Res non verba

Esa materia de la que usted me pregunta

Que Puigdemont hiberne los siete votos de Junts provoca la devaluación de los de Podemos. Si un chantajista baja los brazos, al resto se les cae el invento

Vista del hemiciclo
Vista del hemiciclo del Congreso de los DiputadosMariscal POOLAgencia EFE

Cada día tiene su afán y cada aniversario tiene su estrategia. No es lo mismo estar en plena berrea por controlar TVE, que tenerla ya controlada.

Si el sanchismo corre por tus venas, el primer escenario te lleva a no respetar ni a padre ni a dana con tal de mantener el pleno que te permita el asalto urgente al ente público.

Ahora bien, si el sanchismo es tu divisa, el primer aniversario de la dana también puede convertirse en la coartada perfecta para hacer de la empatía con las víctimas la levadura madre de esa jornada.

Ciertamente, la mañana invitaba al recogimiento, aunque solo fuera por respeto a los fallecidos. Otra cosa es que los que se negaron a cancelar el pleno de hace un año hayan tenido el cuajo de acudir ahora al hemiciclo con el cascarón de Calimero en la cabeza, en una sobreactuación made in Moncloa.

Pedro Sánchez sigue trabajándose el método Stanislavski, aunque alguien debería hacerle ver que su referente ideal es Stella Adler.

Un señor que ante una sala llena de periodistas en ayunas solo sabe subrayar que son las cinco y que él todavía no ha comido no es alguien que pueda construir una interpretación desde la memoria emocional.

Sánchez no puede ponerse en la piel de nadie que no sea él mismo y mucho menos desgastarse emocionalmente en ese viaje. Lo suyo sería usar la imaginación para crear sus personajes desde fuera, no desde su propio dolor.

Digo personajes en plural porque, efectivamente, para Sánchez cada día tiene su afán. En la última sesión de control al Gobierno tocaba interpretar al galán decimonónico que, después de haberse dado el viaje a lo más frondoso del bosque, cargando con los mosquetones, los padrinos y todo su compango… coge y le dice al otro que esa mañana no piensa batirse en duelo: que no, te pongas como te pongas; yo a las víctimas de la dana las respeto.

Semejante despliegue de empatía vino a cuento de que Núñez Feijóo le había preguntado si en el Senado piensa decir la verdad sobre el trasiego de efectivo en el PSOE o si pretende seguir haciendo de Pedro Sánchez.

Ni que decir tiene, Sánchez va a seguir siendo Sánchez, aunque eso suponga convertirse en el Mortadelo de la política española. Cada día una pose, a cada instante un disfraz, con tal de salvar la papeleta de ese momento.

Tanto se metió en el papel, que aunque el líder del PP le llamó mentiroso por activa y por pasiva, el presidente declinó responder. Hubiera parecido hasta creíble de no ser porque a nuestro particular Mortadelo se le olvidó el papel que acababa de interpretar en cuanto escuchó la voz metálica de Maribel Vaquero.

La portavoz del PNV preguntó con su tono envolvente de IA por la delincuencia multirreincidente y Sánchez, como si de un personaje de Ibáñez se tratara, apareció vestido de repelente niño Vicente que se sabe de pe a pa toda la lección.

En la bancada del PP estalló la indignación al comprobar que lo que Sánchez pretendía era usar a las víctimas de la dana para no contestar únicamente al Partido Popular. Francina Armengol, la Negreira del Congreso, hizo un gesto que decía sin decir «parecéis nuevos». El tono con Vaquero fue tan cordial que el presidente se lo agradeció.

A veces se diría que Sánchez lo que anhela es la democracia orgánica; eso de que toda la oposición esté integrada en la acción del Gobierno y haga preguntas a favor de obra, sin tocar demasiado las narices con la "caja B" o la pataleta de Junts.

Esta vez no le tocaba preguntar a Míriam Nogueras, pero sí a la subcampeona en interpelaciones desabridas, Ione Belarra. Que Puigdemont haya decidido hibernar los siete votos de Junts provoca, como efecto colateral, la devaluación de los votos de Podemos. Si uno de los chantajistas baja los brazos, al resto se les fastidia el invento.

Encorajinada un poco por todo, Belarra comenzó su intervención pidiendo guillotina política para Carlos Mazón, justo antes de meter el dedo en una llaga sangrante: la falta de vivienda está alimentando a la ultraderecha. Pocas frases le llegan más al tuétano a este Gobierno tan poco dado a mostrar su verdadera cara.

Cuando Belarra golpea, la bancada azul agacha la cabeza con desagrado, sin margen para la ironía o la condescendencia. Nada como haber compartido Consejo de Ministros para saber dónde duele.

El popular Miguel Tellado probó con el potro de tortura de la corrupción y los sospechosos pagos en metálico, pero María Jesús Montero también se escudó en el respeto a las víctimas de la dana para no responder sobre «esa materia de la que usted me pregunta».

El arte no se lo niega nadie a la ministra de Hacienda ni la lengua viperina a la vicepresidenta Yolanda Díaz, que endosó al PP las 229 muertes de la riada. Fue un día en el que la bruma valenciana no dejó profundizar en nada más. Sea cual sea el método, no hay mejor actor que el que no quiere hablar.