
Los años del terror
ETA quería «meter en un ataúd» a Don Juan Carlos para que el Gobierno negociara
La banda protagonizó uno de los mayores ridículos de su historia, escocida por el fallo de la operación gracias a la Policía. Los planes para el regicidio nacen de un documento de los presos, publicado en su panfleto interno «Barne Bulletina»

ETA siempre tuvo entre sus objetivos preferentes al Rey Juan Carlos. Quien tanto había contribuido a la llegada de la democracia a España y la consiguiente amnistía, que puso a todos los terroristas en la calle, era, no un estorbo, por más que le llamaran «heredero del franquismo» y la «X de los GAL», sino el hito, mediante su eliminación, para que el Gobierno de turno negociara con ellos la libertad de sus presos y, por supuesto, la independencia del País Vasco. Colocaron, por lo tanto, al Monarca en primer lugar de los que había que «meter en una caja de pino» para que los políticos se avinieran a abrir esas conversaciones. En esa lista estaban también el presidente del Gobierno, los miembros del PP y del PSOE, periodistas, empresarios, etcétera.
Los etarras, como era habitual, se movían dentro del fanatismo que siempre les caracterizó y, fruto de sus ansias de acabar con la vida del Monarca, cometieron un error de libro que les colocó ante el ridículo de la opinión pública.
Los terroristas nunca fueron amigos de admitir que las Fuerzas de Seguridad, en este caso la Policía Nacional a través de la Comisaría General de Información y el GEO, les habían frustrado sus planes criminales. Por eso, en un intento que si no fuera dramático llamaría a la chanza, se inventaron unos «errores técnicos», que nadie se creyó. No contentos con ello, publicaron una fotografía de un velero en el que supuestamente habrían tenido a tiro a Don Juan Carlos y terminaron de pifiarla.
La banda emitió un comunicado en el que, con una foto del velero «Rioja de España», decía que lo había tenido «dos veces a tiro». La fotografía del barco era para demostrar lo cerca que habían estado del Monarca, pero mentían burdamente. Los pistoleros, con su habitual cinismo, afirmaban que, «desgraciadamente, esta vez no se ha podido culminar la acción debido a complicaciones técnicas». Los terroristas aseguraban que su objetivo era «atacar al máximo responsable de la estrategia que busca la desaparición de Euskal Herria» y acusaban a Don Juan Carlos de ser «la famosa X que encabeza la guerra sucia contra Euskal Herria», porque «es quien da las órdenes y las autorizaciones».
ETA quería hacer creer que la foto publicada por «Egin» había sido tomada por los miembros del «comando». Lo que no sabían los aspirantes a regicidas es que el velero «Rioja de España» no había navegado durante ese año (1995) en aguas de Mallorca. La fotografía era del año anterior, cuando Rego viajó a la isla para preparar el atentado. El «Rioja de España» permanecía en dique seco en el puerto de Valencia desde noviembre de 1994. Cuando ETA se dio cuenta de que le habían pillado «con el carro del helado», emitió un nuevo comunicado y lo atribuyó a errores técnicos internos.
Lo cierto es que Rego se llevó en la cárcel una bronca de campeonato de los cabecillas por haberles vendido mercancía podrida. El Rey no participó en la primera regata de 1994 debido a una lesión en un brazo, que le obligó a llevar cabestrillo. En la segunda, lo hizo a bordo del «Bribón».
Los planes para el regicidio nacen de un documento de los presos de la banda, publicado en un panfleto interno llamado «Barne Bulletina», en el que, entre otras cosas, se decía que «cuando los políticos vean caer a sus compañeros (o a un alta personalidad del Estado, como ocurrió con el intento de regicidio) cambiarán de parecer y empezarán a negociar». «El día que un tío del PSOE, PP, PNV va al funeral de un txakurra (agentes de las Fuerzas de Seguridad) o cien, y se le llena la boca de palabras de condena y lágrimas de cocodrilo, no ve en peligro su situación personal y asume este tipo de ekintzas (atentados), pues están hechos una piña en contra de nuestros derechos como pueblo». «Pero el día que vayan a un funeral de un compañero de partido (o una alta personalidad) cuando vuelva a casa, quizás piense que es hora de encontrar soluciones, o quizás le toque estar en el lugar que estaba el otro, o sea en caja de pino y con los pies por delante», en alusión a un ataúd.
El resto de la historia es conocida, pero conviene recordarla para que no se olviden los nombres de los canallas que trataron de desestabilizar España de una manera tan brutal. No les salió bien, pero podrían haber acertado y la historia de nuestro país habría sido sin duda diferente.
