Derroche

El iPhone 13 de Sus Señorías

Gestos tan poco ejemplarizantes avivan el populista «no nos representan» en un momento en que las dificultades de la gente crecen

Una parte de los españoles se desengancha del debate, harta de ver lo alejados de la realidad que están sus representantes. No es bueno, democráticamente hablando. Sin duda. De ahí que gestos tan poco ejemplarizantes como la renovación de todos los móviles de los diputados del Congreso aviven el populista «no nos representan» en un momento en que las dificultades de la gente crecen. Será o no por aquello de la ejemplaridad debida, pero la agitación desencadenada por Cs, que ha hecho bandera de la renuncia a los nuevos dispositivos, nada menos que los iPhone 13 Pro, conecta con un malestar de los españoles que promete ir a más en plena crisis económica. Pintan bastos.

Es un sinsentido que la Cámara Baja vaya a gastar más de un millón de euros en la adquisición de teléfonos y tablets de última generación. Es una decisión que arroja sal en la herida que sangra con los precios de la cesta de la compra por las nubes, la factura eléctrica impagable, la subida de las hipotecas, una calefacción que será imposible encender este invierno por la carestía del gas y con millones de familias que no saben bien cómo llegar a fin de mes. Y, por si esto fuera poco, nos desayunamos este sábado con que el BOE publica las condiciones de una serie documental para autobombo televisivo de Pedro Sánchez, «Las cuatro estaciones», que mostrará lo laborioso que es el día a día de nuestro presidente y sus ayudantes en La Moncloa. Alguien deberá poner cordura, ¿no?

El Gobierno ha pasado en cuestión de semanas de sostener que el país encauzaba una robusta recuperación a admitir que las turbulencias pueden ser más graves de lo que transmitía públicamente. No es casualidad su desgaste. El hartazgo de los españoles pretende ser combatido con «empatía», una palabra que Sánchez usa continuamente. Pero me da a mí que el líder socialista va a necesitar algo mejor para sacar a sus siglas del abatimiento y de la desmovilización. Y aún más para mantener «atados» a Unidas Podemos y a sus costaleros parlamentarios. El tiempo vuela, las elecciones generales de 2023 están a un suspiro, con autonómicas y municipales en el trayecto, y los aliados del sanchismo usarán el Congreso de los Diputados como caja de resonancia de sus demandas.

En La Moncloa lo saben, aunque confíen en una aprobación sin aristas de los últimos Presupuestos Generales del Estado. En ello está el Ministerio de Hacienda, que sacó adelante en julio el techo de gasto. María Jesús Montero arrancó entonces las conversaciones con su socio de coalición, que siempre ha marcado como objetivo la reforma fiscal. La tramitación de los impuestos a las eléctricas y a la banca ha allanado el camino. Está por ver hasta cuándo... Porque Yolanda Díaz cada vez genera más recelos por el uso que hace del Gobierno para su campaña de promoción personal. Antes, el núcleo duro presidencial miraba con buenos ojos sus planes. Desde hace semanas las rosas se han vuelto espinas. Su propuesta de «topar» la cesta de la compra en grandes superficies, que hundiría a los pequeños comercios de barrio incapaces de competir, a unos meses de que vayan a elegirse los alcaldes, ha sacado de quicio al ala socialista de la coalición. «Una idiotez»: así ha despachado entre bambalinas la ocurrencia de su vicepresidenta segunda un ministro del PSOE.

Harina de otro costal es la negociación con ERC, PNV o Bildu. Ninguno de ellos va a ponerle las cosas fáciles a Sánchez. Claro. Aunque –ya se sabe– estos grupos al final mueven sus votos parlamentarios en función de las ventajas que reciban, y el presidente, metido ya en campaña electoral, está dispuesto a ser con ellos tan generoso como haga falta, sea o no lo mejor para las crisis económica e institucional que conviven en España.