Estrategia de Moncloa
Sánchez prioriza Cataluña y da el Madrid de Ayuso por perdido
Encuestas internas entronan a la presidenta con un PSOE que siente la presión hasta en «el cinturón rojo»
Mayoría absoluta del PP en la Comunidad de Madrid, y los análisis demoscópicos, de Ferraz, también la dan por muy posible en el Ayuntamiento. Estas previsiones y el liderazgo que sigue sosteniendo la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, llevan a que en la «cocina electoral» de Moncloa den ya por perdida la región, una plaza amortizada para los socialistas a medio año de las elecciones de mayo, y de la que, si acaso, confían en sacar alguna ventaja pero fuera de ella, en Cataluña.
Esta conclusión, que comparten en el PSOE respecto a sus posibilidades en Madrid, ha entrado también en los cálculos con los que los más allegados al presidente del Gobierno enfocan las próximas elecciones autonómicas y municipales.
El pulso de Pedro Sánchez con Ayuso, y su política de alianzas con el independentismo, cuestan caro al líder socialista en Madrid, con un partido, además, descabezado y que siente la presión de Ayuso hasta en «el cinturón rojo» de la comunidad. Poco importa en el socialismo madrileño, en consecuencia, quién sea el que asuma el reto de liderar la lista, y si se ocupan de ello en la federación regional no es porque cambien sus expectativas electorales según el nombre mejor situado en las «quinielas», sino por la batalla por la estructura orgánica.
En Madrid se vota en clave nacional, y la figura de Pedro Sánchez tiene un peso mayor que en otras circunscripciones electorales: en el PSOE lo saben, por lo que el debate mediático sobre el nuevo «fichaje» que les vayan a imponer en este nuevo examen en las urnas tiene mucho de ruido, pero poco de convicción estratégica.
Si Sánchez mira a Cataluña es porque aparece como el único territorio en el que el PSOE cree que puede aspirar a mejorar sus resultados electorales. El problema es que ese hipotético crecimiento, donde la mayoría a día de hoy la siguen teniendo los independentistas, no puede, en ningún caso, compensar en unas elecciones generales lo que a los socialistas se les va por otros agujeros territoriales, ya sea el andaluz, por ejemplo, o el valenciano.
En la fontanería electoral socialista saben que la carambola de las últimas elecciones autonómicas y municipales, facilitada por una derecha fragmentada en tres y con un entendimiento complicado, no va a repetirse, en ningún caso. En mayo el PP no tiene nada que perder, y el PSOE sí se juega mucho a nivel autonómico y municipal.
En el Gobierno también tienen claro que la victoria táctica sobre el PP en la negociación para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Constitucional es un globo mediático, y desestabilizador de la estrategia de la dirección popular, que no es poco, pero sin más recorrido electoral. La pelea se libra en otros ámbitos, pero, por más que los estrategas socialistas echan números, no acaban de encontrar la llave con la que sumar en mayo lo suficiente como para poner sordina a una caída general que les dificultará jugar el segundo tiempo del partido electoral.
Hasta estas elecciones, Moncloa ha visto cuál es el punto débil del líder del PP y que pasa por moverle de la centralidad para «meterle en el barro y en el conflicto». La polarización se agudizará, teledirigida por los resortes de Moncloa según se aproximen las elecciones, y el PP someterá a prueba si ha sabido tomar nota de los errores cometidos en este nuevo curso político.
Ayer, Alberto Núñez Feijóo pidió que se recupere la deducción fiscal por la compra de vivienda que eliminó José Luis Rodríguez Zapatero, como también hizo Mariano Rajoy. Un titular que responde al movimiento de Génova para volver a colocarse en la economía. Sánchez y Feijóo se medirán las fuerzas con reglas distintas. Sánchez quiere ganar en el conflicto, mientras que Feijóo, después de la negociación con el Gobierno en Justicia, tiene vinculada su suerte a su capacidad de aguantar esa polarización sin perder su imagen de político fiable, que puede llegar a dar confianza a los socialistas desengañados con el «sanchismo».
En las encuestas que llegan a Moncloa el dato más preocupante, a día de hoy, es que, aunque hayan frenado la caída, y, sobre todo, hayan metido palanca en el asunto que les obsesionaba, el trasvase de voto socialista al PP, sin embargo, si hoy hubiera elecciones, Sánchez no sumaría con la actual mayoría de investidura, salvo que metiera también en la ecuación a la CUP y al partido de Carles Puigdemont.
Moncloa seguirá alimentando la tensión y la confrontación ideológica, que irá a más en enero, con el nuevo curso político. Pero su punto débil es la obsesión de Sánchez por controlar la campaña electoral, limitando la libertad de sus barones en contradicción con su modelo de partido federal. Por el contrario, Génova sí seguirá un modelo federal, de pleno respeto a lo que digan y hagan sus barones, aunque confronten con lo que dice y hace el líder nacional. Si cada uno de ellos sabe mejor que nadie lo que es bueno para su territorio, como sostiene la filosofía del actual mando, por más que la izquierda anime el choque entre Feijóo y Ayuso, o lo engorden ellos solos por ir en dirección contraria, «no habrá mensajes cruzados ni con Ayuso ni con ningún otro dirigente autonómico».
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