
Opinión
El invernadero de Vox
"Yolanda Díaz es el mayor fraude electoral que se haya visto en la política española desde hace mucho"

En la política española se ha perdido el sentido de la oportunidad y se ha instalado el oportunismo. Abrir el debate del aborto, para desviar la atención de la opinión pública de los casos de corrupción, el enfrentamiento con la guerra de Gaza o intentar colar el cambio horario, como prioridad nacional, son buenos ejemplos. A cuenta de este último asunto, ha tenido eco la amenaza de Miriam Nogueras en la última sesión de control al Gobierno y, al parecer, también éxito, Sánchez se ha apresurado a intentar negociar, una vez más, que el catalán sea lengua oficial en Europa. Esta vez ha acudido a Alemania para desbloquear lo que la Unión Europea ha rechazado en sucesivas ocasiones.
Cuando se trata de defender el sillón, Sánchez no tiene ningún límite en usar lo que sea necesario, bien polariza a la sociedad, ya sea para ceder a los chantajes del separatismo, bien lleva a la agenda de Europa sus problemas domésticos. Con Trump obsesionado con España, amenazando con imponer aranceles y moviendo ficha con Putin, de manera peligrosa, no solo para los intereses de Ucrania, también para los de Europa en general, Sánchez intenta que lo prioritario y urgente sea la oficialidad del catalán.
Desde la Moncloa se vuelve a buscar el choque con Díaz Ayuso. Esta vez se trata de la imposición de una placa que recuerde las torturas de la policía política de la dictadura en el marco de los actos de conmemoración de la muerte de Franco. La banalización de la historia es una falta de respeto a quienes sufrieron la persecución del régimen.
Lo que mejor le vendría a Sánchez es que Vox pidiera otra placa en el Círculo de Bellas Artes recordando la checa que durante la guerra existió allí y que también torturó. Si se alimenta el clima guerracivilista, los partidarios no mueven su apoyo a la causa ni un ápice, desaparece el pensamiento crítico y todo lo demás pasa a un segundo lugar.
El populismo del gobierno es una traición a aquella izquierda que supo cerrar el pasado con la Constitución del 78. Si Sánchez, Yolanda Díaz, Belarra o Puigdemont hubiesen tenido que conducir la transición política, el resultado hubiera sido catastrófico. Sánchez cree que va a asegurar la legislatura con regates a corto plazo, pero los socios de investidura han empezado a interpretar que el barco se hunde y cada uno traza la estrategia que más le conviene.
Los independentistas han empezado a impacientarse y quieren cobrar al contado lo que el gobierno pretendía pagar a plazos. Puigdemont va a seguir dando oxígeno al PSOE, eso sí, va a racionarlo, al mismo tiempo quiere apretar y, para ello, organiza una consulta a la militancia sobre si deben seguir apoyando a Sánchez, todo sea por las apariencias y por mantener la atención mediática. Junqueras también ha empezado a tensar la cuerda, no tanto por lo que pueda arrancar al Estado, por no dejarse comer el electorado por Junts.
Pero el más grotesco es Sumar. El lapsus de Yolanda Díaz en el Senado fue, en realidad, la posición política de su grupo que, en privado se declaran escandalizados por los casos de corrupción, pero en la práctica, van a mantener sus carguitos, pase lo que pase. Díaz es el mayor fraude electoral que se haya visto en la política española desde hace mucho. La mayor parte de su tiempo la dedica a mejorar su imagen pública, este mismo verano, por ejemplo, interrumpió sus vacaciones para comer en una marisquería gallega con un grupo de periodistas minuciosamente seleccionados, no es descartable que un día terminen publicándose los gastos de representación de su ministerio.
El PNV tiene un gran problema. Ha dinamitado puentes con el PP y ha encadenado su suerte a Sánchez, y esto tendrá un alto precio electoral. En cambio, Bildu ha unido la del PSOE a la de ellos. Gracias al blanqueo recibido de la mano de Sánchez y al alejamiento de la dirección del nacionalismo vasco de su electorado, Bildu se sitúa como serio aspirante a poner lehendakari.
Hay otro interesado en que continúe Sánchez, y no forma parte de su bloque de investidura, se trata de Abascal. En este periodo ha obtenido sus mejores resultados, cada conflicto que provoca Sánchez para polarizar es como agua de mayo para Vox. Muchos votantes socialistas mantienen su apoyo a Sánchez por miedo a que la extrema derecha llegue al gobierno, ese es el marco político que ha establecido el PSOE, no promueve el voto a favor de un proyecto político, sino una coalición negativa.
Sin embargo, la realidad es exactamente la contraria, Vox desaparecerá cuando Sánchez deje de ser presidente del Gobierno porque solo se alimenta de la carnaza que el líder socialista lanza al ruedo político. Sánchez no es el muro de contención de la extrema derecha, es el invernadero en el que crece, eso es lo que deberían saber los votantes socialistas. En definitiva, Sánchez pasará a la historia como el hombre que destrozó España.
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