La investidura de Sánchez

Desafectos a España

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el líder de Podemos, Pablo IglesiaslarazonAgencia EFE

Resulta evidente que la actual situación de España no mueve al optimismo ante lo que se prevé a partir de mañana, al menos para quien comparta un código de valores asentado en la Ley natural, con una cosmovisión que integre la familia, el patriotismo y el respeto a la verdad, entre otros. Esta afirmación es nítida a la vista de los pactos políticos que estamos presenciando, meras transacciones para garantizar los apoyos necesarios para mantenerse en el poder, y sin vinculación aparente con el bien común.

Pero, ante este nada optimista escenario, nuestra reacción no es, ni debe ser, la desesperanza, y mucho menos la inacción o la resignación. El guineano Robert Sarah afirma rotundo que «la esperanza no consiste en un plácido optimismo». En efecto, la esperanza es un rudo combate. Nuestra serena confianza en la victoria final radica, no en nuestras limitadas fuerzas ni nuestro menguado poder, sino en saber que batallamos por una sociedad realmente más justa, solidaria y humana con la ayuda de quien afirmó que no tuviéramos miedo, pues Él «ha vencido al mundo». Suya es la victoria y a ella aspiramos. También sucederá así aquí y ahora, en esta España nuestra tan maltratada por políticos que «parecen actuar como una banda de malhechores repartiéndose el botín».

Lo patético es que todos los desafectos a España están unidos en torno a Sánchez, mientras enfrente se prioriza el interés personal y partidista al interés de España.