Alberto Núñez Feijóo
Un relevo para ser alternativa
El aterrizaje de Feijóo en Madrid ha devuelto la ilusión y la calma al PP. El problema sigue siendo que para gobernar necesitan el pacto con Vox
Para llegar a ganar hay que creer en la victoria. Y esto es, posiblemente, lo más importante que ha recuperado el PP con el fin de la era de Pablo Casado, certificado el pasado mes de febrero, y la apertura del tiempo de Alberto Núñez Feijóo como líder nacional.
El PP sigue teniendo que combatir los mismos obstáculos en su carrera hacia La Moncloa, con Vox como el agente más disruptivo en este objetivo al poder. Pero la diferencia con la etapa anterior es que ahora el PP sí se cree que está en condiciones de ser alternativa. Feijóo ha calmado las aguas internas, y ha devuelto a los líderes territoriales su autonomía. Los cargos regionales proclaman como principal mérito del nuevo líder popular que ahora hay un equipo en Génova que cumple su palabra, del que se pueden fiar, un signo de dónde llegó a estar el problema en la etapa anterior. El mando se ejerce en Madrid, pero que Madrid no sea ya vista como una amenaza, ni cómo una injerencia conspiratoria, ha permitido que el PP se centre en concluir la reorganización territorial para disputar las elecciones de mayo.
Ciudadanos (Cs) estaba ya en proceso de desintegración cuando cayó Casado, pero la etapa de Feijóo ha servido para consolidar el desvanecimiento de la formación naranja. Aunque, realmente, lo más importante ha sido que por primera vez el PP, al llegar Feijóo, empezó a coger voto socialista de las últimas elecciones generales, medio millón, según coincidieron algunas encuestas en cuantificar. Ahí es donde se juega el PP la batalla en este año electoral y donde se decidirá la diferencia con Vox, y su autonomía, en el caso de que los dos partidos sumen más que la actual mayoría que sostiene a Pedro Sánchez.
Feijóo es un líder forjado en el gobierno, no en la oposición. Tiene a su favor la experiencia como gestor y también la experiencia en cómo se dirige un partido desde dentro. Ha llegado a Madrid sin complejos con respecto a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y con una hoja de servicios detrás que le permite no entrar en disputas de celos o en pulsos de egos. Esto puede parecer una cuestión menor, pero, en el fondo, fue lo que se llevó por delante a Casado y lo que desestabilizó al PP en estos últimos años.
Feijóo llega con una bala en la recámara. Si no consigue gobernar tras las próximas elecciones generales es muy posible que sea él quien decida gestionar una transición a un nuevo equipo, y es ahí cuando se abrirá la batalla entre Madrid, con Ayuso, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno. Pero, hasta entonces, la alianza obligada con la presidenta madrileña se mantendrá. Génova le dejará autonomía para que consolide la mayoría absoluta, que es una meta que, de ser alcanzada, suma más a Feijóo que lo que le pueda restar el fortalecimiento de su figura en las urnas.
El principal reto de Feijóo no está en el liderazgo de Ayuso, a pesar de las diferencias de criterio y hasta de intereses, sino en cómo gestionar un contexto político en el que Vox hace pinza con el PSOE para mantener lo más polarizado posible el debate. Cuando la política la marca la cuestión económica y el debate social, Vox se apaga hasta casi desaparecer. Cuando la discusión política vuelve a girar sobre Cataluña, el problema territorial o el choque ideológico, Vox se crece, en un proceso en el que se retroalimentan la izquierda y la formación que preside Santiago Abascal. Y ahí el PP tiene poco que ganar, pero no está en sus manos centrar el debate en las cuestiones que tienen más que ver con las cosas del comer.
Feijóo arranca el año electoral con unas encuestas que le siguen situando en condiciones de gobernar, pero hipotecado a Vox. Esa hipoteca es muy difícil que se desvanezca de aquí a las generales, por muy bien que le vaya al PP en autonómicas y municipales, y mal que le vaya a Vox. Y, además, Vox llega a esas próximas elecciones generales decidido a jugar sus «cartas» en una dirección opuesta a cómo lo hizo en los anteriores procesos electorales. Ahora, aunque solo sea por un escaño, exigirá entrar en los gobiernos, y estar, por supuesto, en La Moncloa.
Génova está ahora centrada en preparar una campaña de las elecciones de mayo dirigida a limitar el número de gobiernos en los que tenga que contar con Vox. No cambiará su estrategia de obviar al partido de Santiago Abascal para centrarse en su propio programa, y se enfrenta a un año en el que sus posibilidades también estarán determinadas por la evolución de la situación económica y de la crisis energética internacional. La resiliencia de la economía es una prueba para Sánchez y para la oposición porque el perfil de Feijóo se mueve mejor en el terreno de la alternativa de gestión económica que en el pulso ideológico que es el medio natural de Vox.
Para arrancar el año Génova está estudiando la posibilidad de reforzar el equipo de Feijóo, dando más forma a esa idea del Gobierno en la sombra a la que aspiran todos los liderazgos de la oposición. Y que en realidad es muy difícil de ejecutar porque los focos, en la oposición, se centran siempre en el número uno y no sectorializan el protagonismo. No es tan fácil ampliar equipos porque la política pasa un momento de déficit de credibilidad y los mejores profesionales del ámbito privado no quieren dar el paso adelante por la pérdida que les supone en ingresos y en respeto a su vida profesional y personal.
En enero el PP también buscará dar un nuevo impulso a su alternativa económica en un entorno que puede no ser todo lo favorable que en un principio presumían. El Gobierno prepara toda una ofensiva para seguir regando con ayudas y fondos europeos el clima de opinión de la calle. Y aunque la política esté marcada por las sensaciones, y el liderazgo de Pedro Sánchez haya sufrido bastante en estos últimos años por sus rectificaciones, por las alianzas y por las veces en que no ha cumplido sus compromisos, los decretos anticrisis y el resto de medidas de carácter social tienen siempre un importante efecto correctivo en la opinión pública.
Al final, puede que estas elecciones se jueguen en una ecuación muy simple y que depende de si los votos que gane el PSOE en Cataluña, por su política con el independentismo, compensan los que gana el PP fuera de Cataluña, justo por lo mismo.
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