Elecciones generales
Lo que piden los jóvenes: "Precariedad y juventud están más ligadas que nunca"
Según el CIS, el mayor volumen de indecisos de cara a las generales se concentra en el electorado joven, que demanda más oportunidades laborales y más democracia. Su voz puede decantar la balanza.
En el día del arranque de la campaña electoral cinco jóvenes dieron forma en el Café Comercial de Madrid al segundo de los debates organizados por LA RAZÓN para dar voz a los problemas reales de los españoles de cara al 28-A. En medio de un ambiente político en el que las banderas y los lazos amarillos, los muros en la frontera, los ataques al adversario y los cálculos para formar gobierno monopolizan el discurso de los candidatos, estos representantes de la generación post millennial ponen encima de la mesa cuestiones como la carrera de obstáculos a la que se enfrentan para dar con «un trabajo de verdad», la importancia de la lucha feminista también entre los más jóvenes y la necesidad de repensar instituciones como la universidad o el propio modelo de Estado.
Conocen en primera persona que ser joven en 2019 se conjuga con la «p» de precariedad y llaman a los partidos que compiten en las urnas a actuar en este frente. «Hay una moda mediática, según la cual, los 30 son los nuevos 20, que lo que hace es encubrir la precariedad laboral a la que estamos sometidos. Tengo 24 años, he acabado la carrera hace tres años, un máster hace uno y estoy de becaria. Y creo que mi condición de becaria va a seguir prolongándose por los siglos de los siglos. Acabamos asumiendo que, al tener poca experiencia entre comillas, esas cosas son legítimas y tenemos que ser exigentes. Hay empresas a las que parece que hay que dar las gracias. Se aprovechan de que tengamos pasión por nuestra profesión», asegura Marta. Es periodista y ahora ha tenido que matricularse en un curso para establecer un convenio de prácticas y trabajar en un periódico: «Estoy pagando por trabajar». En una situación similar se encuentra Carlos: «La juventud está ligada a la precariedad al cien por cien, ambos conceptos están más asociados que nunca. He trabajado en varias cosas y no he tenido nunca un sueldo con el que me pudiese independizar y mantener una vida yo solo». Arabia, que tras terminar sus estudios de Relaciones Internacionales trabaja como profesora de inglés, apuesta por reformular la figura del becario, ya que, a su juicio, se ha convertido en «una triquiñuela legal», según ella misma ha escuchado de boca de los jefes de alguna de las empresas para las que ha trabajado: «Reconocen que se rodean de becarios porque no tienen dinero para contratar a administrativos». «Empiezas tragando con tus contratos en prácticas en los que cobras el 60% menos realizando las mismas labores, incluso más sucias, que cualquier otro trabajador», asegura Juan Carlos, que actualmente trabaja en una empresa de sonido y que sabe bien lo que es sudar para conseguir lo que tiene: «Tuve que sacarme los estudios mientras trabajaba en un AhorraMás. Me tiraba siete horas en el instituto por las mañanas, comía en una hora y luego estaba hasta las 10 de la noche en un trabajo en el que me dolía la espalda». Teresa, por su parte, trabaja en una multinacional, también en prácticas, y pone como ejemplo de las dificultades laborales actuales la realidad que vive una de sus amigas: «Estuvo trabajando como junior en una empresa y para conseguir mejor currículum ha vuelto a ser becaria. Ha tenido que dar un paso atrás: ha hecho su máster y la carrera, estuvo trabajando dos años y ahora ha vuelto a firmar un convenio para hacer prácticas».
Todos instan a los políticos a prohibir por ley las prácticas no remuneradas, aunque muestran reparos a poner límites temporales a la categoría de becario. Respecto al debate que se ha colado en campaña en torno a la posibilidad de hacer gratuita la Universidad, Juan Carlos considera «fundamental» esta cuestión: «Que alguien que tenga 2.000 euros para pagarse la carrera pueda llegar a ser médico y al que no lo tenga se le diga que “tú no vales para ser médico”, me parece lamentable». La universidad gratuita, rebate Teresa, «debe ser para quien lucha por tener unas notas muy altas y para quien no tiene suficiente nivel económico para poder pagársela», aunque defiende que los impuestos deben sufragar otras cuestiones, como «la sanidad y el colegio para los niños», antes de orientarse a subvencionar al 100% la educación universitaria. Arabia considera urgente que la universidad deje de ser una «prolongación del instituto» e insta a los políticos a articular un sistema que la haga más «profesional»: «Se debe hacer criba: el que no estudia no tiene que estar. Estar manteniendo a gansos no es la solución».
