
Mi perro no ladra
Homenaje a José Enrique Serrano: un profesor de Estado logra una tregua en el PSOE
Fue un hombre que influyó de verdad en España, el hilo discreto que conecta a los socialistas

Hace tiempo que cada vez que Felipe González abre la boca, en Moncloa sube el pan. El expresidente se ha convertido, por delante del PP, en el mayor atizador del PSOE de Pedro Sánchez, donde, aunque se le respeta, no se le tiene muy buena estima. En parte, porque aún le ven queriendo mandar tres décadas después de abandonar el poder. Pero este martes no dijo ni mú. «Hoy solo hablamos del homenajeado», dijo cuando los periodistas le preguntaron por las «chistorras» y las «lechugas». No hubo manera de meter al expresidente en la cocina, que no quiso perderse el tributo que su fundación rindió a José Enrique Serrano.
¿Que quién es? Se puede decir que fue, en sí, el Estado. Y, claro, como supo tanto de él, se erigió en profesor de muchos socialistas. De los que estuvieron y de algunos de los que están, aunque a Serrano se le vinculó siempre con el socialismo clásico, ese viejo PSOE, esa vieja guardia contra la que se rebeló Sánchez. José Enrique Serrano murió el 10 de junio a los 75 años. Ese día, buena parte del elenco socialista se puso de luto.
Fue el hilo discreto que trabajó como jefe de gabinete para el propio González y para José Luis Rodríguez Zapatero en Moncloa. Tal es la veneración de su figura que en el partido hay quien se lleva las manos a la cabeza al recordar que Sánchez no le eligió a él, sino a Iván Redondo. «Un vendedor de humo frente a un genio», cuenta otro de esos asesores que se mueven entre bambalinas. El homenaje, como no podía ser de otra forma, reunió muchos rostros ilustres de todas las etapas del PSOE en el poder. Y ninguna fue una mala cara. Por un rato, no hubo manos gestos ni tirones de orejas ni miradas que matan. Se vio al ministro Félix Bolaños, el único ministro que se sentó en el Ateneo de Madrid, departiendo con González animadamente.
La ejecutiva del PSOE de hoy, el de los perros, estuvo representada con Enma López, que sí lanzó algún ladrido, pero leve, cuando ensalzó que Serrano «jamás dijo una palabra que podría dañar» al PSOE. Puede que Narcís Serra o Javier Solana, compañeros de orquesta de González pensaran: «Felipe, ni caso». El exsecretario general de la OTAN, esa de la que Trump quiere echar a España, se alegró mucho de ver a Pilar Goya, viuda de Alfredo Pérez Rubalcaba, el otro hombre de Estado que tanto anhela el PSOE. También estuvo Elena Valenciano, la otrora «número dos» del partido. El PSOE es un partido de territorios.
Castilla–La Mancha envió una amplia delegación: un expresidente, José María Barreda, y un presidente, Emiliano García–Page, otro de los que suben el precio del pan cuando hablan. Aunque este martes, en esa tegua, se alineó con el Gobierno y dijo que Víctor de Aldama había tenido muchos años de «fabulación». Horas antes, la ministra Pilar Alegría dijo en Moncloa que Aldama era una «ficción». Nadie vio venir a Page y al Gobierno compartiendo argumentario.
Pero la memoria de José Enrique Serrano obró el milagro, incluso el del entendimiento con el PP. En el Ateneo, rodeado de socialistas, se sentó Carlos Aragonés, el que fue jefe de gabinete de José María Aznar. González, que estuvo acompañado por su hija María, fue quien mejor describió a su colega: «No sabía decir que no cada vez que le ofrecían un compromiso. Podía hacer mucho mejor a los ministros a los que servía. Tenía el patriotismo constitucional. Era un anclaje, un gran servidor público, un hombre de Estado y hacía más grandes a los hombres de Estado a los que servía. Se puede decir que estaba casado con el BOE».
Poco antes de que el expresidente González tirara de labia, habló Zapatero. Pero lo hizo en boca de Elena Valenciano, porque le fue imposible estar: «Fue un hombre de Gobierno y de partido. Representó el progreso y la lucha. Tuvo lealtad y dedicación absoluta». No estuvo Zapatero, pero sí hubo «zapaterismo» en el Ateneo: Pepe Blanco, el exministro «lobbista», y Elena Salgado, la exministra de Economía que se empezó a comer la crisis económica de 2008 que tanto le costó ver a Zapatero.
El Congreso pesó en el homenaje. No solo porque está muy cerca del Ateneo, sino porque llamó a votar a Carlos Aragonés, que se tuvo que ir en pleno acto. Además, su presidenta, Francina Armengol, se sentó con su predecesora, Meritxell Batet. No se sabe si hablaron de informe de la UCO. El PSOE, de vez en cuando, sabe llevarse bien. Algunos lamentan que mueran hombres como Serrano, porque son el tipo de personas, dicen, que tienden puentes, que no levantan muros para encerrar a una parte del país, la que vota derecha o la que vota izquierda.
España va perdiendo a quienes la forjaron ley a ley. Serrano profesionalizó Moncloa y sentó cátedra como jefe de gabinete. Era otro país y otra forma de hacer política. Ayer llovió en Madrid y, por primera vez en meses, no hubo garrotazos ni reproches. Bolaños fue el último en salir y fue el más codiciado. Se nota que los viejos socialistas quieren saber qué traman los nuevos, porque no les gusta nada lo que están haciendo. El ministro de Justicia es el ministro de asuntos pringosos, y ayer fue el designado por Sánchez para firmar la tregua.
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