Sistema electoral español
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?: la aritmética imposible que ha truncado las aspiraciones de la derecha
Analizamos el esquema que se ha repetido en las últimas cinco elecciones
Chester James Carville Jr lleva décadas asesorando a políticos en campañas presidenciales, dentro y fuera de Estados Unidos. Apodado el «Cajún rabioso» por su sagacidad, suyo fue el concepto que llevó al demócrata Bill Clinton a la Casa Blanca en enero de 1993. Resumido en «es la economía, estúpido», concentraba la idea de que la única forma de batir a George H. W. Bush en las urnas era centrarse en temas domésticos, en el día a día de los americanos y en su pérdida de poder adquisitivo.
Más de 30 años después, un experto electoral que ha trabajado en la Administración española recupera ese lema para explicar cómo hemos llegado hasta aquí. En conversación telefónica y bajo condición de preservar su identidad, apunta que «en este caso no es la economía, son las matemáticas». En su opinión, el hecho de que la derecha acuda fragmentada a las elecciones hace imposible de todo punto que alcance la mayoría absoluta en número de escaños: «Tradicionalmente, desde el 77 hasta ahora, hay una ley no escrita según la cual la derecha bajo la configuración que sea se hace con entre el 38 y el 42 por ciento de los votos. A la izquierda le ocurre lo mismo. Y el 20% restante se lo llevan los partidos extra constitucionales».
El problema radica, según la misma fuente, en que de pronto ha aparecido un secretario general socialista que se ha saltado el acuerdo tácito de que no se podía dejar entrar en el Gobierno a los del 20%. «Se podía pactar, claro, pero no se les metía en la cocina del Estado, como ha hecho Pedro Sánchez», continúa. A partir de ese cambio sustancial, la aritmética salta por los aires. «El PP y Vox siguen compartiendo ese 40% del que hablaba antes, así que no van a tener nada que hacer. Con los de Abascal en el panorama es matemáticamente imposible que la derecha logre ganar. Los aliados catalanes y vascos de Sánchez están sobrerrepresentados y el PSOE compensa la división del voto de la izquierda con Sumar».
Las cifras electorales apoyan esta tesis. En 2011, el ex presidente Mariano Rajoy logró la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados con 10.866.566 papeletas que le consiguieron 186 escaños. El pasado 23 de julio, la suma de PP y Vox fueron 11.111.958 votos, que se tradujeron en 169 asientos en el Parlamento.
El sistema electoral español se basa en un método proporcional y desfragmentador que, según el ex alto funcionario antes citado, «nació de un pacto constitucional durante la transición a la democracia para limitar el número de partidos y favorecer a los grandes con una prima implícita». ¿Tendría algún sentido tratar de reformar esa legislación?: «No sería descabellado, pero mientras el PSOE se siga beneficiando del apoyo de los partidos independentistas lo veo altamente improbable».
El régimen que ordena los procesos electorales en España se basa en el Método D’Hont de reparto de escaños o concejales entre las candidaturas de forma proporcional al número de votos obtenidos. Según la misma fuente, «se pueden aplicar ciertas correcciones a ese sistema, como que se impida que una formación se presente a unas pocas circunscripciones o que haga falta un 5% de apoyos para entrar en el Parlamento en lugar del mínimo actual del 3%».
La versión más extendida es que beneficia a los partidos de ciertas comunidades autónomas como una suerte de reparación histórica que fue imprescindible para lograr un consenso a la muerte de Franco. Sin embargo, José Pablo Ferrándiz, director de Opinión Pública y Estudios Políticos en IpsosSpain, cree que se trata más bien de una leyenda urbana. «No es cierto que estén sobrerrepresentadas las fuerzas independentistas, lo que sí se da es que otros partidos, como ha ocurrido en las últimas elecciones con Sumar, están infrarrepresentadas».
Echando la vista atrás, Ferrándiz asegura que «cuando se desarrolló el sistema electoral, su propio creador, que fue Óscar Alzaga, dijo que era maquiavélico porque su objetivo era proporcionar gobiernos conservadores y mayoritarios». Este prevención se explica con el miedo que había a que comunistas y socialistas pudieran salir beneficiados. Por ese motivo, según la misma fuente, «se dio más peso a la España interior y a las provincias más conservadoras, a pesar de que tuvieran una menor población». En su opinión, «ese fue el motivo de que se eligiera la provincia como unidad de circunscripción y, en ese sentido, sí que hay una falta de proporcionalidad en nuestro sistema electoral porque el porcentaje de votos no se corresponde con el porcentaje de escaños». Ferrándiz considera que solo con trasladar la circunscripción provincial a la comunidad autónoma añadiría equidad a nuestro sistema, aunque para eso haría falta una reforma de la Constitución.
«Otra posibilidad que no implicaría tocar a Carta Magna sería, por ejemplo, ampliar el Parlamento de 350 a 400 diputados para resarcir a los partidos perjudicados creando una circunscripción única con ellos para repartirse ese medio centenar de escaños», explica. La prima que beneficia a los grandes ha hecho que, tras el 23J, los populares se hayan quedado con el 39% de los escaños con el 33% de los votos mientras que la formación Sumar solo ostente la titularidad del 8% de los asientos con el 12% de las papeletas.
El director de Opinión Pública y Estudios Políticos en IpsosSpain cree que para que la derecha hubiera ganado tendrían que haberse dado tres requisitos que no se han cumplido: «Que no más de dos partidos representaran a sus intereses, que hubiera desmovilización en la izquierda y que se produjera un trasvase de apoyos de la izquierda a la derecha». La presencia de la ultraderecha en el panorama ha dado lugar, precisamente, a que la izquierda se movilizara y, muy posiblemente, ja impedido que los votantes más centrados se plantearan apoyar a Núñez Feijóo ante el temor de que se echara en manos de Vox para apuntalar una mayoría parlamentarios estable.
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