Jorge Vilches

La patria del sanchismo

Resulta que para aprobar la ley de presupuestos, los independentistas piden unas contraprestaciones que nada tienen que ver con los PGE.

A raíz del 12-O el sanchismo nos habla de patria para aprobar los PGE, pero solo vemos una almoneda vergonzosa ajena a las cuentas. Que yo recuerde, la patria no es su Gobierno, ni su coalición, su programa y ni siquiera su presidente. No sé. Quizá debería olvidar todo lo que he leído y aprendido, borrar mi carrera académica, y creer lo que dice el sanchismo. Resumiendo el show. El Gobierno necesita 23 votos parlamentarios para aprobar sus presupuestos. El espectáculo para lograrlos es infumable, aunque nos hemos acostumbrado al mercadeo. Resulta que para aprobar la ley de presupuestos, los independentistas piden unas contraprestaciones que nada tienen que ver con los PGE.

Un buen ejemplo es el compromiso del Gobierno de ayudar al Ejecutivo catalán a que no se aplique la sentencia del 25% de español en las aulas. Es una condición para aprobar los PGE. No importa que se vulneren los derechos de los españoles en Cataluña ni el pisoteo a los jueces, sino que Sánchez tenga sus cuentas.

Los nacionalistas no priorizan el dinero, que ya lo tienen asegurado, sino vender en Cataluña y País Vasco que son los conseguidores que retuercen la mano a «Madrid». Quieren pasta, claro, pero también trofeos que exhibir, como los Cercanías catalanes, los Rodalies. Que esta sea una reivindicación histórica no la hace conveniente o legítima, solo vieja.

Pero no se distraigan con un juego de trenes, porque lo importante es la exigencia de «desjudicializar» el golpismo. Los independentistas piden a Sánchez que domine al CGPJ y al Tribunal Constitucional, que cierre los ojos a la oposición y a la «malvada prensa crítica», y «desjudicialice» al golpismo. Esto afecta a 1.600 delincuentes, entre ellos a Puigdemont. De hecho, solo así Oriol Junqueras podría volver a encabezar la lista de ERC.

En caso contrario, si el Ejecutivo no acepta el chantaje, ERC ha amenazado con una enmienda a la totalidad. «Lo mío, o torpedeo al Gobierno». El PNV hace lo mismo: si el sanchismo no acepta la cesión de competencias ya se puede ir despidiendo. Unos y otros hacen un frente común para exprimir al Gobierno. Da igual si los PGE son buenos. Lo importante es el trofeo.

En consecuencia, parece que los presupuestos están pensados para satisfacer a nacionalistas vascos y catalanes. Sería por tanto lógico pensar que el resto de españoles se sientan ninguneados, ciudadanos de segunda. Llegados a este punto no sé si esto es hacer patria precisamente. Se me hace difícil considerar que un trato privilegiado a quien chantajea a costa de todos sea patriótico. El patriotismo ya no es lo que era. Ahora se limita a pagar impuestos para que un Gobierno arrogante los distribuya a su antojo, y a aceptar el chantaje de las minorías independentistas y golpistas.

Cuanto más paguemos sin rechistar, más patriotas somos. Y si aplaudimos que aprieten a los «ricos», es que merecemos la medallita de «buen ciudadano». Qué bueno es para un Gobierno autoritario tener siempre un enemigo interno, ¿verdad? Y ya es de nota si vemos como progresista el trato privilegiado para minorías nacionalistas, afanadas en laminar los derechos individuales.

La patria es la Sanidad y la Educación públicas, dicen. Lo privado, no. También es patriótico gastarse dos millones de euros en la campaña de los hombres blandengues, pagar al séquito de Sánchez disfrazado de príncipe de Zamunda, financiar la huelga de juguetes de Garzón, costear las vacaciones norteamericanas de Irene Montero y su cuchipanda, subvencionar la casa y el servicio doméstico de Yolanda Díaz, que se niega a decir cuánto cuesta su vida de Mary Poppins.

¿Le parece confuso? No lo es. La patria es lo que diga la izquierda gobernante, y punto. No obstante, me temo que la patria también es esa que abuchea al paso de Pedro Sánchez, o que se calla y espera paciente a que se abran las urnas.