El derbi de Champions

Elecciones
Asistimos a una campaña electoral casi invisible. Si las campañas son el tiempo más propicio para que los líderes políticos presenten proyectos y programas, nos encontramos en esta ocasión con que nada de eso esta ocurriendo ni previsiblemente va a pasar. Al hastió ciudadano por la repetición de elecciones, se une la reducción a la mitad de tiempo de la campaña electoral oficial, y la existencia de unos temas de actualidad tan poderosos que ocultan cualquier intento de los partidos de presentar ideas nuevas u ofertas electorales llamativas.
Cataluña, con la sentencia del procés, la reacción violenta de unos energúmenos, y la condescendencia de las autoridades de la Generalidad con lo sucedido, han monopolizado casi en exclusiva la primera parte de la precampaña. Era previsible que eso pasase, pues los independentistas llevaban meses preparando ese escenario, y es de suponer que los partidos nacionales tenían esa contingencia en sus agendas y previsiones. La agenda catalana se ha impuesto a cualquier otra y ha arrastrado a los partidos como una potente riada que se lleva por delante cualquier otro tema, ya sea el futuro de las pensiones o las advertencias económicas de Bruselas.
La segunda parte de la precampaña la está monopolizando la exhumación del cadáver del dictador. El hecho en sí ya no merece las críticas agrias de los principales partidos de la oposición, conscientes de que oponerse al éxito político del presidente Sánchez, podía perjudicar la imagen de modernidad que quieren trasladar a su propio electorado. El debate por lo tanto no será de fondo, salvo en el caso de algún partido, y se está centrando exclusivamente en la oportunidad de ejecutar la sentencia días antes del comienzo de la campaña electoral.
Al comienzo de la campaña tendrá lugar el único debate electoral entre los candidatos de los cinco principales partidos. España sigue siendo una de las pocas democracias desarrolladas en las que después de cuarenta años, sigue habiendo un debate sobre la conveniencia de que haya debates electorales. Tales son las dificultades que, unas veces unos y otras veces otros, ponen para tener debates con normalidad, que la única solución que se vislumbra es regular la obligatoriedad de los debates por ley. Será difícil que en ese único debate, los candidatos venzan la tentación de discutir fundamentalmente de los temas que han monopolizado la precampaña. Asimismo, reaparecerá la infructuosa discusión sobre quien tuvo más responsabilidad en el bloqueo político que nos ha llevado a esta repetición electoral.
Cataluña, Franco y un debate serán los temas de esta campaña. Y será con tan magro bagaje como la ciudadanía tendrá que encaminarse a las urnas. No se conocerán las propuestas en materia de educación, descarbonización, desarrollo tecnológico, competitividad o mercado laboral. Y no porque no existan esas propuestas en los programas de los partidos, que existen, sino porque hacer ese tipo de debates supone mayor complejidad, y se tiende a tratar al electorado como menor de edad, trasladándole escenarios simplificados y simplistas.
El derbi de Champions