
Méritos e infamias
La bala y la ceguera
Con los tambores de guerra sonando, PP-PSOE deben alcanzar un pacto para aumentar el gasto militar y mostrar, ante el resto de nuestros socios en Europa, la unidad necesaria frente a la amenaza de Rusia

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo vuelven a dejar atónitos a los españoles. Otra vez pierden los grandes partidos el tren de encauzar la política nacional e internacional para asegurarnos, al menos, una imagen sólida ante Europa y el resto del mundo. Con menos chillidos, lo de ayer va en la misma línea del reciente guirigay del Congreso (la presidenta de la Cámara tratando a los diputados como a niños de colegio) y demuestra a las claras la incapacidad manifiesta de una generación que no va más allá de las estrategias y argumentarios que les indican sus gabinetes para salir del paso ante los micrófonos con la consigna de ganar el relato cueste lo que cueste. ¿Ni sonando los tambores de guerra somos capaces de frenar las ambiciones partidistas? Nos encontramos frente al momento más delicado para Europa desde 1945, cuando las dos superpotencias se repartieron el continente. Rusos y americanos trastean estos días nuestro jardín sin que los europeos seamos capaces de crear un mecanismo común, propio y útil para nuestros intereses si a Trump se le ocurre la genialidad de dejarnos solos ante la ambición militar de Vladimir Putin. A asumir las consecuencias se le llama mayoría de edad y suele provocar el sabor amargo de la desdicha. Tendremos que gastar más en armamento, pero antes de comprar las balas nos toca colocar la pasta sobre el mostrador porque en la Casa Blanca nos cierran la barra libre. Una obviedad, tan simple, que no se le pide compartir a los partidos oportunistas que le racionan el oxígeno al Gobierno. Por eso es necesario que el debate llegue al Parlamento, pero también que salga de allí bajo la fórmula de un acuerdo PP-PSOE que nos dignifique frente a nuestros vecinos, porque la política ficción no sirve ante un político convertido en “meme”. Necesita de una madurez a la altura de la que tuvieron los aliados en 1940 para trabajar juntos por la libertad del continente ante la amenaza, entonces ya constatada, del Tercer Reich.
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