Editorial

Yolanda Díaz compite y amenaza a Sánchez

No es baladí que la vicepresidenta lograra un encuentro no solo con el gran líder espiritual de la religión mayoritaria de los españoles, sino también con un Jefe de Estado

Yolanda Díaz arrancó su particular campaña electoral hace semanas, sino meses. Sin prisa, pero sin pausa, moldea un perfil político nuevo con el que captar voluntades entre un electorado disperso. Sus pasos parecen medidos por la idea de galvanizar un proyecto que desborde los márgenes de la extrema izquierda que caracterizó a Unidas Podemos y dejar atrás ese reduccionismo estéril, ese «algo muy pequeño y muy marginal», en sus palabras. Quiere una competencia por el electorado socialista, necesario para darle la vuelta a la tendencia tenebrista y pesimista heredada de Pablo Iglesias y su camarada Alberto Garzón y rivalizar con Pedro Sánchez. Se trata de desenfocar la foto fija y hegemónica del inquilino de La Moncloa y del subalterno necesario, pero subalterno al fin y al cabo, como la vicepresidenta. En ese plan, la plataforma que liderará no puede estar condicionada ni mermada por los rostros de la derrota ni por injerencias personalistas, que son precisamente lo que representan Unidas Podemos y sus líderes. Por eso, Yolanda Díaz se guarda mucho de comparecer en actos pseudoelectorales con Ione Belarra e Irene Montero, madres de la decadencia del partido de los círculos, y prefiere aparecer con Ada Colau, Mónica Oltra o Mónica García, con hojas de servicio más favorables. Los morados son hoy un lastre en la conformación de una candidatura de izquierdas pragmática y posible dirigida a un elector más templado. La entrevista con el Papa en El Vaticano supuso ayer subir un escalón más en la conformación de ese liderazgo ambicioso. No es baladí ni anecdótico que la vicepresidenta lograra un encuentro no solo con el gran líder espiritual de la religión mayoritaria de los españoles, sino también con un Jefe de Estado, en esa variante diplomática e institucional que define también una codicia política. Que la cita fuera trabajada de forma discreta y eficiente por su equipo sin conocimiento del presidente del Gobierno ni de Unidas Podemos hasta pocas fechas antes de hacerse pública demuestra que Yolanda Díaz maquina propósitos que no incluyen a terceros, en los que maneja tiempos, discursos, complicidades, hitos ministeriales y estrategia. Es una amenaza cierta y en crecimiento para Pedro Sánchez como recogen las encuestas, que refrendan su capacidad para pescar en el río pantanoso de la gobernanza y eludir mejor que otros el desgaste de una gestión aciaga. Con todo, está por determinarse si el talento y el olfato políticos acompañarán a la vicepresidenta como aspirante consistente y con posibilidades de revertir la tendencia bajista global de la izquierda y de incluso soñar con el sorpasso al socialismo y ganarle el pulso al resistente Sánchez. Más allá de los intereses concretos y en disputa de los partidos en el gobierno, de su pugna cainita, lo esencial es que son responsables de un tiempo sombrío y decadente de la democracia española y que en justicia deben pagarlo con su derrota en las urnas.