
Defensa
La conexión secreta entre pilotos de combate y estrellas del motociclismo y la F1
Unos desde el cielo y otros a ras del suelo, ambos mundos están hermanados

A primera vista, parecen mundos distintos: unos vuelan a miles de metros de altura; otros ruedan a ras de suelo. Pero bajo el casco, todos comparten la misma esencia. Los pilotos de combate del Ejército del Aire y del Espacio y los pilotos de motociclismo o Fórmula 1 pertenecen a una élite unida por características muy concretas: Ambos doman máquinas a más de 300 km/h. Ambos viven entre curvas, fuerzas G y decisiones que se toman en fracciones de segundo. Ahora, además, existe también una relación profunda entre los grandes nombres del motociclismo y de la Fórmula 1 y los pilotos de combate del Ejército del Aire y del Espacio.

En los circuitos de MotoGP o Fórmula 1, los pilotos ya desafían los límites humanos. Un piloto de F1 puede soportar entre 4 y 5 fuerzas G en las curvas más exigentes. Pero en un caza de combate, esa cifra se dispara: los pilotos del Ejército del Aire alcanzan 8 o 9 G durante maniobras acrobáticas o de combate.
Eso significa que el cuerpo de un piloto de caza puede llegar a pesar hasta 9 veces más de lo normal durante apenas unos segundos. El corazón, los músculos, la vista: todo se pone al límite. Y no todos lo aguantan.
Por eso, no es casual que muchos pilotos de velocidad sientan un respeto reverencial hacia quienes surcan el cielo en aviones de combate. Al fin y al cabo, todos comparten una misma esencia: velocidad, precisión, sangre fría y una concentración quirúrgica donde no hay margen para el error.

Entrenados para soportar lo imposible
Ya sea en una curva a 280 km/h o en una maniobra táctica a gran altitud, las decisiones se toman en fracciones de segundo. El margen de error es cero. La concentración debe ser absoluta. Y el instinto, agudísimo.
Todos necesitan un dominio perfecto del cuerpo y la mente. No solo para resistir físicamente, sino para mantener la calma bajo presión, anticiparse, corregir y ejecutar. No basta con ser rápido: hay que ser inteligente y resistente.
Más allá de los datos técnicos, hay algo que no se entrena: el carácter. Tanto en el cockpit -cabina- de un Eurofighter como en la parrilla de salida, el temple, la frialdad y la confianza son lo que diferencia a los muy buenos de los legendarios.
Pedro Acosta -el “Tiburón de Mazarrón”- ha sido nombrado piloto "honorario" de la Patrulla Águila. Dejó momentáneamente el paddock para cumplir un sueño de infancia: volar con la Patrulla Águila, el equipo acrobático del Ejército del Aire y del Espacio una cita que tuvo lugar en la Academia General del Aire y del Espacio, en San Javier. Allí, a las 17:30h, comenzó el protocolo: vestuario, equipamiento, reconocimiento médico y briefing previo al vuelo. Pedro Acosta se preparaba como uno más. El capitán Marín, Águila 5, le explicaba cómo funcionaba el traje anti-G, el casco de vuelo y el resto del equipamiento técnico diseñado para soportar condiciones extremas. A las 18:30h, los motores del C-101 rugieron en la base aérea. Acosta, nervioso pero con una sonrisa sincera, bromeó: “Espero que se porten bien conmigo. Llevo mucho tiempo esperando este momento”. Ahora falta que un piloto de combate se ponga a los mandos de una de las curvas peligrosas en un circuito apadrinado por cualquiera de sus pilotos a ras del suelo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar