El desafío independentista

El mártir Torra: «De Barcelona al cielo»

Planeaba convocar elecciones en octubre o noviembre pero el coronavirus trastocó su planes. Ahora tiene la intención de autoinmolarse como héroe del «procés» y desgastar a ERC

El presidente de la Generalitat Quim Torra, sentado en su escaño en el Parlament
El presidente de la Generalitat Quim Torra, sentado en su escaño en el ParlamentQuique GarcíaEFE

Recibido con aplausos en el Parlament y con unos diputados republicanos doblegados que, forzados por las circunstancias, votaron en contra de tres propuestas de resolución de Ciudadanos, el PP y los Comunes para convocar de inmediato elecciones en Cataluña. Así llegó el presidente de La Generalitat, Quím Torra, tras su numerito en Madrid ante el Tribunal Supremo, pendiente de su inhabilitación definitiva. Si ello se consuma, lo que parece probable antes del uno de octubre, Torra tiene la intención de autoinmolarse como un auténtico mártir del «procés» y, en consonancia con el fugitivo Carles Puigdemont, subrayar la represión de la justicia española contra el independentismo. Catalogado como un héroe por los suyos, frente a una Esquerra Republicana resignada, Torra empieza la cuenta atrás para los comicios en febrero del año próximo. Como prueba de su resistencia numantina y campaña a favor del separatismo, se le escuchó una profética frase en los pasillos de la Cámara: «De Barcelona al cielo».

En su entorno reconocen que en julio Torra planeaba convocar elecciones en octubre o noviembre. Pero las cosas se trastocaron al partirse el PDeCAT y arbitrar Puigdemont su nuevo partido, JuntsxCat. A finales de agosto, tras su intervención en la Universidad Catalana de Verano, el presidente acude a la localidad francesa de Cotlliure para encontrarse con Puigdemont. Ambos visitan la tumba de Antonio Machado y mantienen una larga reunión. Hablan de las elecciones y El Puchi le convence de no avanzar los comicios y alargar la Legislatura. «Déjalo correr», le dice el fugitivo a su sucesor con el objetivo de desgastar a ERC y consolidar su nuevo proyecto político. A cambio, Torra exige una remodelación del Govern, a su manera, para debilitar aún más a Esquerra y expulsar a los consejeros díscolos. Los dos pactan el discurso de hoja de ruta hacia la independencia. «No meteré a Cataluña en una carrera electoral irresponsable en plena pandemia», asegura tajante Torra. El tiempo corre y todo queda ya en manos del Supremo.

Ahora, una vez sea firme la inhabilitación, el todavía presidente de La Generalitat piensa atrincherarse en el Palau, aunque sin atribuciones, lo que dejaría al Govern en un verdadero caos y vacío de poder. A lo sumo, el vicepresidente Pere Aragonés podría firmar algún decreto urgente, dado que ni Torra ni Puigdemont piensan cederle la presidencia. En paralelo, y con el Govern en funciones, el presidente del Parlament, el republicano Roger Torrent, debe proponer un candidato de los grupos parlamentarios. Si la investidura resulta fallida, como todo parece indicar, se convocan elecciones de forma automática en un periodo de cincuenta y cuatro días, lo que coincide con las fechas anheladas por Torra y Puigdemont. «Todo está calculado», afirman en su entorno, bajo una victimista campaña de líderes represaliados y arrojados al vacío por la justicia española en medio de una crisis monumental.

En su conversación en Cotlliure pactaron agotar la Legislatura catalana, aplazar las elecciones hasta febrero y rechazar la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez sin contenido. Quím Torra ha dejado muy claro que la decisión de convocar es solo suya y ello trastoca los planes de ERC, dónde deseaban las urnas en el mes de noviembre para evitar su desgaste. Pero El Puchi y su sucesor son partidarios de agotar el calendario y convocar los comicios de forma automática, una vez agotados todos los plazos. Impiden así también la posibilidad de que el actual vicepresidente del Govern, el republicano Pere Aragonés, pueda acceder a la presidencia de La Generalitat, en la tesis reiterada por Puigdemont de que «a ERC, ni agua». El tiempo juega a su favor para consolidar su nuevo partido JuntsxCat, quemar a Esquerra y aislar al PDeCAT, dónde aún se mantiene el otro ex presidente, Artur Mas.

En este escenario de resistencia numantina, una vez sea definitiva su inhabilitación por el Tribunal Supremo, Torra tiene planeado atrincherarse en el Palau de La Generalitat: «Un confinamiento político», dicen en su entorno. Los planes de El Puchi y Torra amenazan con un vacío absoluto de poder en La Generalitat, ya que el inhabilitado presidente no tendrá margen de decisión. Pero este caos tampoco rebaja sus pretensiones. «Mejor un Govern sin president que uno de ERC», advierten en su entorno. En este escenario, los republicanos han tirado la toalla para adelantar las elecciones y está por ver su posición definitiva ante los Presupuestos de Sánchez, una vez que Pablo Iglesias abandera las conversaciones con Gabriel Rufián y Bildu en contra del voto a favor de Ciudadanos. Si finalmente ERC apoya las cuentas públicas, su desgaste sería enorme: «Nos darían la campaña hecha», aseguran en JunsxCat como prueba de su traición al «procés». Perdida la esperanza de agotar su mandato, inhabilitado por el Supremo, el 131 presidente de La Generalitat planea ya su retirada. Cuando deje el Palau, dispondrá de una oficina como ex presidente y seguirá trabajando por la independencia.