20 años del 11M

Las incógnitas del 11M: del noveno terrorista en los trenes a una célula sin "autores intelectuales"

Los tres acusados señalados como «cerebros» de los atentados por la Fiscalía eludieron la condena como instigadores de la matanza

Los más de 700 folios de la sentencia del 11M tras casi cinco meses de juicio en la Audiencia Nacional –por el pabellón habilitado en la Casa de Campo pasaron entre febrero y julio de 2007 más de 300 testigos y una treintena de peritos– dejaron, pese al ímprobo esfuerzo del tribunal presidido por el magistrado Javier Gómez Bermúdez, algunas incógnitas que todavía perduran. En la resolución –después confirmada a grandes rasgos por el Tribunal Supremo, que no obstante absolvió a cuatro de los condenados y sí vio motivos para condenar a Antonio Toro– los hechos probados no determinan quién dio la orden de cometer los atentados del 11M. Absueltos los tres señalados por la Fiscalía –Rabei Osman, «el Egipcio», Hassan el Haski y Youssef Belhadj–, la sentencia está huérfana de «cerebros» o de ideólogos de la matanza.

Pero no es la única cuestión que no ha podido aclararse, pues uno de los nueve terroristas que colocaron las bombas en los trenes sigue sin tener rostro. Y tampoco se sabe con certeza quién adquirió los móviles que se utilizaron para activar los explosivos o qué terroristas montaron las mochilas bombas que sembrarían de muerte la línea férrea del Corredor del Henares hasta la capital ese fatídico 11 de marzo de 2004.

«Mohamed el Egipcio» no solo no fue considerado uno de los instigadores del 11M sino que la Audiencia Nacional, y después el Supremo, no vieron pruebas suficientes para condenarle (una conversación grabada en una investigación por yihadismo en Italia, en la que afirmaba que «el hilo de Madrid fue mío») fue considerada «claramente equívoca». Resultó absuelto.

No obstante, en una entrevista con LA RAZÓN con motivo del décimo aniversario de los atentados, Gómez Bermúdez explicó que aunque «no se probó que tenía una relación suficiente con el 11M» se trataba de un «yihadista radical» capacitado, al igual que Belhadj o El Haski, para ser uno de los ideólogos de la matanza, al igual que –señaló– Serhane «el Tunecino» o Allekema Lamari, dos de los terroristas que se suicidaron en Leganés acorralados por la Policía.

La Sala tampoco apreció pruebas suficientes para identificar a Youssef Belhadj con Abu Dujana, el yihadista que reivindicó los atentados en un vídeo. Ni para condenar como uno de los «cerebros» del 11M a Hassan el Haski, de quien el también islamista Attila Turk había dicho (aunque en el juicio se retractó) que fue «su grupo de marroquíes en España quien había dado el golpe». Para el tribunal, aludió yihadistas de origen marroquí que no necesariamente estaban bajo sus órdenes.

¿Quiénes colocaron las mochilas bomba?

¿Quienes colocaron las trece mochilas bomba en los trenes de Cercanías? Para el tribunal, los yihadistas que se subieron a los trenes con ese objetivo fueron los siete suicidas de Leganés –Jamal Ahmidan, «el Chino», Serhane «el Tunecino», Allekema Lamari, Abdennabi Kounjaa, los hermanos Mohamed y Rachid Oulad Akcha y Rifaat Anouar– y «una octava persona que no ha sido identificada». Además, sitúa a Jamal Zougam en el convoy que explosionó en la estación de Santa Eugenia, después de que dos mujeres le identificaran en el juicio (y un tercero ante el instructor Juan del Olmo).

La identidad de ese noveno terrorista que habría colocado «una o más bombas» no pudo precisarse con las pruebas practicadas en el juicio, puesto quienes podían haber arrojado luz al respecto –los terroristas que se inmolaron en Leganés– estaban muertos.

