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Política

Rajoy predica el «no» a Sánchez

El ex presidente aconseja a la dirección del partido que no acuerde con quien le echó de La Moncloa. En la cúpula influye más Aznar, que envuelve también su «no» en un inviable Ejecutivo de concentración

Dos años después de la moción de censura el ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy se ha convertido en un firme defensor del «no» al acuerdo con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Su predicamento dentro de la cúpula popular no alcanza la dimensión que tiene el del otro ex presidente popular José María Aznar. No ya sólo porque la relación personal con Pablo Casado es distinta, aunque cuiden las formas, sino porque Aznar tiene a sus escuderos dentro del equipo de dirección del partido y con Rajoy se fueron, o fueron apartados, todos los que estaban entonces en su núcleo de poder.

No obstante, Rajoy actúa en estos momentos dentro del PP como uno de los firmes defensores del «no es no» a Pedro Sánchez. No interfiere ni tiene una relación directa y continua con Casado y con la cúpula popular, pero cuando ha tenido oportunidad de dar su opinión ante el debate sobre la posición del PP en esta crisis, Rajoy enarbola el «no» a quien promovió la moción de censura que le echó del Gobierno. Posición que no matiza por las circunstancias excepcionales que marcan la agenda sanitaria y económica.

El ex presidente Rajoy se construyó un perfil más moderado y de centro por oposición al de Aznar en su última etapa política, pero ahora instruye al PP sobre la inconveniencia de optar por el camino de cerrar acuerdos con el Gobierno. Rajoy no se ha fiado nunca de Sánchez, y la negligente gestión de la pandemia le justifican, a su juicio, para sostener que el PP se equivocaría en estos momentos si sostiene a la coalición de izquierdas con pactos que están condenados a fracasar. La moción de censura contra Rajoy no se hubiera podido ejecutar de no interferir en la política la sentencia del caso Gürtel de mayo de 2018, que condenó la corrupción del PP entre 1999 y 2005. Esa sentencia penal fue el motor del líder del PSOE. En su última etapa como presidente del Gobierno Rajoy hizo bandera de cinco grandes pactos de Estado, que no llegaron a nada porque el clima político, como el de ahora, estaba en las antípodas de la negociación y el acuerdo. Pero ésta fue incluso su bandera para forzar su última investidura.

Aznar tampoco anima al PP a buscar canales de acuerdo con Sánchez. El «no» lo edulcora en algunas ocasiones con la propuesta de un Gobierno de concentración, inviable incluso desde el punto de vista de la asimilación interna en el partido y por la militancia. Pero en el fondo Rajoy y Aznar, tan separados en lo político y en lo personal, están ahora unidos en el mismo duro rechazo a lo que representa la figura del presidente del Gobierno.

Ésta no es la línea que en los últimos meses viene propugnando el otro ex presidente, el socialista Felipe González, que sí ha abanderado la necesidad de que la crisis de la pandemia lleve a aparcar diferencias y a buscar grandes acuerdos para afrontar los problemas económicos y sociales que deja la Covid. En línea con lo que reclama el tejido empresarial y los principales agentes sociales. En una de sus últimas declaraciones, en una entrevista con Carlos Alsina, en «Más de Uno», en Onda Cero, Felipe González elogió el perfil del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, quien se está significando ante esta tragedia por su empeño en tender puentes y aparcar el ruido de la confrontación de partido.

Casado siente más cerca y más fuerte la presión del «aznarismo» que de Rajoy. Dos años después de tomar las riendas del partido, se ha hecho con el control efectivo de la organización a nivel nacional y territorial. Las elecciones han ayudado a facilitarle la renovación de las listas con su equipo, sobre todo en el Congreso de los Diputados. Pero si el «sorayismo» no fue nunca una corriente alternativa a su proyecto, sí continúa sin haber resuelto el problema de división que ya existía en el PP en tiempos de Rajoy. El pulso entre «duros» y «blandos» o entre «cospedalistas» y «sorayistas» ha mutado ahora a un dualismo entre la dirección nacional y las direcciones territoriales (salvo la Comunidad de Madrid) por diferencias estratégicas y de posición política. Fuera de Madrid desentona el discurso de sus líderes en el Congreso.

Pero, además, la división está también dentro de Génova por la lucha de poder entre la Secretaría General, con Teodoro García Egea al frente, y la portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo.

La diferencia es que en este último pulso, una de las partes, la portavoz, agrava el problema de la división porque se siente autorizada a «ir por libre, no necesita la política, el PP fue quien la buscó a ella, y sus opiniones están por encima de los argumentarios populares», según explican dentro del Grupo Parlamentario.

García Egea pugna por mantener bajo control al grupo frente a las «inercias individualistas».

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