
Opinión
No más degradación
Leire Díez es «fontanera», pero mala, amén de una socialista indecente

Si pensábamos que ya lo habíamos visto todo en la tragicomedia sanchiana, ayer pudimos comprobar que no. Esto puede aún empeorar, aunque mayor degradación no cabe. Hasta «The Times» ha entrado de lleno en las andanzas de nuestra intrépida «fontanera», protagonista de la farsa de ayer. Leire Díez se nos puso exquisita diciendo que ella es una consagrada periodista de investigación, y que por supuesto no es «fontanera» ni cobarde. Como todo lo que dijo suena a mentira, lo de que está en una investigación periodística, también. Nadie puede creer que tenga el libro medio escrito, si no aporta los originales redactados, el nombre de la editorial y el contrato que ha firmado. Nadie cree semejante globo, y por eso hay que decirle que sí, es una «fontanera» pero mala, amén de una socialista indecente.
Lo primero, porque está haciendo el trabajo que no hace ningún fontanero de verdad: desatascar cañerías. Su tarea es la contraria: ensuciar y emponzoñar con mercancía podrida. Lo de cobarde se lo imputa ella misma con su actitud.
Ningún valiente va a una rueda de prensa para soltar un rollo sin responder a preguntas de los periodistas. Claro, la iban a interrogar sobre cuestiones engorrosas, del tipo: «Usted para quién trabaja, quién le paga el sueldo del que vive, la editorial que le hizo el encargo, sus relaciones con Sánchez, Begoña y Cerdán, cómo coordinaba el voto por correo o quién pagó el hotel donde protagonizó la falsa rueda de prensa de ayer». A nada de esto quiere responder porque sabe que en cualquier momento le falla el argumentario y se mete en lío judicial.
Lo dicen los abogados: hay que hablar lo menos posible, apenas responder a lo que te preguntan con un sí o un no, aunque siempre tratando de enredar, si es posible. Luego si no ha sido valiente, y no lo ha sido, es que se comporta como cobarde, por mucho que diga lo contrario. Tan cobarde como «fontanera» de mala calidad y periodista ruin.
No todo el que tiene el carné de periodista lo es, y esta señora ha ejercido de militante, de socialista y de propagandista mamporrera al servicio de Pedro Sánchez. Lo quiera reconocer o no. Lo diga en castellano o como quiera. Luego tiene razón Aldama cuando grita que lo de ayer fue una pantomima, algo falso de toda falsedad, un numerito montado para echarle la culpa a las cloacas del PP, como siempre. De la mangancia socialista tiene la culpa el PP, lo mismo que de las aventuras begoñas, el enchufe del hermano, las filtraciones del fiscal y el putiferio en general. Eso sí, en lo que no le acompaña la razón a Aldama es en su irrupción violenta en el escenario, que nos transporta al mundo de Torrente. Se pueden decir verdades sin violentar a nadie y sin hacer de merdellón matón. Pero esto es lo que hay en este país. Lo que nos ha tocado. Una desgracia de Gobierno, una «fontanera» cobarde y un mundo de bajos fondos, como en el Chicago de Al Capone. En este escenario de podredumbre, es desgarrador el empeño de Sánchez por mantener viva una legislatura degradada. Cada día es peor. Nada presagia que vaya a mejorar. Tapa un agujero y salen cinco. Su gran error fue el de querer gobernar habiendo perdido las elecciones. Trampas de tramposo mal perdedor. Y ahora, el empeño por seguir gobernando cuando no cabe un escándalo más. Tiene razón Emiliano Garcia-Page. Vamos a dejar ya este sufrimiento llevando el país a las urnas. Que España decida.
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