Quien más papeletas tenía para ser ese yihadista que también colocó las mochilas bomba en los trenes era Otman el Gnaoui. Su ADN se encontró en la ropa que dejó abandonada a las 7:45 –unos vaqueros, una sudadera, unos guantes y una bufanda– un hombre que fue visto cambiándose a esa hora entre dos casetas de obra en la Gran Vía del Este, junto a la estación de Cercanías de Vicálvaro. Pero ningún testigo lo reconoció fotográficamente y, dado que junto a su perfil genético también se encontraban los de Mohamed Oulad Akcha. Kounjaa y Anouar), la Sala no consideró esos indicios suficientes para dar por probado que fue uno de los terroristas encargados de colocar las mochilas bomba en los vagones.

La sentencia sí da por probado que –como declaró el portero de una vivienda de la calle Infantado de Alcalá de Henares– sobre las siete de la mañana tres individuos se bajaron de una Renault Kangoo (que posteriormente se comprobó que había sido robada) a cien metros de la estación de Cercanías. Pero a ninguno de ellos se le ha puesto nombre (en su escrito de acusación, la Fiscalía mantuvo que los terroristas se desplazaran hasta Alcalá, para repartirse por los trenes de la muerte, en esta Renault Kangoo y en un Skoda Fabia, pero los magistrados no lo dieron por acreditado).

La compra de los móviles

Las pruebas practicadas en el juicio –con las que el tribunal establece la verdad judicial de los hechos, ceñida por tanto a las pruebas que tienen la oportunidad de valorar– tampoco desvelaron la identidad de la persona que, ocho días antes del 11M, compró nueve de los móviles utilizados para accionar los explosivos a distancia. La identificación de las tarjetas de Amena sí permitió, sin embargo, llegar hasta el locutorio de Jamal Zougam. Del mismo modo que los siete detonadores hallados por los agentes en la Renault Kangoo condujeron a los investigadores hasta mina Conchita, donde Suárez Trashorras había sustraído los explosivos que facilitó a «el Chino».

Respecto al montaje de los explosivos también subsiste la duda de qué terroristas se encargaron de esta tarea clave para que los atentados se llevaran a cabo tal y como habían planeado. «El Chino» y El Gnaoui los guardaron en un agujero que habían cavado al efecto en una cabaña de Morata de Tajuña (Madrid), pero se desconoce si fueron ellos los que confeccionaron la carga explosiva con la dinamita facilitada por el exminero Suárez Trashorras.

Fue precisamente la determinación del explosivo utilizado por la célula yihadista lo que concentró las sesiones más técnicas del juicio, con periciales de expertos que llevaron al tribunal a concluir que el explosivo que usaron los terroristas fue «dinamita plástica ‘‘tipo goma’’». Aunque sin poder precisar «con absoluta certeza la marca de la dinamita», toda o gran parte de ella procedía de mina Conchita (entre los escombros de Leganés se hallaron restos de Goma 2 Eco). El hallazgo de restos de titadyne (explosivo habitualmente utilizado por ETA) alentó teorías sobre la posible participación de la banda terrorista en los atentados, pero al respecto la sentencia es concluyente al descartar que ETA tuviese algo que ver con el 11M (en el juicio llegaron a declarar como testigos tres etarras), esgrimiendo ocho informes policiales y el testimonio de los etarras en el juicio para descartar esos posibles vínculos de la célula del 11M con miembros de ETA.

«Ninguna de estas pruebas, sometidas a contradicción en el plenario, avala la tesis alternativa de la defensa», concluyó la Sala en referencia a esa «tesis alternativa» planteada por la defensa de uno de los acusados, Basel Ghalyoun.

La sentencia tampoco sitúa como causa de los atentados a la participación de España en la guerra de Irak. Solo al dar por probado que Trashorras conocía el radicalismo de «el Chino», la Sala apuntó que por fuerza debió relacionarlo con el terrorismo islamista «especialmente tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EE UU y las amenazas proferidas por Ben Laden y sus secuaces», entre ellas (aunque el tribunal no la citaba expresamente) la advertencia a nuestro país en octubre de 2003 de que estaba en la diana del terrorismo yihadista por el envío de tropas a Irak.