El personaje

Yolanda Díaz: un salto político sin red

Con su proyecto busca políticas de izquierda que no provoquen intranquilidad

«Su propuesta resta». Esta lapidaria frase circula por la cúpula de Unidas Podemos, en especial en el entorno de sus dos máximas lideresas, Ione Belarra e Irene Montero, sobre la nueva plataforma de Yolanda Díaz. Aunque públicamente lo disimulan, el gran jefe Pablo Iglesias y sus huestes opinan que la apuesta de «Sumar» no añade activos a la izquierda del PSOE, sino que mengua y divide el espacio radical. Desde que los morados se enteraron por una entrevista televisiva de que la ministra de Trabajo pensaba iniciar una «tournée» por toda España para recabar apoyos a su proyecto político, empezaron a tirar con bala: «Parece una gira artística», ironizan. Lo cierto es que Iglesias confiesa en privado que se equivocó con el «dedazo» de nombrar sucesora a, mientras sus dos compañeras en el Consejo de Ministros, Belarra y Montero, comentan que Díaz carece de estructura organizativa y que su único aval sigue siendo la firma de Podemos. «Es una saltarina política sin red», dicen dirigentes de la formación morada, ausentes en la presentación del Matadero madrileño. Ajena a la soterrada polémica, Yolanda avanza sus planes de recorrer la geografía nacional y presentar su plataforma, que define como «transversal en una nueva izquierda».

Amparada bajo las siglas del PCE e IU, Yolanda insiste en su propuesta de la gente, fuera de cuadros y estructura de partidos, sobre la llamada sociedad civil. Todo un riesgo si se recuerdan otros experimentos similares que fueron un rotundo fracaso. En su día el entonces poderoso banquero Mario Conde intentó una operación parecida para descabalgar a José María Aznar del PP. Lo mismo sucedió con aquella Operación Reformista de Miguel Roca o la del francés Manuel Valls y su plataforma en Cataluña. Estas operaciones de laboratorio invocadas en la sociedad civil, sin estructura orgánica y territorial, se saldaron en claras derrotas. La apuesta de Díaz entraña riesgos dado que las democracias representativas se articulan a través del sistema partidario, pero ella está convencida de lo contrario. Asesorada por antiguos lugartenientes de Pablo Iglesias, como los catalanes Xavier Doménech y Jaume Asens, el dirigente radical comunista Enrique Santiago, Secretario de Estado con Ione Belarra que sí estuvo en la presentación, antiguos cargos autonómicos de Podemos, grupos ecologistas y feministas... la ministra de Trabajo inicia su campaña convencida del deterioro de la marca morada.

«Yolanda lleva a la izquierda al Matadero». Una dura afirmación entre dirigentes de UP, mientras algunos ministros del Gobierno observan como las de Igualdad y Derechos Sociales ni se hablan con su compañera, la vicepresidenta segunda y titular de Trabajo. «Parecen tres gatas en celo», dice un miembro del Gabinete. Pero Yolanda Díaz, menos arisca que Belarra o Montero, despliega sus encantos de zarina roja en guante de seda, melena rubia y modelitos de lujo, con el objetivo de encandilar a un electorado a la izquierda del PSOE desencantado con la formación morada. Yolanda inicia su gira de lanzamiento político bajo el «fuego amigo» de Unidas Podemos. A su favor tiene una personalidad más seductora y dialogante que Iglesias, y en contra, la ausencia de una estructura organizativa de partido. Está por ver cómo compagina estos frenéticos meses con la cartera de Trabajo, pues el PP ya ha pedido su comparecencia en el Congreso por varios asuntos sobre el Sepe.

Compañera de Carolina Bescansa, Tania Sánchez, Isa y Clara Serra, Irene Montero, Ione Belarra o Lily Verstringe, finalmente el líder supremo la escogió como heredera sin ser militante de Podemos. Una gallega afiliada al PCE y sindicalista de Comisiones Obreras, de quien Iglesias fue asesor cuando ella trabajaba con el dirigente del Bloque Nacionalista Gallego (BNG), José Manuel Beiras. Desde su militancia en el grupo de izquierdas En Marea llegó como diputada al Congreso. Aquí se forjó como portavoz de UP en relaciones laborales y su ascenso fue vertiginoso hasta que Iglesias la propuso ministra de Trabajo en el Gobierno de coalición social-comunista. Un puesto que Yolanda ha diseñado mediático, de protagonismo con los agentes sociales, como una de las cuatro vicepresidentas de Pedro Sánchez, aunque vigilada de cerca por Belarra y Montero, auténticos «brazos armados» de Iglesias en la coalición gubernamental. Pablo Iglesias decidió investirla como sucesora frente a su propia pareja, dejando una bicefalia para Belarra en el partido de difícil convivencia.

La gallega subió como la espuma con portadas en los medios. Para unos es simpática y cercana, para otros está entregada a los sindicatos y esconde una demagogia que la lleva a decir algunas sandeces o criticar los sueldos de altos ejecutivos de empresas privadas. Pertenece a esa casta comunista con doble vara de medir, roja por fuera, burguesa por dentro, enfundada en trajes y zapatos de alta gama, de diseñadores como su paisano Roberto Verino y los altos «stilletos» de Magrit o Manolo Blahnik. Los combina con una melena teñida de mechas rubias que se cambió hace años cuando su cabello natural, muy oscuro, la hacía bastante mayor. A sus 50 años, luce una mirada radiante, una sonrisa de labios bien maquillados. Quienes bien la conocen la definen como «una roja entre algodones», con herencia familiar de comunistas y sindicalistas que, sin embargo, no sufrieron nunca los rigores de una saga puramente obrera.

Nació en Fene, La Coruña, y estudió Derecho en Santiago de Compostela. Su padre, Suso Díaz, fue un histórico dirigente de Comisiones Obreras en Galicia. Su madre, Carmela, falleció hace cuatro años y supuso un duro golpe para Yolanda, pues estaban muy unidas. Por ello, a su única hija, Carmeliña, le puso el mismo nombre. Casada con el dibujante ferrolano Juan Andrés Meizoso, siempre cuenta que conoció a Santiago Carrillo con cuatro años, se afilió al PCE, aunque se dio de baja en Izquierda Unida tras la salida de Cayo Lara. Con puño de hierro en guante de seda, quiere un comunismo de marca blanca y carácter social. Frente a los berridos de Pablo Iglesias, Díaz busca políticas de izquierda que no provoquen intranquilidad. Veremos si lo consigue.