Editorial

Horas extra con la «máquina del fango»

La novedad estriba en la voluntad de enrocarse en el error y en el recurso histérico de apuntar su máquina del fango contra figuras absolutamente respetables de la oposición política.

La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría
Fútbol/Champions.- Pilar Alegría: "El Barça es admirado por los equipos de Europa, son referentes en el fútbol femenino"Europa Press

Es realmente indescriptible la facundia de la ministra portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, a la hora de tomar por tontos a unos ciudadanos que, en su inmensa mayoría, todavía son capaces de distinguir entre una mentira flagrante y una verdad palmaria, aunque al ritmo que ha impuesto el Gobierno a la «máquina del fango» nadie pueda asegurar que, como en la ficción de Orwell, al final de la legislatura lo blanco sea negro y viceversa. Porque si la intervención de la portavoz tras la reunión del Consejo de Ministros sirve de pista para comprender lo que se entiende en La Moncloa por respeto a los hechos, que son la materia primordial sobre la que se lleva a cabo la gestión de un país, ciertamente la sociedad española tiene un problema, y no menor, con este Gobierno.

Algo tan sencillo, tan saludable en las relaciones sociales y, a la postre, tan placentero para cualquier persona comprometida con el bien común como es rectificar una equivocación patente y pedir disculpas por el yerro se convierte en un imposible ontológico cuando se trata de este Ejecutivo, en el que ministros convertidos en agentes electorales de sus propias candidaturas regionales se despojan de cualquier atisbo de racionalidad para zaherir al adversario y olvidan que la responsabilidad del cargo les obliga ante todos los administrados, que sin distinción ideológica sufragan con sus impuestos el sostenimiento del Estado, incluidos los sueldos, dietas y demás prebendas de la ministra Pilar Alegría o del ministro Óscar López, por citar dos casos de contumacia en el error y ceguera sectaria.

Dos miembros del Gobierno que han acuñado una nueva acepción de la expresión monclovita del «cambio de opinión» con ese «son interpretables» unos mensajes escritos hace cuatro años en los que uno de los interlocutores, un capitán de la Guardia Civil, expresa su temor a que unos sicarios venezolanos contratados por el Gobierno de Pedro Sánchez le coloquen una bomba-lapa. Como es sabido, tras una oportuna manipulación de los textos, se hizo decir exactamente lo contrario al oficial de la Benemérita, hoy contratado por la comunidad de Madrid, lo que propició que unos ministros que carecen de cualquier atisbo del principio de prudencia se lanzaran a degüello contra la UCO y la presidenta Díaz Ayuso.

Se argüirá, y es cierto, que no es la primera vez que los miembros del Gobierno se meten en un jardín similar por hacer seguidismo de noticias sin confirmar o por alentar bulos que no aguantan ni horas, pero, en este caso, la novedad estriba en la voluntad de enrocarse en el error y en el recurso histérico de apuntar su máquina del fango contra figuras absolutamente respetables de la oposición política a quienes desde el Consejo de Ministros se insulta y se acusa falsamente de conductas reprobables. Nunca se vio a un gobierno español tan nervioso, desconcertado y a la defensiva.