Defensa

La industria militar israelí, en el punto de mira del Gobierno

Fuentes del sector hebreo, a LA RAZÓN: «Están renunciando a alta tecnología avanzada y a la cooperación»

El pasado 24 de abril conocimos la noticia de que el Gobierno había rescindido unilateralmente un contrato de compra de munición con la empresa israelí IMI Systems, valorado en 6,6 millones de euros, para aplacar a sus socios de Sumar. El destino de las balas era el Ministerio del Interior, que se quedó sin el material de la noche a la mañana. La guerra en Gaza tras los atentados de Hamas en suelo israelí el siete de octubre de 2023 llevó al Ejecutivo a asegurar que no se iban a autorizar nuevas operaciones desde esa fecha, aunque distintas informaciones indican que entre enero de 2023 y junio de 2024 se exportaron armamentos «no letales» por valor de casi 50 millones de euros.

En la última semana, el Gobierno ha intensificado la batalla para lograr el veto europeo a la exportación de armas a Israel sin mucho éxito, al menos de momento. El presidente Sánchez viajó a Bruselas para verse con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a la que le pidió en persona que el club comunitario avance en esa dirección. Alemania ya dijo el Madrid el pasado lunes que no se unirá a esa prohibición de suministrar material al Estado hebreo.

No hay duda de que el Gobierno ha puesto en el punto de mira a la industria de Defensa israelí y no pierde ocasión de manifestarlo. Ayer dio un paso más en esa escalada. En un desayuno organizado por Nueva Economía Fórum, la secretaria de Estado de Defensa, Amparo Valcarce, aseguró que el Ministerio está desarrollando lo que llamó un plan de «desconexión tecnológica» para no tener que depender de Israel «de ninguna de las maneras».

Anular la dependencia

Lo cierto es que no dijo cómo piensan zafarse de esa «dependencia», ni se refirió a proyectos concretos, lo que hace pensar que sus declaraciones, por mucha voluntad que les pusiera, pertenecen, por ahora, a la política de gestos. Declaraciones más simbólicas que ejecutivas con las que España quiere manifestar su apoyo al pueblo palestino en una guerra en la que ya han muerto más de 50.000 personas en Gaza, la mayoría civiles.

Para la industria israelí, la cancelación de la compra de balas para Interior y las que puedan seguir detrás es apenas un arañazo en su ingente volumen comercial en todo el mundo, que no deja de crecer tras el inicio de conflictos como el de Ucrania. Por otro lado, el hecho de que dejemos de venderles material tampoco va a causarles un roto porque no somos, ni de lejos, un proveedor imprescindible para su Ejército.

Dicho esto, hemos acudido al sector privado israelí para conocer cómo están recibiendo el rechazo español. Nadie ha querido hacer declaraciones con nombre y apellido, lo que refuerza la idea de que no están interesados en el choque directo, aunque el sentir general es que España pierde mucho porque lo que está en cuestión en este momento es la transferencia de tecnología para su desarrollo y comercialización aquí.

Fuentes de la industria han asegurado a LA RAZÓN que su objetivo es cooperar con España para construir una infraestructura de defensa sólida con tecnología de vanguardia en un momento crucial para nuestra Defensa, con las exigencias crecientes de gasto en el seno de la OTAN y el alejamiento de EE UU.

Pérdida mutua

«Lo que el público español debe entender es que, si se cancelan estos contratos y proyectos, estarán renunciando al acceso a tecnología altamente avanzada y a la cooperación industrial, oportunidades para producir, diseñar y desarrollar su propio equipo y sistemas dentro de instalaciones en España».

Consideran que se trata de una pérdida para ambas partes, tanto para la industria israelí como para la española, y subyace una cierta decepción porque el trato recibido no se compadece con la alianza labrada durante años y la deferencia con España, uno de los pocos países con los que habrían compartido cierta tecnología.

Los contratos de los que hablan estas fuentes y que aún siguen pendientes del veredicto final son, principalmente, los referidos al sistema Silam (Sistema Lanzacohetes de Alta Movilidad) para sustituir el antiguo lanzacohetes del Ejército de Tierra que desarrolla la empresa española Escribano y la alemana Rheinmetall Expal con la tecnología de Elbit Systems. También pende de un hilo la modernización del Sistema Conjunto de Radio Táctica (SCRT).

El "laboratorio" de Gaza

Una de las mayores reticencias que expresa el Gobierno por la adquisición de armamento a Israel es que el material ha sido «testado en combate». Esta precaución no es exclusiva de España. En su libro «El laboratorio palestino» (Capitán Swing), el reportero australiano de origen judío Antony Loewenstein explica cómo la industria de Defensa hebrea utiliza la guerra en Gaza como banco de pruebas y posterior reclamo comercial. El resultado, según él, es que la Franja se ha convertido en un gran banco de pruebas bélico «como han advertido los médicos locales y extranjeros que hablan de heridas y lesiones nunca vistas antes, provocadas por armamento nuevo».

Tras la anulación unilateral de la compra de munición, el general retirado Juan Montenegro aseguró a LA RAZÓN que los contratos de las Fuerzas Armadas con Israel son «numerosísimos». La relación es muy estrecha. «Todos los drones que hemos utilizado en Afganistán, por ejemplo, son de IAI, la Industria Aeroespacial Israelí. Igual que el sistema PASI —la Plataforma Aérea de Sistema Integrado, un dron grande de reconocimiento—, que lo compramos directamente en Israel y se desplegó en Afganistán. Era lo más fiable que había en su momento. También las radios tácticas, las UHF, VHF, EHF… todo eso es israelí. Y están probadas en combate. No discutimos con quién combaten o cómo, pero están probadas».