Coronavirus
La falacia de la geometría variable: Podemos y Ciudadanos siguen siendo incompatibles
Podemos y Ciudadanos siguen siendo incompatibles. Arrimadas no podrá avalar el proyecto económico de Iglesias. Sánchez encarga que se recomponga la mayoría de investidura para los Presupuestos
Esta semana se ha cerrado con la impresión de que las cosas cambian en la política de alianzas del Gobierno. Pero más bien ha parecido que cambian, cuando lo que realmente ha habido es una jugada política inteligente por parte de la líder de Ciudadanos (Cs), Inés Arrimadas. Sin moverse de su posición de siempre ha marcado el espacio propio que su partido perdió por la decisión de Albert Rivera de bloquear de manera ininteligible para su electorado todos los acuerdos con el PSOE.
El Gobierno, en una situación de máxima debilidad por la falta de apoyos, ha aprovechado la última votación de la prórroga del estado de alarma, y la postura de Cs, la misma de las votaciones anteriores, para tomar oxígeno con la recurrente expectativa de la geometría variable. Dibujando un panorama que deja al PP arrinconado, al lado de Vox, para dar aire al mantra de la «extrema derecha» que corean de manera recurrente desde la izquierda.
Ciudadanos y el PSOE ya no son dos líneas rectas paralelas sin ningún punto de unión, como forzó Rivera en su última etapa de liderazgo. Pero de ahí a imaginar que la crisis sanitaria, y la económica y social, van a hacer que se integren Podemos y Cs en la misma ecuación a favor de Sánchez hay un largo trecho, y así lo admiten todas las partes implicadas en una imposible cuadratura del círculo. «Es un espejismo».
Arrimadas puede incluso volver a apoyar que continúe el estado de alarma, con cambios y nuevos avances en la cogobernanza, pero en su entorno advierten de que Sánchez se encuentra ante el mismo dilema sobre sus alianzas que el que resolvió después de las elecciones generales. Entonces optó por Podemos y los independentistas, y ante la reconstrucción económica y social «Podemos tendrá que renunciar a imponer su ideología y su programa económico si Sánchez quiere contar con el voto favorable de Ciudadanos», avisan en el equipo de Arrimadas.
El problema sigue siendo la incompatibilidad de socios, por más que desde Moncloa trasladen que confían en cabalgar la crisis a lomos, unas veces de ERC y Podemos, y otras, de Ciudadanos y más siglas.
Arrimadas ha sentenciado en el Congreso una condena casi total a la gestión del Gobierno socialista de la pandemia, y en su equipo observan con grandes recelos el discurso del Gobierno que dice que van a trabajar duro para incorporar de nuevo a ERC en su bolsa de apoyos. Con el tema catalán ahogado por la fuerza de la pandemia los votos de Cs pueden fluir en algún caso a favor del PSOE. Pero el eslogan de la geometría variable se desmonta en cuanto se enfrentan dos líneas rojas para ERC y Cs. En el caso independentista, la «mesa» entre el Gobierno catalán y el Gobierno central para discutir el «conflicto», el referéndum de autodeterminación y la situación de los presos. En el caso de Cs, su oposición frontal a esa negociación bilateral.
La crisis económica y social deja fuera de lugar esa agenda, pero ERC insiste en colocarla en primera línea para volver a la cartera de socios del Gobierno, y desde Moncloa dan largas a la manera de Sánchez. No le ponen fecha, pero tampoco dicen que no esté ya en sus planes.
Los movimientos políticos circunstanciales distraen la atención del centro del problema que en cuanto a las alianzas tiene que gestionar el Gobierno socialista. La debilidad es inherente a los apoyos que Sánchez eligió para afrontar una Legislatura que en ningún caso incluyó como posible variable tener que administrar una crisis como la que deja el virus.
En el PSOE ya lo dicen, la coalición y la recesión son incompatibles, aunque Moncloa no se plantee la ruptura con Iglesias ni tampoco con nacionalistas e independentistas. Al contrario, Sánchez quiere seguir con los mismos compañeros de viaje, y su vicepresidenta, Carmen Calvo, tiene el encargo de recuperar las complicidades que han saltado por los aires por la excepcionalidad del estado de alarma.
Los Presupuestos son un reto inmediato porque las cuentas de Cristóbal Montoro (PP) están superadas por todos los costados por las nuevas cifras de gasto público, paro, déficit y deuda. Sánchez quiere sacar estos Presupuestos con sus socios, y el Gobierno va a trabajar en ello. Como principal objetivo, y dando por hecho que con PP y con Cs pueden haber acuerdos puntuales en materia económica, igual que ocurre en comunidades y ayuntamientos, pero no más.
El PP ya ha dado claras señas de que en estas circunstancias no quiere acuerdos con el PSOE, que, entre otras cosas, considera lesivos para sus intereses políticos. Ésta es una realidad. Pero tan firme es esa realidad como el hecho de que si Sánchez hiciera un gesto claro de que quiere contar para la reconstrucción con el líder de la oposición como socio principal, a éste no le quedaría margen para seguir atrincherado en su oposición de enmienda total.
Por tanto, por debajo del mensaje que se fabrica para la ciudadanía lo que hay es una decisión del presidente del Gobierno de intentar ganarse de nuevo a sus socios de investidura, también a ERC, a pesar de sus deslealtades durante el estado de alarma. La «carta» de Cs les sirve para presionar a estos socios de que hay otras alternativas, pero en realidad lo socios lo que están midiendo, como así hacen todos los demás partidos, es el coste-beneficio de mantener la alianza que en su día llevó a Sánchez al Palacio de la Moncloa.
Las decisiones de futuro no serán ya sólo aportaciones al «escudo social» que se atribuye el vicepresidente Pablo Iglesias. Lo que viene es una etapa dura y que necesitará de medidas duras, de ajustes y de difíciles negociaciones con la UE para conseguir financiación sin condiciones extremas. Y ante esto lo que aparece es una burbuja engañosa en la que todos están más pendientes de la intención de voto que de levantar los puentes para la reconstrucción conjunta. Arrimadas no tiene nada que perder, y mucho que ganar, si mantiene la mano tendida a levantar esos puentes.
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