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El triste regreso de Eufemia a las ruinas de su chalé

Ayer se acercaba a la vivienda que con esfuerzo levantó hace 50 años y que los terroristas volaron. «No puedo dormir, he venido a ver mi casa»

La urbanización Montecarlo, donde se encuentra el chalé de los yihadistas, está poco iluminado y sin asfaltar, un sitio ideal para pasar desapercibido
La urbanización Montecarlo, donde se encuentra el chalé de los yihadistas, está poco iluminado y sin asfaltar, un sitio ideal para pasar desapercibidolarazon

Eufemia Rodrigo no daba crédito a lo que había ocurrido. El chalé que había construido con ilusión y esfuerzo en los años 60 se había convertido en el centro de operaciones de los yihadistas que atentaron en Barcelona y Cambrils.

Eufemia Rodrigo no daba crédito a lo que había ocurrido. El chalé que había construido con ilusión y esfuerzo en los años 60 se había convertido en el centro de operaciones de los yihadistas que atentaron en Barcelona y Cambrils. La explosión del miércoles por la noche, algo más tarde de las 23:00 horas, redujo la vivienda a escombros y afligió a Eufemia. «Llevo toda esta semana sin dormir. Mis hijas no quieren que venga, pero esta mañana me he levantado y ya no podía más. Sin que se enteren, he venido», explicó ayer a LA RAZÓN. Ahora vive en Sant Carles de la Ràpita, un municipio situado a escasos siete kilómetros de la urbanización Montecarlo (Alcanar).

Eufemia tiene 77 años y nació en Ciudad Real. Pese a que dejó de ser propietaria en 2003, en cuanto supo de la noticia y vio las imágenes, reconoció que era su antiguo chalé. «Ya sabía que era el mío. Mi hija me decía que no dijera nada porque a lo mejor no era verdad», relató. Si bien, el jueves por la mañana, una de las pocas vecinas que todavía permanece en la urbanización fue a su casa a confirmarle sus malos augurios. «¿Has visto qué ha pasado? Era tu casa», recordó.

Así que reunió valor y se presentó en la zona a las 14:00 horas. Su objetivo era poder acceder a la vivienda. Pero los Mossos d’Esquadra se lo impidieron, ya que todavía se están llevando a cabo detonaciones. Muy apenada y nerviosa, evocaba su chalé, una segunda residencia que adquirió hace más de 50 años para veranear y pasar los fines de semana con su marido e hijos. «Compramos la parcela, de 600 metros cuadrados. La casa era de una planta de 150 metros cuadrados, y teníamos jardín y huerto», relató. Sin embargo, explicó también que cuando ellos se fueron, ya empezaron a ver en la urbanización que desfilaba gente «extraña» y que algunas viviendas empezaban a ser ocupadas ilegalmente.

En todo caso, ella la vendió en 2003 a unos franceses, que la traspasaron en 2015 a una familia de Sant Carles de la Ràpita, que no pudo pagarla y se la acabó quedando el Banco Popular. Tras las breves explicaciones y pasar no más de 15 minutos en la zona, Eufemia se marchó rápido, sin más palabras.

La urbanización en cuestión se encuentra situada a las afueras de Alcanar. Es un pequeño núcleo de población flanqueado por mar, vegetación y una gran cementera propiedad de la mexicana Cemex. Con calles sin pavimentar y apenas cuatro farolas en todo el recinto, era el lugar ideal para pasar desapercibido. La mayoría de viviendas son segunda residencia de franceses. La urbanización todavía no ha recuperado el pulso y no se espera que lo haga hasta dentro de un tiempo. Los trabajos de investigación entre los escombros van para largo y esto dificulta todavía más si cabe el restablecimiento de la normalidad.

Tras la explosión, sus vecinos han huido. Solo ha quedado una. Núria Gil, propietaria de un club de pádel indoor, que todavía no es capaz de asimilar lo ocurrido y que, pese a estar a 150 metros del lugar de los hechos, se ha visto gravemente afectada por las detonaciones. «No oigo por un oído, tengo muchos cristales rotos. Han empezado a aparecer algunas grietas y también se ha roto una viga», explicó a este diario. «Estoy pensando si marcharme, porque si finalmente me voy, no volveré jamás», dijo apenada.

Otros vecinos van y vuelven. Es el caso de Jacobo, que regresó ayer para hacer una barbacoa en casa junto a su mujer, su hija y sus suegros, y a media tarde se marchó. Él solo tiene afectado un cristal de la vivienda. Asegura que está sobrellevando estas circunstancias con más estrés que miedo. «Ahora vienen muchos periodistas y turistas a curiosear», criticó.

Sin embargo, hay otros muchos residentes que se han visto obligados a abandonar sus casas por los desperfectos que han sufrido. Sobre todo los más próximos a la vivienda explosionada. Por ejemplo, una vecina, que rehusó a revelar su identidad, aseguró haber visto a dos chicos altos y morenos los últimos días. Lleva cinco años viviendo allí y constató que la casa había sido ocupada hacía «más o menos un año». «Normalmente se podía ver un coche aparcado allí. La semana pasada ya se empezó a notar un fuerte olor a gas y llevamos muchos meses escuchando ruidos por las noches», relató a este diario.

En cualquier caso, todos los testimonios de los residentes de la urbanización Montecarlo coincidieron en señalar que se desplazaban en motos y con cascos oscuros para que no se les identificara. Carmen Circiumaru, de 48 años, también vivía cerca: «Vi en la casa ocupada a cuatro jóvenes morenos, muy jóvenes. En los últimos dos o tres meses la actividad era muy intensa», asegura.