Rebeca Argudo

Dice seis por no decir seis mil

Pide respeto y fue el primero en perdérselo a todos. Ahora quiere debatir y apela a la transparencia, con un par

El jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en un acto de campaña
El jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en un acto de campañaEuropa Press

A lo lejano oeste: suena Enio Morricone, cruza en vuelo rasante un estepicursor, plano corto del ala de un sombrero y unos ojos entornados, hace un sol de mil demonios en Moncloa. Seis cara a cara, reta. Uno por semana. Pedro «El guapo» Sánchez ha decidido, a estas alturas, que los debates son sanos y democráticos. Por eso no exige uno, sino seis. A primera sangre. Que elija arma y padrino, le espeta a un Feijóo estupefacto ante la ocurrencia. Al hombre que convirtió las comparecencias a través del plasma de Rajoy en ejercicios de libertad informativa, gracias a las preguntas filtradísimas y las ruedas de prensa sin periodistas, ahora le ha dado por ahí. El mismo que tardó cuatro años en celebrar un debate sobre el Estado de la Nación, el que propició que más de 300 periodistas firmasen un manifiesto reclamando ruedas de prensa libres, el presidente que más veces ha incumplido resoluciones del Consejo de Transparencia. El que ha concedido ocho entrevistas en radio y siete de ellas han sido a la SER y una a RNE. Aquel cuyas entrevistas en televisión con presentadores a favor de obra hubiesen merecido dos rombos en la esquina superior derecha. Ese que, aprovechando el estado de alarma por la pandemia de la covid, introdujo una instrucción en una Orden del Ministerio del Interior por la cual los cuerpos policiales podían vigilar y monitorizar redes sociales y páginas webs para evitar el estrés social provocado por informaciones falsas pudiendo cerrarlas sin precisar la intervención de un juez. Ese mismo, ahora, quiere debatir y apela a la transparencia. Con un par.

Seis cara a cara con Feijóo, dice. Y los pide, por pedir, que sean en «condiciones de una moderación neutral, un equilibrio de tiempos y una regla de respeto». Sin sonrojo. A lo mejor no recuerda Sánchez, pero se lo recuerdo yo, lo poco elegante de su utilización desmedida e impúdica del tiempo ilimitado frente al limitadísimo del líder de la oposición en los cara a cara celebrados hasta ahora en el Senado. Olvida, quizá, el significado de neutralidad, de equilibrio y de respeto. Y también, pero se lo recordaremos, lo mal que le sientan las réplicas y lo poco dado que es a contestar a requerimientos directos. No recuerda que cuando Feijóo insistió en un debate y él aceptó finalmente (que le costó) por vez primera, lo limitó a la cuestión energética y lo abrió al resto de grupos. Lo que en realidad es bastante parecido a negarse a un cara a cara, llamar debate a cualquier cosa, aunque se vista de domingo. Olvida al pedir respeto que el primero en perdérselo a todos, a los ciudadanos incluso, ha sido él. Con sus reiteradas mentiras, su desprecio por la ley de transparencia, su utilización de los medios afines obviando a todos los demás.

Que se desentierre el insulto y se reivindique el respeto por la democracia, dice. Después de abroncarnos a los ciudadanos por votar mal e identificar a esa mayoría que no le ha votado a él con un avance de la ultraderecha, con un retroceso en nuestras libertades. Malvados, ignorantes o estúpidos.

Respeto por la democracia, dice, el que olvida que esta no aspira a un pensamiento único, sino a que podamos convivir libre y pacíficamente teniendo ideas diferentes; el que ha apuntalado su liderazgo gracias al apoyo de separatistas y herederos del terror. Que se debata desde los datos y no desde los bulos, dice, el que insiste en que España es el segundo país con más fosas comunes del mundo después de Camboya, cuando lo ha desmentido incluso el experto que firmó el informe del que proviene el malentendido.

Que seis, dice. Como quien dice seis mil.