Pedro Sánchez

España, hacia la deriva de la «política de frentes»

«No hay salida sin dos líderes nacionales que asuman que su obligación es ceder y pactar»

Pablo Casado y Pedro Sánchez, en el debate electoral de las elecciones del 10-N junto a los líderes de Vox, Unidas Podemos y Ciudadanos
Pablo Casado y Pedro Sánchez, en el debate electoral de las elecciones del 10-N junto a los líderes de Vox, Unidas Podemos y CiudadanosBernat ArmangueAP

La exhumación de los restos de Franco es la decisión más significativa, posiblemente porque ha sido la única que se ha adoptado, del balance del ejercicio legislativo de 2019. Y este año que acaba pasará también a la historia como el año en el que la nueva repetición electoral confirmó el meteórico ascenso de Vox hasta convertirse en la tercera fuerza más votada en el Congreso de los Diputados. El mandato de Pedro Sánchez desde la moción de censura que le aupó a La Moncloa no tiene mayores aportaciones ni políticas ni legislativas ni económicas, aunque la parálisis se puede retrotraer hasta las elecciones generales de 2015. Desde entonces, cuatro convocatorias de elecciones generales y poco más que unos Presupuestos Generales del Estado del Gobierno de Rajoy y de los que sigue viviendo el Gobierno socialista.

La perspectiva de lo que puede traer el nuevo Gobierno de Sánchez que se perfila en la negociación del PSOE con ERC no da más garantías ni en estabilidad ni en productividad por los pilares tan incompatibles en los que tiene que sostenerse. Y aunque las encuestas retratan el hartazgo de la sociedad civil con esta situación, el pesimismo y el cansancio se respiran también en el ámbito político.

Los políticos están cansados de sí mismos. Echan la culpa a los que militan en otras siglas de no estar a la altura de las circunstancias, pero nadie se mueve de las posiciones en las que se instaló después de las elecciones generales de junio de 2016. Desde mucho antes la agenda nacional la controla la agenda de los partidos independentistas y son los veteranos de los dos principales partidos los únicos que aportan algo de sentido común, pero ya desde fuera y sin que les escuchen los que toman ahora las decisiones. Coinciden en advertir de que «esto no tiene arreglo hasta que no haya dos líderes nacionales que asuman que su obligación es ceder y pactar». Desde el 10-N Sánchez y Pablo Casado han hablado sólo para confirmar en una foto que están en desacuerdo en todo.

Mientras, el Gobierno en funciones sigue «calentando» el acuerdo con ERC, pero la sensación de los últimos días es que se ha perdido el control de la situación. Incluso con acuerdo. Desde las filas socialistas se insiste en que Oriol Junqueras está decidido a facilitar el Ejecutivo de Sánchez, aun sabiendo que lo que pide no está en la mano del candidato socialista y que el contenido de la negociación de la «mesa» que exigen tendrá que ser más «humo que hechos tangibles». Luego ya se verá cómo se maneja esta otra agenda de exigencias secesionistas que sólo puede llevar a la frustración, porque según lo que cuenta la parte socialista, a Junqueras lo único que le interesa es romper con JxCat, diferenciarse de Carles Puigdemont, salirse «de debajo de sus pantalones» y marcar un camino distinto. Dicen también que asume que el objetivo de ERC no es ganar las próximas elecciones autonómicas, sino sumar con el PSC y reeditar otro tripartito como el del Tinell. Todo esto es lo que dicen los socialistas de lo que «realmente» busca ERC. Como el Gobierno de Rajoy también contaba que Junqueras era «el moderado», y que nunca llegaría hasta dónde llegó, por lo que ha sido condenado a 13 años de cárcel por delitos de sedición y malversación.

Es verdad que, una vez investido Sánchez, la capacidad de control de ERC para que se cumplan sus exigencias está limitada, salvo por el detalle no menor de que su voto es imprescindible para que el líder socialista consiga sacar adelante unos nuevos Presupuestos que le den oxígeno para aguantar al menos dos años más, hasta el ecuador de la Legislatura. Aunque aplicando su manual de supervivencia, en su partido no descartan que sea capaz de incluso más y hasta sin Presupuestos, al menos hasta que se acerque un nuevo ciclo electoral autonómico y municipal. Pero ERC no tiene capacidad de tumbar al Gobierno socialista si echa a andar, porque no hay mayoría alternativa para sacar adelante una moción de censura, y en esto se explican también las prisas del PSOE por votar la investidura. El desgaste es brutal ahora, pero una vez en La Moncloa, como dice el refrán, «ande yo caliente...».

“Gobiernos que no gobiernan”

Sánchez cree que tiene margen para «engañar» a ERC, que puede entretenerla y al mismo tiempo limpiar su imagen del coste de hipotecar su investidura a las cesiones al independentismo. Salvo por otro pequeño detalle, que cada semana necesitará en el Congreso de los Diputados el visto bueno de los secesionistas para sacar adelante sus proyectos. Puede entenderse que esto no es problema porque España ya se ha acostumbrado «a gobiernos que están, pero no gobiernan». La cita es de un ex ministro del PP que se marchó de la política con Mariano Rajoy.

Pero lo que sí está claro es que una vez que se ponga en marcha el «Gobierno Frankenstein», el discurso del líder de la oposición respecto a que no puede facilitar la investidura, pero sí facilitará acuerdos de Estado, se deshará como un azucarillo. No habrá políticas transversales, y éste es el gran drama para el interés general, porque cada uno de los dos principales partidos estará preso de las fuerzas que les empujan por los extremos, el PSOE, de Podemos; y el PP, de Vox.

«El mantra de los pactos de Estado es una salida de Casado para rebajar la presión por su supuesta falta de colaboración para evitar el pacto con el independentismo. Pero no tiene más continuidad que la de quedarse en un discurso. Ni Sánchez podrá proponer nada que disguste a sus socios, ni Casado podrá ofrecer nada que le deje espacio libre en la oposición a Abascal», sentencian en el Comité de Dirección popular.

No puede haber reformas de Estado con este reparto de los apoyos parlamentarios, y en ningún caso tampoco pueden activarse soluciones para resolver la situación en Cataluña sin que estén basadas en un pacto entre los dos principales partidos nacionales. Por tanto, la realidad devuelve los discursos a la casilla de salida. «Vivimos en una política de frentes y de aquí no se puede salir mientras al mando del PSOE y del PP no haya dos líderes que asuman su responsabilidad histórica para volver a la etapa de los grandes acuerdos nacionales».