
Opinión
Un filósofo contra la peste
La operación de designar a Illa como candidato del PSC es arriesgada y osada

En Cataluña si no es por una cosa es por otra pero todo comicio se puede presentar como un plebiscito. En febrero, doble: el clásico independentismo sí o no y esta vez se podrá valorar con el voto la gestión de la pandemia por parte del Gobierno Sánchez. La operación es arriesgada y osada. Puede ser un gran fiasco retirar en plena pandemia y sin horizonte claro al Ministro de Sanidad, que se ha echado a la espalda todo, si al final se queda en simple mamporrero de la Esquerra o puede ser el “hombre tranquilo” que ponga serenidad en la efervescencia catalana. Para que el movimiento tenga éxito estratégico y político Illa tendrá que ser el Presidente socialista de un tripartito de izquierdas en unas elecciones en las que las fuerzas constitucionalistas (no independentistas) consigan la mayoría. Illa ha demostrado ser un hombre disciplinado capaz de hacer un cóctel sensato entre la resiliencia y la resignación cristiana. Llegó por cuota, en sus primeros días en el Ministerio el Vicepresidente Iglesias le birló el despacho grande…luego llegó la pandemia, ha dado la cara sin perder los nervios, ha masticado las contestaciones, ha elaborado dardos de un veneno exquisito, ha ejecutado las decisiones que tomaban en Moncloa con habilidad de cirujano, ha mentido sin pestañear (el martes en la tele pública por ir a lo más reciente)…la mentira ya no cotiza a la baja en política. Un filósofo para luchar contra la peste que vuelve a la política en el escenario más complejo y con las emociones disparadas. Tendrá que atrapar a los que huyen de Ciudadanos, pescar entre los comunes y llevar a los colegios a los que alguna vez votaron socialista. Enfrente sabe que tiene al independentismo que quiere su mitad y al Partido Popular de Madrid.
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