
Opinión
Una batalla de igual a igual
No parece probable que Puente interprete un personaje. Pero no es algo solamente consentido en el seno del Ejecutivo. También es potenciado

No puede decirse que la actividad tuitera del ministro Óscar Puente haya pasado desapercibida. El exalcalde de Valladolid es, de hecho, uno de los grandes protagonistas de la legislatura. Desde antes incluso de que ésta empezara. Su irrupción en escena para dar la réplica a Feijóo en la investidura fallida de septiembre del 23 fue toda una declaración de intenciones. Algo así como el instrumento que sirve para que el resto de la orquesta afine. (Tarea generalmente asignada al oboe, del que puede leerse esto en una web especializada: «El timbre que produce se caracteriza por tener un sonido penetrante, mordente y algo nasal, dulce y muy expresivo». Está visto que no todas las orquestas suenan igual).
Aun así, toda atención que se preste a sus comentarios en la red social será poca. Son el testimonio de una época. Resultarán de gran ayuda en el futuro para todo historiador que tenga que asomarse a la realidad política y social de esta España de la mitad de la tercera década del siglo XXI. Ejemplifican muy bien las varias rupturas simultáneas que se han producido entre lo que solía ser la relación entre los servidores públicos y sus administrados, por un lado, y aquellos contrapesos dedicados a fiscalizar su actividad, por otro.
La última fue el domingo. La AEMET estableció un aviso rojo por lluvias torrenciales en las provincias de Tarragona, Castellón… y Valencia. Ante esa situación de peligro potencial para la población, este miembro del Gobierno consideró pertinente compartir un dardo al adversario político en forma de comentario jocoso. («¿Ha reservado ya mesa en el ventorro Mazón?»).
Lo peor no fue, ni siquiera, la sintaxis torturada. Las primeras reacciones al tuit le permitieron volver sobre el tema un par de veces más. En una, volvía a tirar de ironía para pedir a los «fachitas» que no se enfadaran. En otra, se jactaba de que la publicación original estaba funcionando como una eficaz «detector de miserables». No podemos decir que sea algo nuevo. Esa postura ante la desgracia en ciernes ya fue puesta en práctica con los incendios de este verano. Tampoco ha sido extraño leerle intercambiando adjetivos bastante gruesos con los usuarios que le lanzaban algún reproche.
No cuesta imaginar qué habría pasado si un ministro de la derecha se dirigiera a ciudadanos con pocas trazas de votarle con un, pongamos, «a ver, perroflautas». Algunas de las voces más airadas del mester de juglaría que copa las tertulias del oficialismo sufriría una apoplejía en directo.
Por eso lo de Puente es tan ilustrativo. Demuestra hasta qué punto los políticos de hoy se han despojado de esa pesadez de la fiscalización. Se acabó guardar una distancia respetuosa con los contrapesos. Hace tiempo que lo saben los medios de comunicación y los profesionales que trabajan en ellos. En este momento, lo sufren con intensidad especial los jueces que osan investigar algún asunto que tenga que ver con ellos, puestos bajo sospecha preventiva. Y ahora también lo experimentan los ciudadanos de a pie que pagan, con sus impuestos, el sueldo de sus representantes. ¿Que tú te metes conmigo? Pues yo me mofo directamente de ti. El político establece con el contribuyente una batalla de igual a igual.
El reparto de papeles resulta claro. No parece probable que Puente esté interpretando un personaje. Se siente cómodo y disfruta en la piel del mamporrero. Pero no es algo solamente consentido en el seno del Ejecutivo. También es potenciado. Esto resulta sorprendente si tenemos en cuenta cuál es la competencia ministerial que recae sobre sus hombros.
Los transportes, en una época en el que moverse por España a través de su trazado ferroviario es algo bastante parecido a una aventura en la que rara vez gana el héroe. Otro ejemplo más de la habilidad portentosa de este Gobierno para esquivar la más elemental rendición de cuentas.
El debate público no es, ahora mismo, precisamente un hervidero de quinielas sobre qué va a pasar en el PSOE el día que no tenga a Pedro Sánchez al frente. Los distintos contubernios que airea la prensa al respecto tienen más de esfuerzo voluntarioso que de posibilidad real. El dominio que el líder madrileño ha conseguido de la estructura orgánica es tal que lo más parecido a un «front runner» que tenemos ahora es el propio Óscar Puente. Llegado el caso, deberemos ser muy precisos con las palabras. No será el relevo del PSOE al sanchismo, sino el relevo del sanchismo en el PSOE.
Como si quisiera desmentir este artículo, lo último publicado por Puente en el momento de escribir estas líneas es un aplauso a Roca y Herrero de Miñón desde el foro La Toja. Sentado al lado de Rajoy y de Alfonso Rueda. Y muy cerca del Rey. Pidamos todos un deseo.
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