Cayetana Álvarez de Toledo
Abascal agita al PP con su apoyo a Álvarez de Toledo
Aprovechan sus intervenciones para «desnudar» la falta de respaldo en el partido a la portavoz
Vox tiene un dominio perfecto de la escena para encontrar la palabra o la iniciativa que más pueden incomodar al PP. La alabanza y el apoyo que ayer brindó el líder de esta formación, Santiago Abascal, a la portavoz parlamentaria popular, Cayetana Álvarez de Toledo, consiguió el efecto buscado, agitar al principal partido de la oposición y desestabilizar la figura de la portavoz en el Congreso de los Diputados –dentro del partido, porque ella se siente plenamente respaldada por su presidente nacional.
Pablo Casado está atado a su decisión personal de incorporarla al PP para ese puesto de primera línea contra todas las advertencias que en su día le hicieron en su equipo de Madrid y desde las estructuras territoriales del partido. Álvarez de Toledo llegó para pisar la cumbre del PP con un fuerte debate detrás, y el debate ha ido creciendo internamente, lo que no ha callado a la portavoz sino que ha dado más fuerza a su actitud de ir por libre sin someterse a condicionantes estratégicos. Su apoyo es el ex presidente del Gobierno José María Aznar. Y, en consencuencia, Casado.
Abascal hizo justo ayer lo contrario de lo que han hecho en el partido de Casado y dijo también justo lo contrario de lo que piensa la mayoría del PP fuera de círculo que rodea a Álvarez de Toledo.
En un Pleno en el que los dos líderes, el del PP y el de Vox, compitieron en dureza en su discurso contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, Abascal salió en defensa de Álvarez de Toledo por haber acusado la semana pasada al vicepresidente del Ejecutivo, Pablo Iglesias, de ser «hijo de un terrorista» y pertenecer a la «aristocracia del crimen político». El encendido apoyo de Abascal a Álvarez de Toledo cayó en la herida del PP: Vox le dio el apoyo que no ha recibido dentro de su partido. Al malestar le puso voz la semana pasada el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, al hablar de «espectáculo» y de «perder los papeles», cuando se le preguntó por las declaraciones de Álvarez de Toledo sobre el padre del vicepresidente.
La mayor parte de la intervención del líder de Vox tuvo como objetivo buscar la confrontación con el líder de Unidas Podemos, en una estrategia compartida por los dos polos, que les retroalimenta. Esta estrategia puede beneficiar a los intereses de Vox y de Podemos, pero en el PP siguen divididos sobre dónde debe estar el centro de su política de oposición. Y sobre hasta qué punto Vox debe estar como referencia en el diseño de la misma. La crítica a la gestión socialista es compartida en todos los ámbitos del PP, en Madrid y en las comunidades autónomas. Pero con distintos registros y líneas rojas. La cúpula popular traslada a sus dirigentes territoriales la imagen de que están en permanente competencia con Vox en el Congreso por ver quién eleva más el tono, y que esa competencia existe incluso dentro de la dirección nacional.
Álvarez de Toledo ha cogido las riendas de la posición más dura en lo político y en lo social. En esto último, también se ha colocado más cerca del discurso de Vox sobre el feminismo o la violencia machista que del mensaje de otras compañeras de partido como la ex ministra Ana Pastor. De hecho, no acudió a la manifestación del 8-M, pero no por razones sanitarias ante la pandemia de la Covid-19, sino porque entonces se señaló con esta decisión dentro de la discusión ideológica que copaba el debate de aquellos días. Quién iba y quién no iba, si estaba representado el bloque del centro-derecha o no. PP y Ciudadanos apoyaron las manifestaciones.
Las enmiendas no son sólo periféricas, también se las hacen desde la dirección popular. Álvarez de Toledo se ha convertido en un quebradero de cabeza porque tapa al líder nacional, fija posiciones personales que alimentan la polémica y, además, genera tensión interna. Mantiene un pulso con la Secretaría General del PP. También se enfrentó al PP vasco que presidía Alfonso Alonso, y ha plantado cara a Feijóo, al replicar que si al presidente gallego no le gustó su acusación contra Pablo Iglesias, a ella tampoco le gustan algunas de sus declaraciones. Desde Génova reconocen que es una «bomba de conflictos», pero que esta apalancada en el cargo salvo que ella decida coger la puerta y marcharse,
Abascal exhibió ayer una encendida defensa de la portavoz del PP. Calienta así a una parte del electorado de la derecha y descoloca internamente a los populares. «Demonizan a Vox mientras glorifican al terrorismo. Usted ha llamado terrorista a todo el mundo: a Juan Roig, Rodrigo Rato, Felipe González, Amacio Ortega. Luego viene a rasgarse las vestiduras porque una diputada le recuerda el pasado terrorista de su padre». sentenció, haciendo suya la expresión utilizada por la «número tres» del PP.
«Yo creo que Iglesias quiere una guerra civil. En su vanidad y fanatismo es capaz de provocar cualquier drama en España», concluyó Abascal.
A sabiendas de que de esta manera colocaba el foco en la tibieza del PP ante los ataques de la izquierda contra la diputada.
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