Opinión

Lo que acontece en Ucrania, no queda en Ucrania

En el Metaverso no llenarán sus estómagos con alimentos virtuales, se los llenará, como siempre, “nuestra gente del campo”

La tonelada de cebada y de trigo ha subido entre 3 y 6 euros en el mercado español
La tonelada de cebada y de trigo ha subido entre 3 y 6 euros en el mercado españollarazon

Lo que acontece en Ucrania, no queda en Ucrania. Los efectos de la decisión invasora de Vladimir Putin, provoca una sombra que alcanza todo el planeta. Es una bomba de racimo, con la etiqueta de «crisis alimentaria mundial». Al club de los problemas de la Covid-19, el cambio climático y el shock energético se incorpora una escasez mundial de alimentos, que en palabras del Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, podría durar años, provocando una «ola de hambre y miseria sin precedentes».

El suministro por parte de Ucrania y Rusia de cereales y oleaginosas, se ha complicado. Y no es un tema menor, pues ambos proporcionan el 12% de las calorías comercializadas en el mundo. Los alimentos básicos han aumentado su precio, y ello hace que, como indica The Economist, el número de personas que no pueden tener asegurado el alimento pase de los 440 millones a los 1.600 millones, lo que deriva en casi 250 millones de personas al borde de la hambruna.

Si sigue la volatilidad de los precios del barril Brent, la falta de acceso a los combustibles rusos, la paralización de los flujos comerciales de Ucrania y se prolonga la guerra, cientos de millones de seres humanos podrían caer en la pobreza, extendiéndose la conflictividad social. ¿Quién pagará el precio más alto? No lo duden: los de siempre, los más vulnerables.

¿Estamos ante vaticinios de ciencia ficción? No. Hay que ser muy ingenuos para no concluir que los alimentos son un arma de alto poder destructivo. Un ariete de lo que se ha venido en denominar «guerra híbrida». Las aguas de Ucrania están surcadas por sus minas –cientos de ellas a la deriva– a fin de evitar un desembarco anfibio en Odessa y Rusia, mientras tanto, bloquea su puerto. No es de extrañar que el Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, expresara que, a pesar de que los graneros ucranianos están llenos, el bloqueo de sus puertos tendrá un alto coste: «Mayor de lo que la gente puede imaginar».

Casi un 30% del trigo y la cebada mundial la producen Rusia y Ucrania, en torno al 15% del maíz y un 75% del aceite de girasol. Solo Ucrania aporta las calorías que demandan 400 millones de personas.

China es el mayor productor de trigo del mundo. El año pasado las lluvias retrasaron la siembra, previéndose la peor cosecha de su historia. India, que es el segundo mayor productor, padece temperaturas extremas. Estados Unidos y Francia padecen falta de lluvia. El sudoeste de Europa padece condiciones secas y la sequía en el sur de la Península Ibérica afecta negativamente a los cereales de invierno. Muchas zonas y demasiados problemas.

Ucrania tiene sus silos llenos y en breve se cosechará, no habiendo lugar donde acoger el producto, con el riesgo de echarse a perder. Y la guerra, impide la nueva cosecha por falta de insumos. Tampoco Rusia lo tiene fácil, pues tiene vetados productos europeos que necesitan para sus nuevas cosechas.

Muchos países restringen las exportaciones de productos de alimentos y también las exportaciones de fertilizantes. El comercio de alimentos puede perder fuelle. En España no se prevé que falten, pero sí es seguro que suban de precio, y mucho.

El juego cruzado de culpas está servido. Pro Putin y pro Zelensky. Los unos y los otros. Y entre tanto, en riesgo de pobreza extrema cientos de millones de personas y una inflación galopante.

Hay que desbloquear el Mar Negro para que puedan salir los cereales de Ucrania (equivalen al consumo anual de todas las economías menos desarrolladas del mundo). Rusia ha de permitir el transporte marítimo de Ucrania. Ucrania ha de desminar lo minado. Y Turquía tiene que permitir escoltas navales a través del Mar Bósforo.

España, integrante de la Unión Europea, tiene mucho que decir. Apostar por una diplomacia con más transparencia y claridad de objetivos que en la crisis que mantenemos con Marruecos,Argelia y el Sáhara. Sin titubeos, es decir, no enviando a rastras nuestros compromisos con Ucrania.

Sin ser rehén de unos socios de gobierno que entienden este conflicto como algo ajeno, que no debe ocupar nuestras energías porque el mundo se arregla con música de fondo de Lennon y Yoko Ono. Y más Europa, es decir, menos populismo y radicalidad.

Ahora que se revisa la nueva Política Agraria Comunitaria habría que meditar lo que está pasando: introducir los principios de garantía del suministro y reservas estratégicas como bien señala el exministro Manuel Pimentel. La globalización hace aguas y el dinero acude en forma de inversión al campo, y a la PAC, sin sentimiento ni corazón, al tiempo que los agricultores, que nunca fallan, comienzan a cansarse.

Muchos gritarán por la hambruna que se avecina. Muchos sacarán los repertorios de adjetivos. Pero esto no se arregla ni a golpe de tuit ni a golpe de eslogan. Un país serio es el que hace las cosas serias, y en este mundo tan convulso, las ocurrencias no van a desbloquear los problemas que impedirán que millones de personas puedan acceder a los alimentos. En el Metaverso no llenarán sus estómagos con alimentos virtuales, se los llenará, como siempre, nuestra gente del campo.