Memoria Histórica

La historia de la lápida de un aviador nazi a la que dejaba rosas rojas el piloto republicano que lo derribó

Inaugurado un itinerario de memoria histórica en Girona

La lápida de Friedrich Windemuth
La lápida de Friedrich WindemuthAgencia EFE

La lápida de Friedrich Windemuth, integrante de la aviación nazi muerto en combate durante el bombardeo del aeródromo republicano de Garriguella (Girona) en 1939, recibió flores durante años cada verano de manera anónima y resultó que las dejaba el piloto español que lo derribó, Josep Falcó. Toda esta historia ha derivado en un itinerario que se inauguró el sábado para conocer aquellos escenarios después de que, hace aproximadamente un año, vandalizaran aquel recuerdo a Windemuth, que permaneció durante más de ocho décadas junto al lugar donde el alemán perdió la vida.

El Ayuntamiento de Garriguella, de la mano del escritor y periodista Josep Playà y de la arquitecta Adela Geli, ha diseñado una ruta en lo que fue aquel aeródromo republicano, que concluye en el cementerio municipal, donde se ha reubicado la lápida, presidida por un olivo como símbolo de paz.

Playà ha explicado a Efe el fruto de una investigación que arranca el 6 de febrero de 1939 con la aviación de la República reunida en este área del Empordà desde la que se avistan los Pirineos, frontera natural entre España y Francia.Aquel día tuvo lugar el último combate aéreo de la Guerra Civil en Cataluña, ya que el ejército alemán tuvo constancia de esa concentración de entre treinta y cuarenta aviones en Garriguella con la idea de dirigirse a territorio francés y regresar posteriormente “porque en Valencia y Madrid el Gobierno de la República seguía resistiendo”.

Josep Playà detalla como si estuviese viendo como seis Messerschmitt de la Luftwaffe atacaron el aeródromo y destruyeron la mayoría de aviones republicanos. “Solo tres o cuatro pudieron despegar, uno de ellos el de Josep Falcó, que derribó a un Messerschmitt cuyo piloto era Friedrich Windemuth”, relata.

No se sabe exactamente cuándo se colocó la lápida, “se supone que en el 39 o 40, seguramente por las autoridades alemanas como homenaje a un piloto de la Luftwaffe que había caído aquí y cuyo cadáver fue repatriado”.

El refugio puesto en valor
El refugio puesto en valorAgencia EFE

El escritor y periodista indica que fue sobre 1960 cuando Josep Falcó, que se había exiliado a Francia tras pasar por campos de concentración como el de Argelès-sur-Mer, regresó a España y descubrió aquel recuerdo a Windemuth. Falcó venía desde entonces cada verano a la Costa Brava y aprovechaba la estancia “para dejar unas flores, rosas rojas, delante de aquella lápida o monolito”.

El que fue piloto republicano mantenía que pudo caer cualquiera de los dos en aquel combate y que quien lo hizo al final no dejaba de ser un joven que perdió la vida con 24 años. Sin embargo, relata Playà, “mucha gente” interpretó la lápida como un homenaje a aquella aviación nazi “que bombardeó Gernika en el País Vasco, pero también Figueres o Granollers en Cataluña, la Legión Cóndor”. Esto provocó pintadas y la vandalización de hace prácticamente un año, que Playà enmarca en “el debate sobre la memoria histórica”.

Las explicaciones de lo que sucedió son la clave, en su opinión, para darle sentido a todos estos restos que quedan de aquel campo de aviación y de aquella mañana del 6 de febrero de 1939.

De ahí, la creación de un itinerario ilustrado con carteles informativos que tiene tres partes principales. La primera, uno de los denominados hospitales de sangre que se ubicó en una masía de época medieval, el Mas Ferrer, para asistir en casos de bombardeo y atender heridos.

El segundo punto es un refugio muy poco común entre los que se conservan de la Guerra Civil ya que está en superficie ante la imposibilidad por la orografía de hacerlo subterráneo, y el tercero es el cementerio con la lápida del piloto alemán.

Adela Geli, como arquitecta, se fija especialmente en ese refugio tan particular, a la vez que destaca del itinerario su integración en el paisaje, con viñas y montañas que proporcionan “el mismo escenario de hace 80 años”. También apunta sobre el entorno que la mayoría de personas que se exiliaban escogían este paso por el Empordà por tener las montañas que separan España de Francia más bajas, “porque atravesarlas por Aragón son 150 kilómetros de sierra y, aquí, con diez ya está, pero los enemigos también lo tenían más fácil para atacar”.

Para el hospital de sangre se ocuparon las antiguas caballerizas de la masía, “aunque hubo que hacer aberturas para garantizar una mejor ventilación, las paredes se encalaron para tener unas mínimas condiciones sanitarias y se colocaron lavamanos”.

En aquel punto hay un refugio subterráneo, pero Geli destaca el otro, el que está en superficie, que hubo que construirlo así “porque allí pasa un riego y el nivel freático es muy alto”. Es grande, recorre 40 metros y, por sus características, está envuelto con grosores de hormigón que superan en la parte superior los dos metros. “La cantidad de hormigón que se necesitó, a día de hoy y con precios de hoy, supondría un gasto en material de unos 130.000 euros sin contar mano de obra ni madera ni loza”, puntualiza.

Todos estos vestigios, incluida la lápida de Friedrich Windemuth, convierten desde este sábado a Garriguella en un nuevo punto destacado de la memoria histórica en España.

David Álvarez / EFE