Cerco judicial al PSOE
Koldo enciende a Ábalos y Moncloa cae en «game over»
Colapso interno. El exministro sigue la senda de su asesor con ataques sin estrategia clara. Ya hay ministros que se quitan de en medio. Koldo tantea en ámbitos del PSOE y de otros partidos. Los cargos temen por su sueldo
Hay ocasiones en que la realidad y la apariencia convergen. Hace más de un año que la conversación pública española gira alrededor del laberinto sin salida en que se ha convertido la presidencia del socialista [[LINK:INTERNO|||Article|||6927320cf2d33700070a3fca|||Pedro Sánchez Pérez–Castejón]], de 53 años. Y en todo este tiempo, el Gobierno reitera que queda coalición para rato. Hasta 2027 y lo que venga, reitera el propio Sánchez. Pero ayer ese laberinto se hizo tangible en cuatro actos casi simultáneos.
La sensación de «game over» se asienta, poco a poco, en Moncloa. Y eso explica que haya ministros que empiecen a desentenderse de todo lo que pudiera hacer Sánchez antes de ser presidente. «Yo en 2018 no estaba por Madrid», concede un importante miembro del Ejecutivo cuando se le pregunta por la supuesta reunión, en ese año, entre el líder socialista, Santos Cerdán y Arnaldo Otegi para cerrar el apoyo «abertzale» a la moción de censura con la que Sánchez desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa.
Y, aunque todos en el Ejecutivo insisten en que, si el presidente la ha desmentido es que no existió, no deja de ser llamativo que ya no se pongan las manos en el fuego. José Luis Ábalos siguió la senda de Koldo García para confirmar la reunión de Otegi porque se lo habían dicho fuentes presentes (Koldo). La misma fuente al que se señala como filtrador de la información y que salió a confirmarla tras el desmentido de Sánchez. El exministro, su entonces asistente y Santos Cerdán son un agujero negro que se traga todo esfuerzo del Gobierno por salir del fango.
Ayer imperó el estado de nervios mientras el presidente de la República Federal de Alemania, el socialdemócrata Frank–Walter Steinmeier, se paseaba por Madrid en visita de Estado. Si hubo un país que patrocinó la Transición española a la democracia, de la que se acaba de cumplir medio siglo, es Alemania. El otro fue Estados Unidos. Pero no se entiende el auge del PSOE y el «felipismo» sin el respaldo del SPD.
Puede que Steinmeier esté al tanto del lío mayúsculo en el que anda Sánchez, que ayer recibió otro zurdazo de Ábalos. El exministro, que teme acabar hoy en prisión, se despachó contra la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, a la que pidió que explique quién hizo uso de su vivienda ministerial. Ayer todo fueron golpes, cuchilladas, rencor...
La posibilidad de que quien fuera mano derecha y consejero político –y casi personal–del jefe del Ejecutivo termine entre rejas no hace más que tensar las costuras de un gabinete que se queda sin oxígeno.
Por si no fuera poco, la Audiencia Nacional pidió al PSOE que aporte información de los pagos en metálico de los últimos ocho años en concepto de gastos de representación; el juez que investiga el «caso Leire» citó como testigo al secretario de Estado de Telecomunicaciones e Infraestructuras Digitales, Antonio Hernando –otro «fontanero» del partido a quien se atribuye el control del grupo parlamentario socialista en la sombra–. Y, para rematar, la UCO registró el Ayuntamiento de Dos Hermanas (Sevilla), porque sospecha que quien también fuera hombre fuerte de Sánchez hasta este verano –apartado por denuncias de supuesto acoso sexual– podía haber cobrado un sueldo de 2.000 euros al mes del Ayuntamiento de Dos Hermanas sin ir a trabajar.
Este el carrusel de golpes que Pedro Sánchez recibió ayer. La devastación en el PSOE es total. No tanto por un sentimiento de traición de su líder, sino por el convencimiento de que así no se puede seguir, de que la realidad se está imponiendo.
Los socios del Gobierno, de momento, insisten en que no harán caer a Sánchez mientras no se demuestre que tras los «jetas» Ábalos, Cerdán y Koldo hay, en verdad, una estructura de financiación ilegal del partido. Pero en el Congreso, en cualquier caso, huelen a final de partido. Se respira en cada conversación y en cada corrillo. Es más, en la izquierda, como contó este diario, ya han empezado las cábalas sobre nuevos proyectos electorales y quiénes los liderarán.
El problema, concede un socialista curtido en duras batallas, es que no queda nadie en Moncloa que le pueda decir al presidente que se acabó: «Hay una ingente cantidad de personal de confianza que depende de permanecer en el poder. Y fuera del Gobierno central hace mucho frío, porque el partido perdió hace dos años buena parte del poder territorial que tenía».
De manera que el PSOE se ha convertido en una máquina de resistencia que ve la realidad, pero aguanta por obcecación de su líder. Lo que viene no calma los ánimos. Nadie se quiere imaginar a Ábalos en la cárcel y cómo pueda reaccionar (con Koldo, al mando).