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Ya no rugen los leones

El gestor del problema que él mismo crea

Los prestamistas son, algunos, declarados enemigos de España y su Constitución y no aceptan excusas de mal pagador

Los leones del Palacio de las Cortes Archivo

Tantos años apostados en las puertas de las Cortes, han convertido a los leones en unos filósofos de lo pasado reflejado en lo inmediato y meditan en estos días sobre la situación que se crea cuando los que tienen responsabilidades se convierten en una especie de gestores de los problemas que ellos mismo crean y para los que nunca encuentran solución. Es una forma extraña y poco recomendable de supervivencia porque si algo ha hecho grandes a políticos españoles ha sido por la resolución de los problemas y, cuando no podían, incluso a costa de dar un paso al lado, dejar el camino expedito.

No se puede consolidar la figura del gestor eterno de los problemas, rodeado de una ingente corte de asesores que aportan ideas que por geniales se tornan peregrinas. Y vivir subido en un pedestal desde el que descalificar a los que tratan de ofrecer soluciones.

Es, valga la comparación, como el jugador empedernido que pide créditos para seguir apostando y con lo que pueda ganar hacer frente a las deudas. En este caso, los prestamistas son, algunos, declarados enemigos de España y su Constitución y no aceptan excusas de mal pagador.

El gestor está atrapado en una carrera hacia una meta incierta porque ha hecho del problema su razón de ser. No le prestan ningún favor los que le rinden pleitesía hasta el sonrojo y corean desde bien temprano, cada día, las consignas que emanan del “asesorator” que quiere emular al Senado Romano en aquellas funciones de órgano consultivo para la administración del Estado.

Los leones saben, porque escuchan a los ciudadanos que pasan delante ellos, de la economía de bolsillo y poco de las grandes cifras de la macroeconomía. Lo que dicen es que tienen menos dinero en el bolsillo que hace unos años. Una realidad con la que no puede combatir los del “asesorator”, salvo que alguno aconseje al gestor que repita la frase del que fuera presidente de Argentina, Carlos Menem,que llegó a compararse con Julio César: “Estamos mal, pero vamos bien”. La proclama ha quedado esculpida en mármol.

La sensación es que cada día que pasa es una jornada perdida en la búsqueda de soluciones salvo las que egoístamente y con un precio altísimo le puedan ofrecer los prestamistas y sólo para pasar unas semanillas.

Parece que el gestor se ha agarrado al pensamiento atribuido a William Shakespeare, pero que no aparece recogido en ninguna de sus obras, de que “ocurra lo que ocurra, aún en el día más borrascoso, las horas y el tiempo pasan”. Sin duda es así y queda bien para uno mismo, pero no para un gobernante de millones de ciudadanos.

Después de asistir silentes, como siempre, a la conmemoración de nuestra Constitución, que Dios guarde, los leones se preguntan. ¿Cómo quiere pasar a la historia? Con lo fácil que es consultar a los españoles para que den su opinión sobre su gestión.