Opinión

De Txillarre a Moncloa pasando por Perpiñán

La elección de ERC y EH Bildu como apoyo de los Presupuestos no es casual; lo acordado comenzó a fraguarse en un caserío de Elgoibar en 2001

Gabriel Rufián y Mertxe Aizpurua
Gabriel Rufián y Mertxe AizpuruaEUROPA PRESS/E. Parra. POOLEuropa Press

Recientemente se han aprobado en el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado para 2021. Con este instrumento en sus manos Pedro Sánchez asegura la estabilidad de su Gobierno hasta el final de la legislatura. Se empeñan en destacar el gran número de apoyos conseguido entre los grupos parlamentarios, “el mayor de la democracia”, dice la ministra de Hacienda, pero no nos engañemos, solo intentan esconder a los realmente relevantes, aquellos sobre los que descansa el acuerdo. Y su elección no es casual, EH Bildu y ERC, o lo que es lo mismo, los herederos de ETA y los golpistas catalanes.Los mismos que han acompañado la estrategia del PSOE y ahora de Podemos en los últimos años.

Lo acordado con la aprobación de esos presupuestos comenzó a fraguarse en 2001 en un caserío próximo a Elgoibar de nombre “Txillarre”. Un desconocido Rodríguez Zapatero, recién llegado a la secretaría General del PSOE, decidió que para hacerse un hueco necesitaba, a la vez que firmaba el acuerdo por las libertades y contra el terrorismo, jugar una baza diferente para lograr el final de ETA. Intuía que engañar al Partido Popular, a las víctimas del terrorismo y a millones de españoles, le iba a rentar mucho más políticamente que el seguidismo de un Gobierno que ya tenía a la banda contra las cuerdas. Y decidió explorar su propia vía. Obsesionado con la derrota de la República en la guerra civil, consideraba a ETA consecuencia directa de aquel enfrentamiento y por tanto, siendo su origen político, no debía terminarse con ella desde la acción implacable del Estado de Derecho sino desde la negociación política.

Así pues, decidió autorizar los encuentros entre Eguiguren y Otegui de modo que, tejiendo complicidades y pagando un precio político por el final del terrorismo, pudiera presentarse en su momento ante la opinión pública como el gran hombre de Estado que arriesgó todo para conseguir poner fin al problema más angustioso de España, el terrorismo.

Todos sabemos lo que vino después tras su victoria en marzo de 2004. Zapatero, con el proyecto de traición a España y al Estado de Derecho ya en marcha, tenía que desandar el camino andado. Tocaba autorizar formalmente el diálogo con ETA con una resolución del Congreso y así lo hizo en mayo de 2005. Tocaba permitir el regreso de su brazo político a las instituciones y lo hizo. Primero autorizando sus marcas blancas PCTV y ANV y en mayo de 2011 devolviéndoles la marca original tras una bochornosa resolución política del Tribunal Constitucional.

Simultáneamente en enero de 2004 Carod Rovira pactó con ETA en Perpiñán que, sin sangre en Cataluña, ERC apoyaría su proyecto de ruptura de España, proyecto que finalmente se concretó el uno de octubre de 2017 y que sigue vigente.

Hoy Sánchez, cegado por el poder y rehén de Iglesias, culmina la vergüenza iniciada por su predecesor en aquel ya lejano 2001. Pero al timón de España no está Pedro Sánchez sino su Vicepresidente segundo; más listo y con un plan perfectamente diseñado para ser ejecutado: cambiar la monarquía parlamentaria por una confederación de repúblicas comunistas de inspiración bolivariana. En definitiva, como ya anticipó “romper el candado del 78”. Y mientras tanto, a cambio de los apoyos de esta semana, se sigue acercando terroristas al País Vasco, se preparan indultos para los golpistas y se apoya el “derecho a decidir”.

Esta es la realidad de España, por eso los presupuestos que hoy sirven en Moncloa se amasaron en Txillarre y se hornearon en Perpiñán. Y nos los presenta en la mesa del palacio un chef que, estúpidamente, no sabe que quien realmente elabora la carta es aquel al que considera su jefe de sala.

*Carlos Urquijo fue delegado del gobierno en el País Vasco y es Director del proyecto Dignidad de la Fundación Villacisneros