Jorge Vilches

“Nosotros, no”

Feijóo presenta su papel de oposición como una misión histórica, la clásica del servicio público: ayudar al país

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ayer en un acto en Madrid.
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, ayer en un acto en Madrid.Carlos LujánEuropa Press

El acto del Partido Popular se puede resumir en una expresión que Feijóo repitió varias veces: «Nosotros, no». A partir de ahí, el líder popular mostró su proyecto como un desmontaje pieza a pieza del sanchismo. No puede ser, afirmó, que el Gobierno de España sea un chollo para Bildu, como dijo Arnaldo Otegi, ni un salvador para los golpistas catalanes.

Tampoco es admisible la «diarrea legislativa», en expresión de la secretaria de Igualdad, que excarcela a delincuentes sexuales, o que crea una memoria de Estado para censurar opiniones y cancelar la historia a discreción, convirtiendo a terroristas en luchadores por la democracia. ¿Y qué decir de una ley trans que deja sin protección médica ni tutela a los menores que quieren cambiar de sexo? Es el mismo disparate que cambiar la aprobación de los PGE por la humillación de la Guardia Civil en Navarra y la eliminación del delito de sedición.

Alberto Núñez Feijóo ha entendido bien la labor de un partido de oposición, a pesar de haber fraguado su vida política desde el Gobierno. Es sencillo: moderación en la crítica a la acción gubernamental, pero contundente y cruda, aludiendo a la realidad del día a día, al bolsillo y el empleo. Y detrás de todo, España, no un partido.

Ese papel opositor, además, lo presenta como una misión histórica, la clásica del servicio público: ayudar al país. Es más fácil insultar en el Congreso de los Diputados y constituir la oposición ideal con la que sueña todo Gobierno autoritario y teatral. El sanchismo diseña un enemigo para movilizar a los suyos y esconder sus actos, y Vox lo cumple. Este juego no sirve al país cuando lo que se desea es que el sanchismo pase al baúl de los malos recuerdos.

La alternativa a la soberbia y a la arrogancia, dijo Feijóo, no puede ser contestada con la misma moneda, porque no ayuda nada a la convivencia y menos aún a sacar al país adelante. «Nosotros, no», repitió Feijóo.

Este es su estilo y proyecto: durante la tormenta, no distraerse y construir una alternativa que haga prosperar a España. Es tan básico y tranquilo que choca con una actualidad llena de furia y palabras gruesas. Este modelo quiere trasladarlo a las candidaturas autonómicas y locales, eso sí, respetando la personalidad de cada una.

Esta vertiente local es interesante. Algunos socialistas se empeñan en separar a Pedro Sánchez del PSOE, como si fuera una anomalía, un okupa de Ferraz, un extraño. Pero no es así. Fue elegido dos veces por los militantes, esos mismos que hoy se rompen las manos a aplaudir lo que diga o haga su presidente, aunque sea contradictorio lo que dijo o hizo en el pasado.

Por esta razón el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, señaló que no hay un culpable, Sánchez, y una víctima, el PSOE, sino un partido entero que es responsable y defensor del sanchismo. Los dirigentes territoriales del socialismo callan y otorgan, o dicen con la boca chica lo que deberían soltar a grandes voces si es que les importa el país. Pero tragan.

¿Todos? No. Por lo menos las ministras socialistas y las feministas del Partido Socialista pidieron la dimisión de la ministra de Igualdad, Irene Montero, por chapucera y dañina. Está bien, pero no deben olvidar que fue el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien echó a quienes se opusieron al bodrio de la «ley del solo sí es sí», como la exvicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo y Juan Carlos Campo. Fue Sánchez quien dijo que sería una ley que iban a imitar en el resto de Europa, y respaldo su aprobación.

Feijóo triunfará si consigue unir bajo la sigla del Partido Popular a todos los que se ven identificados con la frase: «Nosotros, no». Es algo más que ser antisanchista, es prometer otra forma de gobernar, con respeto a las instituciones y al espíritu democrático, sin estafas, sin indignidades. Nos hace falta un Gobierno que nos aburra, que sea un tren que nos permita mirar el paisaje sin pensar que vamos a descarrilar.