigido por Irene Montero, a la sazón, segunda en la jerarquía de Podemos. Demasiado poder en tan poco espacio, ni aún disponiendo Iglesias de todo el tiempo para dejar su marca personal en el Ejecutivo, que de eso sí que sabe. Por su parte, Sánchez sobrevive controlando el mayor número de resortes de poderes del Estado, aún forzando al país a un frentismo que puede agotar hasta a los suyos. De este escenario no se podía librar ni la oposición, así que el Partido Popular ha dedicado este año a recomponerse, definir cómo hacer frente a un Gobierno dispuesto a todo. Pablo Casado planteó en la moción de censura de Vox cómo entendía un partido de centro-derecha, es decir, abiertamente contrario al populismo de izquierdas y de derechas, lo que es pronto para saber qué efecto electoral puede tener, pero, de momento, ha sabido estabilizar su posición, encontrar un lugar, lo que no es poco. Lo fundamental es que la coalición de izquierdas es ya una deriva izquierdista y populista de libro que, de momento, no da resultados.
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