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Ciclo electoral

El PP, ante el 28-M: «No vamos a pactar con Vox antes de las generales»

Un año después del relevo de Casado, Génova afronta el debate sobre qué hacer con el partido de Abascal tras los comicios de mayo

El presidente del PP, Pablo Casado, y Alberto Núñez Feijóo, en octubre en La Coruña / Efe
El presidente del PP, Pablo Casado, y Alberto Núñez Feijóo, en octubre en La Coruña / Efelarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@e4c5a58

El año que ha pasado desde el motín en el PP contra la dirección que presidía Pablo Casado ha servido para cerrar las heridas internas y recuperar la unidad sobre el liderazgo nacional. Pero la cercanía de las elecciones autonómicas y municipales, y la estrategia «centrada» del equipo que preside Alberto Núñez Feijóo, hace que vuelva el debate sobre la relación con Vox y la política de pactos postelectorales.

El grupo parlamentario es todavía la lista de Casado, y hay nombres que empiezan a intentar agitar la bancada con el argumento de que el partido «se está disparando un tiro en el pie» al seguir el mismo modelo de Pedro Sánchez con Podemos. En el caso del PP, el de renegar de Vox y exagerar las distancias con el partido que preside Santiago Abascal, «cuando dentro de unos meses tendremos que enfrentarnos a un nuevo marco postelectoral que nos obligará a pactar con ellos para retener ayuntamientos y alcanzar gobiernos autonómicos».

Fuentes de la dirección nacional avanzan que la estrategia en la que trabajan se sostiene en el principio de resistir el pulso de Vox después de mayo. En el ámbito municipal, Vox «solo puede hacer dos cosas, apoyar a un candidato del PSOE o apoyar a uno del PP y lo único que no pueden hacer es permitir un alcalde socialista». «No vamos a pactar con Vox antes de las generales. No hace falta».

Es una declaración de intenciones arriesgada y que, por supuesto, no convence a todos dentro del PP. Saben que la posición de Vox será exigir entrar en los gobiernos, aunque sea por un solo escaño que necesite el PP para alcanzar la investidura, igual que ya sucedió en Castilla y León.

Pero el discurso de Génova hacia dentro del partido va en la dirección de negar, de entrada, la necesidad de ceder a nuevos gobiernos de coalición con Vox. Para el líder socialista serían, sin duda, un buen regalo para su campaña, o al menos intentaría utilizarlos para reforzar su discurso de que viene la extrema derecha y atacar a Feijóo por el flanco del centro y de la moderación, el que más están cuidando estratégicamente en su campaña los populares.

Dentro de la prudencia, la consigna de Génova es que habrá que resistirse porque Vox no puede, aunque quiera, dar gobiernos a la izquierda por la proximidad de las elecciones generales. ¿Quiere decir esto que Feijóo impondrá la norma de que no se formen coaliciones de gobierno, aun a costa de perder poder? Mucho aventurar, pero lo que hoy se habla internamente sí apunta hacia este enfoque de que la intención teórica es aguantar la presión, y no ceder en los gobiernos, porque antes de unas generales Vox, supuestamente, no puede darle un gobierno al PSOE.

Es un hecho que el consenso de las encuestas anticipa que los cambios de gobierno a nivel autonómico en feudos socialistas exigirían de un acuerdo entre PP y Vox porque en la mayor parte de las «plazas» no se vislumbran mayorías absolutas. Y este clima demoscópico es el que siembra dudas sobre la estrategia nacional de renegar de esos posibles acuerdos, unos recelos que se dejan sentir, principalmente, en los «restos» de la etapa de Casado, diputados, y algún dirigente territorial que designó el anterior equipo de dirección.

La ventaja de Génova es que en el partido nadie va a levantar la voz para cuestionar la estrategia electoral porque el peso del liderazgo de Feijóo anula esa posibilidad, al menos hasta que se celebren las elecciones de mayo y se vea la nueva fotografía del poder territorial. Además, la expectativa de cambio apaga la tentación de salirse del «mainstream» del partido.

Ahora, un año después de la revolución que se llevó por delante a Casado y al «casadismo», el debate sigue estando en la relación con Vox. Con una diferencia fundamental con la etapa anterior, y es que esta dirección no está dando bandazos. No compite en el terreno ideológico que prima Vox, sigue su propio camino, y más bien parece decidida a «pescar» voto por el centro que por el flanco de la derecha.

Sobre todo porque creen que los de ese lado, «a la derecha de la derecha», cuando se acerquen las elecciones y vean que el Partido Popular es la opción más segura para echar a Sánchez de Moncloa, votarán a Feijóo en una decisión de voto útil.

Las encuestas sí están percibiendo el trasvase de voto de Ciudadanos al PP, en masa, pero no hay tanto movimiento desde el granero de Abascal. Vox es uno de los partidos con más fidelidad de voto, si bien desde hace meses en los sondeos, en primera posición de fidelidad del votante, se ha consolidado el PP.