Gobierno

Sánchez se aferra a la coalición

El presidente y su círculo más próximo creen que es su obligación mantener el pacto actual frente a la opinión contraria de dirigentes territoriales del PSOE

Pedro Sánchez, ayer, con el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom
Pedro Sánchez, ayer, con el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros AdhanomMARTIAL TREZZINIAgencia EFE

Moncloa necesita frenar este clima de opinión en el que se está instalando la idea de que la coalición de gobierno está sentenciada y no llegará a las próximas elecciones autonómicas y municipales de mayo del año que viene. Para dirigentes territoriales del PSOE, la coalición y las alianzas en el Congreso son un problema, al que achacan en buena parte el desastre electoral de Andalucía. Sin embargo, para el presidente, Pedro Sánchez, no. Por eso, en las últimas horas ha habido reacción, con interpelación a la vicepresidenta Yolanda Díaz, para que se eche el freno en la batalla dialéctica entre los dos partidos.

Sánchez y su círculo en Moncloa creen que su obligación es aferrarse a la coalición, una posición que justifican incluso en sus datos y estudios demoscópicos sobre las percepciones del electorado de izquierdas. Están convencidos de que la salida que tienen para movilizar a la izquierda exige, pese a todo, trabajo conjunto con Podemos y en un buen clima de entendimiento, justo lo contrario de la inercia en la que se han metido los dos socios de gobierno.

Éste es el peor momento que PSOE y Podemos atraviesan en las encuestas desde que echó a rodar la Legislatura por el desgaste propio y por el revulsivo que ha supuesto para el PP la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la dirección del partido.

También es el momento más tenso en su convivencia. Se suman el pulso militar, el pulso fiscal, las diferencias en política exterior... En prácticamente cada una de las cuestiones que colocan encima de la mesa encuentran motivos, sobre todo desde la parte morada, para señalar sus diferencias y resaltarlas en la arena pública.

Los riesgos

Sánchez coincide con quienes consideran que el ruido y la imagen de división sólo perjudica a las dos partes y desmoviliza aún más al votante de izquierda. Cree que la coalición, como sea, tiene que aguantar hasta el final de la Legislatura, por interés conjunto, ya que el fracaso del experimento sólo podría redundar en un mayor alejamiento de sus votantes.

«Hay que superar el tema militar. Y eso pasará. Si la derecha piensa que esto va a ser un paseo militar se equivoca. Nos quedan algunas banderas», analizan en ese círculo próximo al presidente del Gobierno.

Por cierto, que desde el lado socialista apuntan que la vicepresidenta Yolanda Díaz es de la misma opinión que Sánchez. Sobre lo que opina la tercera «pata» del Gobierno, la representación directa de Podemos, hay más dudas, porque en esa estrategia la decisión final no está en la dirección visible del partido ni en su cuota en el Consejo de Ministros, sino en la influencia en la sombra de Pablo Iglesias. En todo caso, en un momento en el que la imagen que da la coalición es de colapso absoluto, con consecuencias, además, sobre la aprobación de los próximos Presupuestos Generales del Estado (PGE), lo que dicen los que hablan con el presidente del Gobierno es que «la coalición debe llegar hasta el final de la Legislatura, y con orgullo».

En el camino tienen «piedras» muy complicadas para que puedan mantener esta unidad. Las malas perspectivas económicas, las decisiones que puedan derivarse de la crisis y las reformas que todavía no se han aprobado y que están comprometidas con Bruselas para que en enero se ejecute otro desembolso de los fondos europeos.

Retoques impopulares

Ahí entra la segunda parte de la reforma de pensiones, pero también otros retoques impopulares en materia de ajuste de gasto e ingresos vía impositiva (peajes, impuesto al diésel), por ejemplo.

Además de la presión electoral, porque todo lo que suceda a partir de septiembre tendrá efecto en las elecciones de mayo, y las expectativas para Podemos en esos comicios de carácter nacional no son nada buenas. Los morados tienen que valorar cuánto les penaliza mantenerse «pegados» al PSOE en vísperas de un examen al que el partido llega con la estructura territorial muy deteriorada y el tirón de la marca sometido al efecto que pueda tener el cartel de la vicepresidenta Díaz.

Las «mareas» han resultado un fracaso y las elecciones a las que se han enfrentado en este nuevo ciclo electoral sólo han servido para debilitarles, para poner de manifiesto sus diferencias internas y, también, las incertidumbres que afectan al proyecto de Yolanda Díaz.

El peligro de Díaz

Ya hay dirigentes socialistas que están advirtiendo de que dar de comer a la plataforma de Yolanda Díaz es un error de bulto porque hay voto socialista que se puede refugiar en esa opción. Es decir, que no sumen más, sino que pierda el PSOE a costa del nuevo liderazgo de la izquierda. Hoy las encuestas dicen que la suma de PSOE y Podemos no daría para repetir coalición de gobierno porque les adelanta el bloque del centro derecha.

Pero el presidente Sánchez no comparte la opinión de que cuidar a Yolanda Díaz puede ser un problema para él, y las decisiones de partido se toman en Moncloa, como ocurre en todas las formaciones. De hecho, ni las presiones ni las críticas internas afectarán a las decisiones de reorganización electoral que Ferraz prepara en respuesta a la reciente derrota en Andalucía.

Dentro del Gobierno apuntan incluso a la debilidad política del Gabinete, y dar por amortizados nombres de ministros como el de Félix Bolaños o el de la portavoz, Isabel Rodríguez. Creen que cuanto antes se hagan los ajustes, y se opte por perfiles menos técnicos, mejor. Pero esto significaría que Pedro Sánchez se haría una enmienda a la totalidad a sí mismo un año después de la drástica remodelación de Gobierno que construyó para surfear el desastre electoral de Madrid.