Elecciones gallegas

Vox se queda fuera del Parlamento gallego

Los de Abascal mantienen los malos resultados de hace cuatro años y sigue siendo residual en esta comunidad

El camino de Santiago tiene una ruta tradicional que une, en una misma línea, el País Vasco con Galicia. Sin embargo, y a pesar de los orígenes gallegos del líder de Vox y sus intentos por conseguir asentar el partido en esta comunidad, aún se le resiste la «terriña».

Vox inició su peregrinaje con la idea de ser la llave de Compostela con el bordón que le otorgaron los resultados generales del pasado 23 de julio. La dirección nacional tenía la esperanza de que, si se repetían los resultados que la formación obtuvo en Galicia, donde recibieron el apoyo de 77.014 (4,79%) –aunque no logró representación en el Congreso de los Diputados por este territorio–, extrapolado a los comicios autonómicos podrían entrar con fuerza. Los de Abascal buscaban la «épica» de ser decisivos e imprescindibles, romper con la hegemonía de los populares y que los de Feijóo se vieran abocados a tener que reeditar los pactos que mantienen con ellos en hasta seis comunidades erigiéndose así, en el freno de la izquierda o el «rescate» de la derecha. Sin embargo, el veredicto de los gallegos dejó a Vox con 32.479 votos, menos que lo logrado en La Coruña en los comicios generales donde alcanzaron hasta 33.606. Aun así, en este territorio sube en más de 3.000 con respecto a las autonómicas de 2020.

Sabían que la hazaña era difícil, pero mantuvieron la guardia alta y en ningún caso barajaron la posibilidad de una rendición.

Durante la campaña, se encararon con los medios, los partidos y todo aquel que les quisiera hacer responsable de la posibilidad del avance de los nacionalistas o de la pérdida de votos de los populares a costa de negarse a dar un paso atrás. «No me ha asustado ETA, no me van a asustar los titulares». «Hemos tenido que acostumbrarnos a pelear contra la amenaza, el chantaje y el insulto», dijo el propio Abascal y advirtió de que lo que había padecido su formación política durante estos comicios «no lo padece ningún partido en Europa».

El objetivo de Vox era batallar contra la «ingeniería social» y revertir las políticas que, aseguran, «viene adoptando el Partido Popular en la comunidad gallega y que, consideran, «en algunos casos, son indistinguibles de las del PSOE». En esta ocasión, el líder de Vox no solo se encomendaba al apostol, también al «efecto Milei». Sabedor del peso del voto exterior y las raíces de la población gallega con Argentina, esperaba que el éxito de Javier Milei arrastrase a los gallegos a confiar en la formación que lidera Abascal.

Vox implementó sus esfuerzos en La Coruña y Pontevedra donde más posibilidades de triunfo veían a juzgar por los resultados obtenidos en las elecciones generales, con la idea de doblegar a las encuestas. Tenían mucho que ganar y poco que perder debido a que partía de cero aunque se jugaba poder implementar territorialmente al partido algo que sigue sin poder consolidar.

Vox se presentó a estas elecciones con una cara desconocida, al menos en la esfera nacional: Álvaro Díaz-Mella. Por ello, el partido apostó por el peso de la marca y el tirón de sus líderes nacionales. También trataron de movilizar al electorado abstencionista que erigió como «decisivo» para el cambio de rumbo en Galicia convencidos de que así éste podría ser suyo al tiempo que apelaba al votante desencantado del PP. Sin embargo, hay quien dice que Vox «sigue sin entender el gallego».

En medio de la crisis del campo los de Abascal reivindicaron un sector del que siempre ha hecho bandera. En un territorio que cuenta con más de 6.000 ganaderos trataron de dar voz a sus reivindicaciones y hacer frente a «esas políticas que les están arruinando el campo y la mar» y que atribuyeron a la pinza pactada en «perfecta coalición -PP y PSOE- en Bruselas y en el Parlamento Europeo». Sin embargo, ni con ello convencieron al electorado.

El liderazgo de Santiago Abascal aparentemente no saldrá dañado del fiasco en Galicia, habida cuenta de que se preveía el resultado y, además, porque acaba de ser reelegido presidente de Vox durante otros cuatro años sin oposición. De hecho, el partido decidió adelantar la Asamblea General Extraordinaria en la que se revalidó la presidencia con una nueva Ejecutiva el pasado mes de enero.

Abascal compareció tras el escrutinio y reconoció que el rendimiento cosechado por su formación no es «un buen resultado», al tiempo que lamentó el triunfo de «la estafa política» que, denuncian, representa el Partido Popular. "Ha perdido el separatismo y su cómplice socialista, pero no mucho, ha ganado la estafa política que aplica políticas separatistas, izquierdistas y condena a muerte al campo, la industria y la pesca con la Agenda 2030 y el Pacto Verde", ha dicho el líder de Vox.