
Preocupación
Alerta en el PSOE por el desgaste: «No hay cortafuegos»
Moncloa se bunkeriza: no habrá explicaciones a la espera de que la agenda cambie el clima de opinión

El PSOE vive en un estado de nervios constante y sostenido. Desde finales de abril –con el aciago apagón del día 28– el Gobierno y el partido no logran levantar cabeza. Han cedido por completo el control de la agenda y la incapacidad para tomar la iniciativa política y marcar el debate público es evidente. A las polémicas vinculadas a las deficiencias de la gestión –cero eléctrico y colapso ferroviario– se han sumado las que tienen que ver con escándalos vinculados a la corrupción. Hasta ahora, los gurús socialistas habían logrado, a duras penas, imponer en sus terminales mediáticas y políticas la sensación de que existía una campaña de acoso al Ejecutivo, para tratar de hacerle caer. La idea era instalar que son víctimas de una conspiración alentada por una derecha de tres cabezas (política, mediática y judicial) que está dispuesta a utilizar cualquier ardid para derrocarles.
El «quien pueda hacer que haga», que diría José María Aznar. En ello se encuadrarían las causas judiciales que cercan al Gobierno: Begoña Gómez, el «hermanísimo» o el fiscal general del Estado. Sin embargo, Leire Díez irrumpió hace dos semanas para volar por los aires toda la estrategia que los whatsapps de José Luis Ábalos ya habían puesto en evidencia. El relato de que detrás de estos cargos socialistas también está el PP no se sostiene para cualquiera con un mínimo de espíritu crítico y esto ha hecho que en el partido se desate la alarma. Se comienza a tomar conciencia de la verdadera vulnerabilidad de que adolecen. Un desgaste que va a más.
«No hay cortafuegos», resuelve tajante un cargo alienado con la dirección. «Solo queda aguantar y que Sánchez resista», tercia otro, recordando que ya le flaquearon las fuerzas en los cinco días de «reflexión». La hoja de ruta que Moncloa ha trazado pasa por mantener la bunkerización. No hay prevista ninguna comparecencia para dar explicaciones, porque en el Manual de Resistencia eso supondría tanto como reconocer su responsabilidad en los hechos. La consigna es permanecer a resguardo hasta que escampe. Que la agenda internacional –con miras a la importante cumbre de la OTAN en La Haya a finales de mes– desvíe el clima de opinión hacia otros debates interesados, como el del gasto en Defensa.
Mientras tanto, no cabe cometer errores y ahí es donde encuadran varios dirigentes consultados las apreciaciones de Óscar Puente contra Eduardo Madina, tachándole de «resentido» por criticar la situación actual del partido. «La gente está muy cabreada con ese tema», reconocen desde la dirección del PSOE. En la sala de máquinas socialista son conscientes de que necesitan trasladar el foco Génova, donde artificialmente lo trataron de ubicar con las declaraciones de Víctor de Aldama jaleando a Feijóo a acabar con Sánchez.
En este sentido, fuentes gubernamentales reconocen que en los últimos días han podido coger cierto oxígeno. Con la estrategia del PP de atraer la atención hacia sí, tanto en la Conferencia de Presidentes como con la movilización contra Sánchez de ayer, la presión sobre el Gobierno y el PSOE a cuenta del «caso fontanera» se ha reducido ostensiblemente. «Si montan ese cirio, nosotros encantados», aseguran en Ferraz, sobre el «despiste» con la polémica de los pinganillos o la guerra de cifras en la manifestación. No obstante, esto sirve de consuelo relativo. En el partido y en el Gobierno cunde la preocupación por la imposibilidad de colocar un mensaje o centrar el debate en las políticas u otras cuestiones que beneficien al Ejecutivo.
En Moncloa, no obstante, no están dispuestos a variar el rumbo. La vocación es resistir, pase lo que pase, hasta 2027. Algo que no solo no ocultan, sino que repiten insistentemente. La clave es la capacidad de aguante de los socios y del propio partido. Hasta qué punto los aliados del Gobierno seguirán sosteniéndole en una legislatura, ya no estéril, ante la amenaza de una futura entente de PP-Vox, sino ante la acumulación de un clima generalizado de «cloacas». Algunos, ya se han desmarcado pidiendo explicaciones al presidente en sede parlamentaria. Y por otro, está la permeabilidad misma del PSOE que, aunque Sánchez ha tratado de cincelarlo a su imagen y semejanza, ya comienza a rebelarse ante la eventualidad de un día después sin él.
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