Cataluña
Junts avanza sin brújula con un Puigdemont acorralado en su exilio
Jaume Giró ha sido el último en abandonar un barco que va a la deriva, como vaticinan todas las encuestas
Junts per Catalunya está dirigida con puño de hierro por Carles Puigdemont desde Waterloo. El presidente sabe que sin él la organización se podría disolver como un azucarillo y actúa por intereses más personales que de partido. Es un secreto a voces que Puigdemont ansía volver a Cataluña por interés político porque es harto difícil dirigir una organización sin estar en el día a día, y por interés personal, porque la situación de soledad provoca que se tomen más decisiones con el corazón que con la cabeza. Sus críticos le consideran alejado de la realidad catalana y lo ven anclado en posiciones maximalistas. Es el sector más pragmático, más convergente de Junts. El último en dar el portazo ha sido Jaume Giró, que no estaba dispuesto a ser solo una figura decorativa en el Parlament. Giró quería que Junts tuviera un papel activo en la política catalana de la que ha desaparecido y un papel exigente en la española, sin los habituales aspavientos de Míriam Nogueras.
Chocaba de plano con Puigdemont, que no quiere ningún trato con el PSC porque sigue con la espina clavada de la pérdida de la ciudad de Barcelona.
En Junts, los peones de Puigdemont verbalizaron que, como exigencia a Salvador Illa para negociar los presupuestos y la estabilidad del Govern, el PSC debía entregar Barcelona a Junts. Este punto ni siquiera se debatió en la última cumbre del partido, aunque el propio Puigdemont considera que la pérdida de Barcelona es una traición de los socialistas.
Desde el entorno del primer secretario del PSC son tajantes: «Los que proponen esto viven fuera de la realidad». Puigdemont no dice lo mismo de Girona, donde el PSC ganó y la alianza independentista le arrebató la alcaldía. Tampoco dice nada Puigdemont de los pactos con el PSC en más de una veintena de municipios.
Jaume Giró ha sido el último en abandonar un barco que va a la deriva, como vaticinan todas las encuestas. En Cataluña, Junts no encuentra su sitio y el propio Puigdemont está moviendo la silla a su portavoz parlamentario, Albert Batet, dando más papel a su último descubrimiento: Mónica Sales. Batet, cuya salida se apunta inminente, recalaría en el sector privado. El propio Batet ha perdido influencia también en el partido por la irrupción de Antoni Castellà, el nuevo valido de Puigdemont que amenaza incluso al secretario general, Jordi Turull.
Las patronales catalanas han intensificado su relación con Junts, lo que ha tenido resultados positivos en Madrid, como el rechazo a la reforma laboral o al impuesto a las energéticas, pero negativos en Cataluña.
Foment del Treball y Pimec han hecho ímprobos esfuerzos para un acercamiento de Junts al PSC en materia de política fiscal, pero la falta de concreción en el proyecto de Junts en Cataluña, donde «ni comen ni dejan comer», a juicio del Govern, lo hace imposible y aboca a Salvador Illa a repetir sus acuerdos con ERC y Comunes, provocando el enfado y el desasosiego en la patronal. Esta desubicación de Junts está provocando una fuga de votos a Aliança Catalana del sector más radical, más supremacista, y más independentista de Junts. Sin olvidar, a Dempeus per la independencia –En pie por la independencia– que condenan la vía pactista de Carles Puigdemont. Otra fuga de votos del sector moderado, que va a parar a la bolsa de Illa.
Giró, y antes Elsa Artadi, son los máximos exponentes, sin olvidar a Miquel Samper, hoy conseller de Empresa con el PSC y antes conseller de Interior con Quim Torra y Pere Aragonés, o a David Bonvehí, que fue presidente del PDeCAT y hoy director general de Economía Social en el Govern de Salvador Illa. No solo son cuadros, sino también votantes que en aras de la estabilidad dieron su voto al actual presidente en las pasadas elecciones autonómicas.
Esta tocata y fuga del alma más pragmática de Junts per Catalunya, de un lado, y del sector más activista, del otro, está descapitalizando un partido en el que solo tienen cabida los que aplauden el hiperliderazgo de Puigdemont. La próxima asignatura del líder de Waterloo es la designación del candidato de Barcelona. Tras la marcha de Xavier Trias, Puigdemont puso al frente del grupo municipal, de forma interina, a Jordi Martí, que ha hecho toda su carrera con Trias, pero a quien solo conoce el 16% de los barceloneses. Neus Munté, Joana Ortega o Damià Calvet, todos representantes del ala moderada, la de espíritu convergente, tienen pocas o ninguna posibilidad de ser candidatos. Parece que Puigdemont se inclina por su hombre de confianza en el consistorio, Josep Rius. La decisión no es fácil porque Junts, según las encuestas, pierde la mitad de su representación con respecto a 2023 y ninguno de sus posibles candidatos es conocido por la ciudadanía.