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Pablo Iglesias: El humillado "sultán" rojo

Confiesa claramente que se arrepiente de haber designado a Yolanda Díaz como sucesora

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IlustraciónPlatónLa Razón

Ya es una caricatura de sí mismo. Intentó una jugada a la desesperada, pero Pablo Iglesias Turrión es ahora un activo tóxico en la extrema izquierda junto con sus dos «halconas», Ione Belarra e Irene Montero. Una consulta a la búlgara incitaba a las bases de Podemos a dar un cheque en blanco a la dirección del partido para hacer lo que se le venga en gana y negociar directamente con su antaño protegida y ahora gran enemiga, Yolanda Díaz. Deserciones en los territorios, críticas a las purgas de la cúpula, rechazo total a una ministra desautorizada por el Tribunal Supremo y condenada por insultos, un batacazo electoral sin precedentes... convierten a la formación morada y su gran líder en un despojo político. Quien un día se definiera como «El Lenin español» está en claro declive, como un ángel negro caído sin horizonte.

Los marqueses de Galapagar, que un día tuvieron mando estalinista en plaza, viven hoy sus horas más bajas. Iglesias, el telepredicador agresivo que contra cualquier criterio racional llegó a ser vicepresidente del Gobierno de España, navega a la deriva. Es el ocaso de un «sultán» rojo, a quien el poder le vino muy grande. La mujer que designó a dedo, por encima de su propia pareja, Irene Montero, le ha humillado hasta el infinito.

Yolanda Díaz, experta en triturar a todos aquellos a los que todo debe, ha logrado someter a la cúpula de Podemos hasta solapar sus siglas bajo Sumar, con el veto a Irene y Pablo Echenique, dos de los guardianes pretorianos de Iglesias. Resulta patético contemplar a la histriónica Ione Belarra, con sus ojos de lobezna y verbo lleno de rencor, aceptar ir en una lista por detrás de Íñigo Errejón, traicionando de momento a su íntima Irene, con tal de no perder las prebendas. «Callo para que no me caigan las lágrimas», dice Pablo Iglesias en un mensaje visionario y altanero, observador de cómo solo quedan las raspas de Podemos. La pareja de Galapagar, acostumbrada a las purgas leninistas, ha sido ahora purgada por Yolanda. «Me ha clavado la daga», comenta el gran líder a sus pocos leales. Había decretado una guerra total contra su antigua amiga y sucesora protegida, pero le ha salido rana. «Fíate de Yolanda y échate a temblar», le dijo un gallego que bien la conoce. Iglesias, con su arrogancia, no le creyó y ha salido trasquilado.

Nadie sabe si la tal Belarra mantendrá la traición a sus amigos, aunque lo cierto es que Pablo Iglesias es el gran derrotado en esta guerra. Pasó de liderar la extrema izquierda y condicionar el Gobierno de Pedro Sánchez a ser insignificante. Las siglas de Podemos, antaño temidas y poderosas, quedan hoy agazapadas bajo el proyecto de Sumar, cuya lideresa, en un gesto de vanidad sin precedentes, estampará su rostro en la papeleta electoral. Es el culto teocrático de los comunistas, la sumisión a la reverenda madre al estilo estalinista. "¿Dónde irá ahora Irene Montero?", se preguntan muchos en la izquierda radical. Todo es posible, hasta la creación de un nuevo partido que frene la ambición de Yolanda y destroce por completo el espacio a la izquierda del PSOE. Pedro Sánchez, que es de todo menos tonto, observa el espectáculo con satisfacción y pasa factura a un Iglesias que le tuvo en sus manos durante la legislatura. La batalla está servida, cruenta y fría.

El gran jefe morado y su pareja se revuelven en el casoplón de Galapagar, donde empezó el declive al engrosar la casta que tanto denostaban. Hasta el batacazo del 28-M, Iglesias manejaba los hilos del partido a través de sus dos «halconas», las ministras de Igualdad y Derechos Sociales, pero ahora las maniobras en la oscuridad han fracasado. De momento, Belarra se traga el sapo de ir en una lista tras su aborrecido Íñigo Errejón y todos miran a Iglesias. ¿Qué hará el gran líder? ¿Permitirá la bofetada a Irene o se lanzará a degüello contra Yolanda con una nueva formación política? Conocida su soberbia, nadie se atreve a un pronóstico hasta el 19 de junio, última fecha para cerrar las candidaturas. El pulso es a muerte para ver quién asume la responsabilidad de romper la unidad en la extrema izquierda. O Pablo o Yolanda, advierten algunos. De momento, la gallega va por delante, aunque la historia demuestra que las batallas en el mundo comunista son siempre a duelo total.

El activista tertuliano y telepredicador Iglesias confiesa claramente que se arrepiente de haber designado a Yolanda Díaz como sucesora y podría diseñar una candidatura podemita liderada por su pareja, Irene Montero. La operación está en su cabeza, muy enojado con Sánchez, a quien considera el auténtico muñidor de Sumar para dañar a Podemos. «Si traicionó a sus dos mentores, José Manuel Beirás y el propio Pablo, podría hacer lo mismo con Sánchez», advierte con saña. Ni en sus mejores tiempos como Delegado de Curso en la Facultad de Ciencias Políticas de Madrid, allá por el año 2001, podría haber soñado Pablo Iglesias Turrión llegar tan lejos. Estudió Derecho con algunos profesores del PCE como Enrique Curiel, pero las leyes no le gustaban y se pasó a Políticas, donde se convirtió en activista rebelde de movimientos antiglobalización y una plataforma de desobediencia civil en lucha.

Hijo de María Luisa Turrión Santamaría, abogada de Comisiones Obreras, y de Francisco Javier Iglesias Peláez, inspector de Trabajo y militante del FRAP, en la Facultad conoció a un grupo de jóvenes radicales: Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Rafa Mayoral y otros de cuyo germen podemita ya nada queda. Frío como el hielo, controlador al más puro estilo marxista, calculador y vengativo, Pablo Iglesias, humillante y humillado, vigilante y vigilado, es hoy un pequeño dictador machacado por la mano femenina a la que un día dio de comer.