Editorial
Estados Unidos se acerca al abismo
Kamala Harris plantea un problema serio, el de la imagen de una radicalización aún mayor de las posiciones de los dos grandes partidos, en un momento en el que la sociedad norteamericana sufre una grave polarización.
Los demócratas estadounidenses pueden verse obligados a competir por la Casa Blanca de la mano de la actual vicepresidenta, Kamala Harris, representante del ala más radical del partido y cuyo desempeño a lo largo de la legislatura apenas ha llegado a la percepción de la opinión pública, más allá de su fracaso, inevitable, en la gestión de los flujos de inmigración irregular que va a ser, sin duda, uno de los asuntos estrella de la campaña presidencial.
Pero su eventual designación como candidata plantea un problema serio el de la imagen de una radicalización aún mayor de las posiciones de los dos grandes partidos, en un momento en el que la sociedad norteamericana sufre una grave polarización, atizada por políticos imprudentes y saturada de campañas de desinformación que ha tenido su redoble de tambores tras el intento de asesinato del ex presidente y candidato republicano Donald Trump.
Por supuesto, tienen los demócratas un mes de tiempo añadido para encontrar un reemplazo que no actúe como un espejo de la propia radicalidad del contrario, pero el apoyo expreso del candidato dimisionario, Joe Biden, a su vicepresidenta y la realidad de una campaña que se echa encima, con las urnas a cuatro meses vista, dejan poco espacio a reflexión.
Más aún, cuando el partido demócrata corre el riesgo de una implosión, dividido y, sobre todo, con las heridas abiertas que ha dejado una batalla soterrada, llena de golpes bajos, entre el círculo presidencial de Biden y el sector de los «notables» del partido, incluyendo por supuesto a algunos de los medios de comunicación más influyentes entre el progresismo oficial estadounidense, que consiguieron a golpe de declaraciones cainitas y desprecios personales frustrar el intento a la desesperada del todavía inquilino de la Casa Blanca de forzar al Comité Nacional Demócrata para que adelantara su nominación a través de una votación virtual de los delegados, sin esperar a su propia Convención.
Ciertamente, Joe Biden no se encontraba en un momento espléndido de salud y sus lapsus y despistes se habían vuelto más frecuentes, especialmente, desde el primer debate con el candidato rival en el que apenas fue capaz de hilar un argumento y de responder a un Trump, no lo olvidemos, que se ha forjado la carrera política en el más acabado populismos de los realities televisivos. Aun así, nunca se ha hecho público un diagnóstico de sus médicos que le inhabilitaran por razones mentales para la candidatura. Lo que ha pasado es que la han derrotado las encuestas. Habrá que esperar a que se confirme la nominación de Kamala Harris, pero todo apunta a que los Estados Unidos se asoman al abismo de una campaña anclada en los extremos, en la descalificación del contrario y en el agravamiento de la ya ancha brecha social.
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