Quien organizó y dirigió el intento de regicidio fue José Javier Arizcuren, «Kantauri», un sujeto especialmente peligroso que formó parte de varias células de la banda antes de llegar a jefe de los «comandos». A la hora de la elección de los miembros del «comando» que iba a perpetrar el atentado no estuvo demasiado acertado. El francotirador, un sujeto que tenía en cada ojo todas las dioptrías posibles; el jefe de la célula, un individuo obsesionado por hacer daño a algún miembro de la Familia Real (había intentado secuestrar a Don Juan de Borbón) al que ya conocía la Policía francesa; el tercero, su hijo, un aprendiz de «yuppie» que se paseaba por Mallorca con una moto de gran cilindrada dándoselas de potentado. ¿Algo podía salir mal?
En 1995, ETA estaba crecida. Había dado un salto cualitativo al tomar la decisión de asesinar políticos y altas personalidades de la Nación. El primero en ser acribillado fue el entonces presidente del Partido Popular de Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez; el siguiente iba a ser Aznar, que se salvó por los pelos; y, para el verano, el ataque contra la Corona.
Juan José Rego Vidal había formado parte de ETA entre 1962 y 1988 y, cuando en el otoño de 1993 recibió la cita de «Kantauri», no lo dudó un momento y aceptó a volver a la actividad en la banda. Le dieron 600.000 pesetas para que se alojara en Palma de Mallorca y comenzara a recabar información sobre el Monarca. Fue entonces cuando hizo la famosa foto «fake». Volvió a Francia entusiasmado, se reunió con Arizcuren en el bar «Le Termometre» de París y le explicó que el regicidio era posible. El cabecilla le dio un millón de pesetas y un DNI falsificado a nombre de Andrés Sainz de Buruaga Sainz. La célula se trasladaría a Mallorca en un velero, ya que Rego sabía manejar este tipo de embarcaciones. Se dirigió al puerto de Cannes, donde, tras mirar las que había disponibles, adquirió una, llamado «La Belle Poule». Ni en eso acertó, ya que el barco tenía una vía de agua cuya reparación ETA tuvo que costear.
Las primeras pistas sobre los movimientos del «comando» se lograron entonces, ya que Rego era un etarra bastante conocido y un policía advirtió de sus movimientos por el puerto de Cannes.
El 1 de mayo de 1995, Rego alquiló un piso desde el que se pudiera disparar contra el yate «Fortuna». Cuando lo encontró, volvió a Francia y mantuvo otra reunión con «Kantauri» en París, en la que ultimaron los últimos detalles del atentado y concretaron que los objetivos serían, en orden de preferencia, el Rey, el Príncipe de Asturias y José María Aznar. Antes de partir hacia Mallorca, se reunió de nuevo con Arizcuren y con otro cabecilla encargado del «aparato militar», Ignacio Gracia Arregui, «Iñaki de Rentería». En Antibes, «Kantauri» entregó a Ignacio Rego 35.000 francos para que comprara una moto, que utilizarían para huir cuando cometieran el atentado.
El 15 de julio, los Rego y García Sertucha se trasladaron en el velero «La Belle Poule» al puerto de Alcudia (Mallorca). Durante la travesía, realizaron prácticas de tiro, en especial el francotirador «Kokito». Alquilaron un coche y se alojaron en el piso que había sido elegido por Rego padre durante su anterior estancia en Mallorca. Desde entonces, se dedicaron a vigilar los movimientos que se realizaban en el yate «Fortuna», las entradas y salidas del Rey, el Príncipe y las personalidades que acudían a la embarcación.
El plan consistía en disparar contra el Rey desde la ventana del salón del piso alquilado, con un distorsionador para evitar una rápida localización del origen del tiro. Después, activarían un artefacto explosivo, que habían ocultado en un bote de Cola Cao, para destruir el piso, borrar así las huellas y tratar de despistar a la Policía. Al abandonar el inmueble, se meterían en un hipermercado, donde tenían aparcada la moto en la que viajarían hasta el puerto de Alcudia, donde, en «La Belle Poule», volverían a Francia. Confiaban en la confusión que se crearía para que el velero pudiera no ser interceptado. Tras ensayar en varias ocasiones la acción criminal y el trayecto que seguirían para la fuga, el «comando» celebró una «cumbre» el 8 de agosto. Decidieron perpetrar el regicidio el día 13.
Fueron detenidos al día siguiente por la Policía en una acción en la que, además de la CGI, participaron los Grupos de Operaciones Especiales (GEO), que fueron los que practicaron los arrestos.
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