Editorial

Otro brindis al sol de Sánchez con Palestina

Cabe preguntarle al presidente del Gobierno si de verdad cree que se puede impulsar un estado palestino sin las garantías de que no derivará en un califato islamista, financiado, por supuesto, con el dinero de la Unión Europea y de los Estado Unidos.

Pedro Sanchez en el Pleno del Congreso que vota la amnistia
Pedro Sanchez en el Pleno del Congreso que vota la amnistia. David JarDavid JarFotógrafos

El presidente del Gobierno proclamó ayer su liderazgo internacional y anunció que España estaba preparada para reconocer al Estado Palestino, lo que fue muy aplaudido por las bancadas progresistas del Congreso. Por supuesto, nos hallamos ante uno de esos clásicos brindis al sol tan caros a Pedro Sánchez porque, como señaló acertadamente el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, la solución de los dos estados, que está en la raíz de los acuerdos de Oslo, precisa de la implicación de otros países con peso, lo que no ocurre en el momento presente.

Sabe, además, Sánchez, o debería saberlo, que son las principales potencias árabes de la zona, especialmente Egipto y Arabia Saudí, las menos interesadas en dar carta de naturaleza a una Palestina dominada por los terroristas de Hamás, movimiento integrista vinculado a los Hermanos Musulmanes y punta de lanza del odiado enemigo iraní. De hecho, el régimen de los ayatolas es el único que se ha empeñado en la actual crisis bélica, a través de los grupos guerrilleros libaneses y yemeníes que controla, mientras que la posición del gobierno de El Cairo ha sido la de establecer un estricto «control sanitario» con Gaza para evitar que se reavive la resistencia de los integristas, batidos a sangre y fuego tras la primavera árabe y su indiscutible victoria electoral.

En realidad, si hay una estrategia en marcha en Oriente Próximo no es, precisamente, la que aboga por el status de los palestinos, sino la del reconocimiento pleno de Israel por parte de sus vecinos árabes, lo que, sin duda, está detrás del brutal ataque terrorista sufrido por los israelíes el pasado 7 de octubre. Por otra parte, cabe preguntarle al presidente del Gobierno si de verdad cree que se puede impulsar un estado palestino sin las garantías de que no derivará en un califato islamista, financiado, por supuesto, con el dinero de la Unión Europea y de los Estado Unidos.

Queda muy bien ante la parroquia progresista –la misma, por cierto, que rechaza cualquier política que refuerce nuestros medios de Defensa en el marco de la OTAN– emplazar a Israel a que abra negociaciones con los asesinos y violadores de mujeres, niñas y ancianos desarmados y que utilizan a su propia población, cautiva bajo una tiranía inaudita, como escudos humanos, pero, sin negar el tremendo coste en vidas de la ofensiva israelí, creemos que merece el respaldo inequívoco de España una democracia asentada, como es Israel, que lleva dos décadas bajo el constante lanzamiento de proyectiles desde la franja de Gaza y la frontera libanesa. Sin la tolerancia y «comprensión» del terrorismo palestino que está tan extendido en las sociedades occidentales, de clara connotación antisemita, tal vez, se hubiera podido poner término al crecimiento del extremismo en Tierra Santa, y, entonces sí, hubiéramos visto los efectos de la paz.