Independentismo
El "botín" de Puigdemont tras 2.474 días fugado: un president "españolista" y la fractura del separatismo
En siete años, el independentismo se ha dividido en cuatro partidos en el Parlament y ha perdido 700.000 votos
Tras más de 2.274 días huido de la Justicia española, Carles Puigdemont regresó el pasado jueves a España, aunque solo para burlarse de los Mossos d’Esquadra y de la Justicia española y volver a fugarse. Casi siete años lejos de Cataluña que, políticamente, parecen haber sido en vano porque ni ha conseguido reconquistar la presidencia de la Generalitat en las pasadas elecciones del 12 de mayo ni ha logrado que el independentismo avance. Sus únicos logros se pueden circunscribir esencialmente al ámbito judicial, ya que hasta ahora ha conseguido sortear un juicio ante los jueces españoles y ha arrancado la Ley de Amnistía a Pedro Sánchez, una norma que, previsiblemente, acabará beneficiándole y dejándole sin entrar en prisión.
De hecho, el propio recibimiento que tuvo el pasado jueves es una imagen que resume con meridiana claridad el estado que atraviesa el independentismo, de máxima debilidad y desmovilización. Apenas 3.500 personas se acercaron al Arc de Triomf de Barcelona para arropar a Puigdemont y el fugaz discurso que dedicó a sus simpatizantes. En este sentido, en las elecciones de diciembre de 2017, dos meses antes de que marchara a Bruselas, el independentismo cosechó 2.079.340 votos (sumando a Junts, ERC y CUP), mientras que el pasado 12 de mayo se quedó en 1.360.806. Es decir, el separatismo ha perdido 700.000 votos en los 2.274 días que Puigdemont ha estado huido de la Justicia española y, por tanto, parece que su plan está lejos de movilizar y ampliar la base del independentismo.
Como consecuencia de esa pérdida de votos, el independentismo ha perdido la presidencia de la Generalitat y la mayoría absoluta en el Parlament, algo que no ocurría desde 1980. Las primeras elecciones autonómicas en Cataluña tras el regreso de la democracia dieron a Convergència (43) y Esquerra (14) 57 escaños de los 135 que tiene el Parlament. En todas las siguientes citas electorales, los antiguos nacionalistas catalanes, convertidos en 2012 en independentistas, y los republicanos han sumado siempre 68 o más escaños, que es la cifra que marca la mayoría absoluta en el Parlament. En cambio, el 12 de mayo de 2024, las cuatro formaciones separatistas con representación en el Parlament se han quedado en 61 diputados, a siete de la mayoría absoluta.
Es decir, el independentismo tiene menos fuerza y está todavía más dividido que hace siete años, cuando se marchó Puigdemont. Ahora cuatro partidos con representación parlamentaria, cuando tradicionalmente había habido dos (CiU) y Esquerra, hasta que irrumpió la CUP en 2012. Y la «performance» del pasado jueves solo ha hecho más que agrandar la división dentro del separatismo ya que ha sentado muy mal en Esquerra y los puentes con Junts están prácticamente rotos.
En paralelo a la pérdida de fuerza del separatismo, la presidencia de la Generalitat ha quedado en manos del socialista Salvador Illa, quien ganó las elecciones con holgura y ha sido ya investido. Un Illa al que Puigdemont ha tildado de «españolista». Pero el PSC no solo ha conquistado la Generalitat, sino que ha arrebatado mucho poder a todo el separatismo, ya que gobierna en Barcelona, Tarragona y Lleida y atesora importantes alcaldías (también ganó en Girona, pero perdió la vara de mando tras un pacto separatista). No solo el PSC se ha reforzado, sino que también el PP ha ganado mucho terreno tanto municipalmente (ostenta cinco alcaldías, entre ellas, Castelldefels y Badalona) como parlamentariamente, convirtiéndose en cuarta fuerza (pugnando por la tercera plaza con Esquerra) con 15 escaños.
Las urnas son el mejor termómetro para medir el sentimiento de la población, pero también hay otros indicios que avalan la pérdida de músculo del independentismo: en este sentido, en octubre de 2017, el sondeo del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (CIS catalán) situaba el «sí» a la independencia en un 49%, en máximos y muy por encima del «no» (43%), mientras que ahora mismo el rechazo a la ruptura con España está en el 53% y el apoyo está solo en el 40%. Es decir, el proceso independentista ha perdido muchos adeptos en los últimos siete años y también ha dejado de estar entre las principales preocupaciones de los catalanes: en octubre de 2017, era la primera inquietud para el 48,9% de los ciudadanos, mientras que ahora solo lo es para el 9%.
Por tanto, el balance de Puigdemont comandando al separatismo desde Bélgica parece infructuoso. No obstante, tal y como ha expuesto en las últimas horas, no da por acabado el «procés», pero asume que empieza otra etapa.
En todo caso, también es verdad que, a nivel partidista, con Junts, ha conseguido resistir, aunque sigue estando lejos de los más de 43 escaños que siempre han obtenido Artur Mas y Jordi Pujol con Convergència (han llegado hasta los 72). En las últimas elecciones llegó a los 35 escaños, su mejor resultado en unas autonómicas.
Puigdemont tampoco se ha caracterizado nunca por ser un hombre de partido, a la vista de las múltiples organizaciones que se han ido quedando por el camino durante los últimos siete años, pero sí parece que resiste como hombre fuerte del independentismo. De hecho, sus propios votantes, según reflejan las encuestas, sitúan en un lugar destacado de sus preocupaciones la independencia de Cataluña, mientras que los electores de Esquerra o la CUP apuestan más por temas más sociales (sanidad, vivienda...).
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