La "guerra" y las generales
Los partidos se preparan para un adelanto electoral
La versión oficial de Moncloa no convence ni a los socios ni a la oposición, que no descartan que incluso sean en otoño
La guerra de Ucrania empieza también a tener sus efectos en la agenda de la maquinaria electoral de los partidos. Ni socios ni oposición se creen la negación de Moncloa de un adelanto de las elecciones generales, y los efectos de este conflicto en Europa están sirviendo para confirmar las sospechas sobre la posibilidad de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no se resista a la tentación de apretar el botón de las urnas antes de tiempo.
El PNV lo viene advirtiendo desde hace meses, a pesar de que Sánchez comprometa su palabra solemnemente a que no vaya a ser así. Ahora, la excusa la puede encontrar en un escenario económico y político excepcional, de guerra, y que requiere de un Gobierno estable y fuerte.
En las filas socialistas mantienen que Sánchez «sólo se vería obligado a convocar elecciones si acumula derrotas parlamentarias». Pero el argumento no es infalible porque lo han utilizado otros Gobiernos y han acabado convocando comicios antes de tiempo. Y ante las necesidades que impone la política para la guerra, Moncloa sabe, igual que lo saben sus socios, que la ayuda puede que se la acabe dando antes el PP de Alberto Núñez Feijóo que los partidos de la mayoría de investidura. Además, el pacto del PP con Vox en Castilla y León tiene el recorrido que tiene, y a Moncloa no se le escapa que el perfil de Feijóo puede ser más potente que la campaña de la izquierda para desgastar a las siglas populares por ese acuerdo con Santiago Abascal.
Por delante viene un calendario en el que Sánchez intentará sacar ventaja de su papel internacional en las cumbres europeas y como anfitrión de la cumbre de la OTAN en junio, en Madrid. Este contexto concede al presidente un importante protagonismo mediático, pero también es cierto que el conflicto ha terminado por arruinar todas las previsiones económicas del Gobierno y se está llevando también por delante las expectativas puestas en los fondos de reconstrucción de la Unión Europea. Las medidas fiscales para contener el impacto de la subida energética y de la cesta de la compra es difícil que neutralicen el malestar social y la conflictividad en la calle, que el Gobierno teme que acabe estallando una vez que pase el impacto emocional de la catastrofe humanitaria de Ucrania.
La hipótesis de un adelanto electoral pesa también dentro del equipo que rodea a Feijóo, y que se espera que siga estando en puestos de relevancia tras el Congreso del PP de abril. De hecho, la posibilidad de que las generales se celebren antes de plazo está en la hoja de ruta del próximo presidente nacional del PP.
Con la pandemia normalizada, pero la situación económica bajo la amenaza de colapso, el tiempo juega en principio en contra del presidente del Gobierno. Aquella previsión de un final de Legislatura en el que rentabilizaría los fondos europeos hace aguas, y la presión de la espada de Damocles del BCE, por la retirada de los estímulos, genera una presión sobre la prima de riesgo española que puede afectar a las decisiones económicas y también políticas.
Por supuesto, la guerra y sus consecuencias también se llevan por delante los planes que Sánchez pudiera tener con ERC, un socio desacreditado en este contexto por su visión del conflicto en Ucrania y con el coste reputacional de las informaciones sobre las reuniones y el acercamiento independentista al presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Hay un riesgo claro, que no se escapa a los consejeros áulicos del presidente, de que cuanto más avance el calendario, más difícil será aglutinar la misma mayoría de investidura, y esto hace que haya interlocutores que ya te reconocen que el análisis deja poco espacio para la duda, pero el problema está en encontrar una justificación sólida para desprenderse de la «rémora» de Podemos «con el fin intentar atraer al electorado de izquierdas y también de centro sin que esta ruptura sea penalizada en las urnas». La coalición en sí está rota desde hace tiempo por más que la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, exagere su capacidad de actuar como pegamento entre las dos partes.
Las elecciones municipales son otra fecha clave en el calendario inmediato ya que el aparato socialista tiene mucha capacidad de movilización en estos comicios nacionales y, por eso, pueden servir para activar la maquinaria electoral a favor de la causa de Sánchez en Moncloa. Las municipales se celebrarán en mayo de 2022, pero antes está la cita en Andalucía, en donde se medirá por primera vez el efecto Feijóo en unas elecciones fuera de Galicia. Andalucía es territorio cómodo para el líder gallego porque tiene buena acogida y su perfil suma entre un electorado del PP más cómodo en la moderación. Al PSOE le pueden salir bien esas elecciones si el PP no consigue una mayoría suficiente que le evite depender de Vox. Y para eso necesitará que Ciudadanos logre la hazaña de la supervivencia política contra todos los pronósticos demoscópicos. En el nuevo Gobierno andaluz ya no habrá margen para que el PP mire al legado de Pablo Casado, a fin de buscar responsables.
Pero, hoy, la duda es a quién puede perjudicar más la incertidumbre actual.
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