El Personaje

Inés Arrimadas, del triunfo a la derrota final

Nadie puede negarle el valor y coraje para asumir las riendas de un partido a la deriva que ella, contra viento y marea, se propuso remontar sin conseguirlo.

Ilustración Arrimadas
Ilustración ArrimadasplatónLa Razón

No hay tregua en Ciudadanos. La formación naranja que un día fue esperanza blanca, el gran partido bisagra entre el PSOE y el PP, ha entrado en fase de autodestrucción por la falta de acuerdos entre su actual presidenta, Inés Arrimadas, y el portavoz en el Congreso, Edmundo Bal. Una historia de desencuentros en la que Inés tiene el apoyo de los dirigentes regionales para consensuar una candidatura única, la llamada «tercera vía», mientras Bal logra el respaldo de los diputados del grupo parlamentario. Las espadas están en alto y, por el momento, parece muy difícil el pacto entre ambos. El pasado día 6, aniversario de la Constitución, Arrimadas y Bal escenificaron en el Congreso un fuerte distanciamiento, con declaraciones encontradas. Ella clamaba por una candidatura de unidad, que Bal considera una argucia para colocar a un «títere», manejado por la propia Inés. Así las cosas, Ciudadanos camina sin remedio hacia su extinción política, liderado todavía por Inés Arrimadas.

Es la suya la historia de un triunfo mal gestionado desde aquellas elecciones autonómicas en Cataluña en las que la joven dirigente naranja, precedida por una valiente labor como portavoz de Cs en la oposición, logró una victoria histórica sobre el nacionalismo y fue la fuerza más votada. Aquel día comenzó una larga serie de errores en el partido. Inés renunció a presentarse a la investidura en el Parlament ante la unión de los soberanistas y muchos catalanes se sintieron defraudados. Aunque no habría ganado la presidencia de la Generalitat, lo cierto es que pudo escenificar una alternativa frente al bloque independentista. Pero no fue así y sus votantes se preguntaron de qué había servido ese triunfo electoral. Inés aguantó de nuevo como líder constitucionalista en la oposición hasta que, siguiendo los pasos de Albert Rivera, hizo las maletas y se vino a Madrid.

Asumió el liderazgo de un partido en ruina electoral y embarazada. Aquel 11 de noviembre de 2019, cuando Albert Rivera anunció su salida de la política, quedó grabado para siempre en la mente de Inés Arrimadas. Habían sido íntimos amigos, estrechos colaboradores y cómplices de muchas cosas. Ella era su lideresa en Cataluña y como tal logró vencer al nacionalismo. Pero luego el destino se torció y Ciudadanos, un día formación de esperanza, quedó sumido en pedazos. Fue entonces cuando Inés, a punto de dar a luz a su primer hijo, decidió ir a por todas y tomar las riendas del partido naranja. El camino estaba lleno de espinas, pero esta joven jerezana, catalana de adopción, afrontó deslealtades, conatos de rebelión interna, deserciones y consiguió, con tan solo diez escaños, no ser irrelevante en el Congreso de los Diputados. Inés se erigió en heroína del liberalismo con el objetivo de recuperar el voto del desencanto y la abstención. Pero sus continuos vaivenes, hasta el gran error de apoyar la moción de censura con el PSOE en Murcia, marcaron un antes y un después en la deriva del partido naranja.

La debacle electoral en Madrid y Andalucía fue de campeonato. Pero Inés y Edmundo Bal forjaron una estrecha colaboración en el Congreso, eran buenos compañeros, colaboradores y amigos. Hasta que su diferente posición ante las leyes ideológicas del gobierno de coalición social-comunista afloraron las grietas. La gota que colmó el vaso fueron la ley «trans» y la del «solo sí es sí», abanderadas por la ministra podemita Irene Montero, que Bal apoyó contra el criterio de Arrimadas. Sorpresivamente, Edmundo anunció su candidatura a liderar Ciudadanos, o más bien sus despojos, en una maniobra que muchos dirigentes regionales consideran pura ambición personalista. De hecho, pocos días antes de su distanciamiento compartieron la copa navideña del partido y hasta una velada de fútbol. Ahora, ante la asamblea de Cs en enero para su refundación, a cinco meses de las elecciones municipales y autonómicas, sus posturas parecen irreconciliables.

Mujer de silueta fina, atractiva y elegante, Inés nació en Jerez, la menor de cinco hermanos, estudió en el colegio Nuestra Señora del Pilar y recibió clases de teatro. Confiesa que era una chica romántica que soñaba entonces con ser arqueóloga. La familia se trasladó a Barcelona por el destino profesional de su padre y Arrimadas estudió Derecho y Administración de Empresas. En la Ciudad Condal vivían cerca de la plaza de Tetuán, aprendió un perfecto catalán y se hizo forofa del Barça. Trabajó varios años en una consultora y en el año 2010 acudió con una amiga a un acto del entonces Partido de la Ciudadanía, germen de Cs, en el teatro Romea. Allí conoció a Albert Rivera y, dos años después, entró en la lista por Barcelona como diputada en el Parlament. Rápidamente Inés se hizo famosa por sus ataques verbales contra el separatismo y en las elecciones autonómicas del año 2017 consiguió el hito histórico de vencer al independentismo, aunque la alianza de este bloque alcanzó la mayoría absoluta.

Nadie sabe ahora si las cosas habrían sido diferentes, pero Inés decidió venir a Madrid junto a su marido Xavier Cimá, cambiar el rumbo de su vida personal y política. Y tampoco nadie puede negarle el valor y coraje para asumir las riendas de un partido a la deriva que ella, contra viento y marea, se propuso remontar sin conseguirlo.

Tras la pérdida de votos, con fugas y deslealtades, Inés se rodeó de un núcleo de fieles, entre los que destacaban el Abogado del Estado Edmundo Bal y el economista Luis Garicano, para articular un nuevo partido de centro liberal, en defensa de la unidad de España y un estilo de hacer política que ella denomina «La tercera cultura». Ahora, Garicano vuelve a mirar de nuevo al PP que un día cortejó y Bal se ha convertido en su rival más furibundo. La política le ha dado mieles y sinsabores, pero Inés Arrimadas, que un día fue una valiente heroína en Cataluña, camina ya hacia la derrota final.