Los partidos de izquierdas han incorporado a sus programas la propuesta para rebajar la edad para poder votar a los 16 años y los participantes en el debate coinciden en este punto: «Absolutamente en contra. En las escuelas, no hay espacio para enseñar a pensar», sostiene Arabia. Y es que, entre una parte significativa de los jóvenes, añade Carlos, es «difícil hablar de política y tener un debate con argumentos», entre otras cosas porque, como sostiene Juan Carlos, los menores de edad se ven sometidos a un «bombardeo extremo de tonterías», en donde «lo que se impone a los chavales es admirar a un youtuber que se está llenando los bolsillos de dinero». A juicio de Teresa y Marta, implementar esta medida requeriría que los menores de 16 años cursaran una asignatura de Derecho, que girara en torno a los Derechos Humanos, los partidos políticos y la Constitución, y otra de Historia: «Hay gente con 19 años en la Universidad con un vacío a nivel histórico, político y cultural que no es culpa suya, es culpa de un sistema que fomenta un conocimiento escaso e insuficiente».
En lo que concierne al modelo de Estado, ¿debería abrirse el debate entre Monarquía y República? Carlos y Juan Carlos consideran que sí: «A la Monarquía no hay que quitarle el mérito que tuvo, pero creo que ahora hay una parte de la sociedad que no se siente representada». También Marta, que además pone el acento en que se elimine de nuestro ordenamiento que el Rey siga gozando de «inviolabilidad»: «Me parece una institución anacrónica y que no tiene ningún tipo de cabida en una sociedad moderna». Arabia, sin embargo, considera «difícil» abrir ahora ese melón: «España, por cultura política, ha sido un país monárquico. El Rey es una persona que desde que nace ha sido formada única y exclusivamente para ello. No hay una persona más preparada para esta función. Si no queremos a un rey, ¿qué hacemos? Habría que plantear otra forma de Estado que mantenga una cohesión en la representación internacional de España sin intereses partidistas».
Aún con la resaca de otro 8 de marzo histórico, las participantes en el debate destacan el largo camino que queda por recorrer en materia de igualdad y de lucha contra el machismo, también entre los jóvenes. Arabia sostiene que hay en la actualidad una mayor concienciación, pero que ésta es «superficial» y aboga por revisar por qué, por ejemplo, «son las mujeres las que tienden a reducirse la jornada o asumir los cuidados». Marta defiende el feminismo como una «ideología» que debe apostar por cambiar aquellos comportamientos que han relegado a la mujer a «una esquina de la historia» y pone el acento en reivindicar el «feminismo radical» como la «matriz» de este movimiento: «Lo que es un chiste es lo que se inventa Ciudadanos para ganar votos del feminismo liberal. ¿Qué es eso? Es un invento para desvirtuarlo». La batalla por la igualdad, en palabras de Teresa, ha evolucionado: «Mi abuela tenía que luchar con que mi abuelo la dejara sacar dinero; yo contra eso no combato, la lucha es distinta, es que has salido de casa y te preguntan a cuántos les has dado el teléfono o es soportar que te desestimen cuando das tu opinión».
Respecto a la propuesta de Podemos de legalizar el cannabis, no hay unanimidad. Mientras Juan Carlos apoya la idea y apuesta por un «consumo responsable» –«si es legal el alcohol, podría ser perfectamente legal el cannabis», sostiene– Arabia considera que, previamente, sería necesario realizar «estudios científicos y sociológicos sobre cuáles pueden ser las repercusiones a todos los niveles». Para Teresa, «si está ilegalizado es porque la gente ha considerado que genera adicción», aunque, en su opinión, si se aprobara «no creo que fuera la locura que mucha gente se piensa». Carlos sostiene lo contrario: «Si se legalizara, se iba a fumar bastante».
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