José Antonio Vera

No es primo de Tezanos

Entrada del Tribunal Constitucional
Entrada del Tribunal ConstitucionalJesús G. FeriaLa Razon

Aunque pueda parecerlo, Cándido Conde-Pumpido no es primo de Tezanos. Eso sí, funcionará al frente del Tribunal Constitucional como un Tezano más. Como los presidentes del CIS, la RTVE, el INE, Correos o Loterías. En realidad, quien va a mandar a partir de ahora en el Constitucional es Sánchez. Adiós a la división de poderes que nunca existió. Adiós al contrapoder. Solo hay un mando único y es el del Ejecutivo, con una delegación en el Legislativo y otra en el Judicial. El más Alto Tribunal va a funcionar desde ya al unísono con Moncloa, que tiene aseguradas resoluciones a placer sobre el aborto, la eutanasia, la ley Celaá, la derogación de la sedición, el abaratamiento de la malversación o el funcionamiento del CGPJ en materia de nombramientos.

No es que María Luisa Balaguer, progresista como Pumpido al fin y al cabo, fuera a garantizar mayor independencia. Pero al menos daría cierta sensación de autonomía, cosa que con el ex fiscal general no existe ni tan siquiera en apariencia. Sobre todo en apariencia. Pumpido es tan de Sánchez como Tezanos, y hará cuanto esté en su mano para que su presidente no pierda votación alguna. Y lo hará sin el menor complejo. Igual que lo han hecho al nombrar vicepresidenta a otra progresista, rompiendo la tradición de otorgar ese cargo al sector contrario. Controlando la presidencia y la vicepresidencia tienen aseguradas todas las Salas. Es lo que importa.

Todo penoso, la verdad. Los miembros del Constitucional se quejan con frecuencia de que se les identifica con tal o cual tendencia política, según quién les haya propuesto. Se quejan, pero a la hora de la verdad sus obras les definen. Al menos a los progresistas, que decidieron reunirse por su cuenta, al margen de los conservadores, para ponerse de acuerdo con relación a la votación de ayer. Progresistas sin complejos, habría que llamarles. Pumpido, Campo y Laura Díaz han formado parte de la estructura del Gobierno, de una u otra manera. Qué se puede esperar que voten quienes hasta hace poco cumplían órdenes del Consejo de Ministros. Es indecoroso que esto pueda suceder en un país democrático. Es normal que así ocurra en Venezuela, Rusia o Argentina. También en Brasil, donde 9 de los 11 miembros del Supremo Tribunal son de obediencia lulista. Pero no debería acaecer en un país de la Unión Europea. Los jueces que han sido ministros habrían de observar un mínimo de dos años (remunerados, eso sí) de abstinencia en cualquier actividad pública, máxime si es judicial. Es así para cualquier miembro del Ejecutivo que no sea juez, pero no para Dolores Delgado, Campo o Grande-Marlaska, que pueden pasar del Gobierno a la toga sin mediar interregno alguno. Sin ninguna credibilidad, que es lo peor.

No debería pasar, pero pasa. Como lo de la sedición. El Tribunal Supremo decidirá qué, pero lo más normal es que los sediciosos del «procés» sean absueltos de sus delitos. No ya indultados, sino eximidos. Si la sedición ahora no está penada, y dado que les condenaron por sedición, podrán pedir sus abogados que sean restituidos en sus derechos previos, e incluso remunerados por el mal causado. Solo faltaría, pero a estas alturas cualquier cosa es posible. Incluso que Carles Puigdemont vuelva y se le ponga de inmediato en libertad, puesto que el Supremo dijo que aquello no fue rebelión, la sedición no existe, la malversación apenas le afecta y por un caso de desórdenes habría que concederle de inmediato la libertad condicional. Eso sí, la multa por desobedencia la tiene asegurada. Una simple sanción por declarar la independencia. Se ríe Puigdemont y se mofa Junqueras, que se podrán presentar a otras elecciones para poder hacer lo mismo, si quieren. No habrá ley que les condene. Lo bendecirá Pumpido desde el Constitucional, que para eso le han puesto. Para que santifique el referéndum, que dejará de ser ilegal y pasará a ser «no vinculante». Pero vinculando.